ImageEl domingo 2 de Diciembre empieza  Adviento. Cada año, la Iglesia renueva el anuncio a todos los pueblos y lo resume en estas palabras “Dios viene” ; y  nos invita a  cada uno a orar con toda nuestra vida y con todas las fuerzas: “Ven, Señor, Jesús”.

    Dios  quiere  hospedarse con nosotros y visitar los rincones de nuestra casa personal; quiere vivir en medio de nosotros. Y viene  para hacernos más libres, más humanos, más divinos.

    En medio de un mundo que busca tantas cosas, que proyecta y desarrolla, que hace tantas ofertas, la Iglesia anuncia la Realidad más real, la Dicha que  da sentido total a nuestra existencia.

    Nuestro  Patrono S. Juan de Ávila escribía una carta (la 67) a una persona, en el tiempo de Adviento, y le decía:

    “Dios a ninguno se da si primero no lo desea…, porque Dios tiene sus orejas puestas en el suspiro del corazón que otra cosa no desea sino a ÉL; y a este tal viene y no se le niega, según dice el Cantar de los Cantares: “Heriste mi corazón, hermana mía, esposa; heriste mi corazón en uno de tus ojos…”(4,9). ¿Puede ser cosa más tierna que la herida con la mirada de un solo ojo?…

    Quejémonos, de nosotros, que, por querer mirar a muchas partes, no ponemos la vista en Dios y no queremos cerrar el ojo que mira las criaturas, para con todo nuestro pensamiento mirar sólo al Señor. Cierra el ballestero un ojo para mejor ver con el otro, por acertar en el blanco, ¿y no cerraremos nosotros toda vista de lo que nos daña, para mejor acertar a cazar y herir al Señor?

    Coja y recoja su amor y asiéntelo en Dios quien quisiere alcanzar a Dios. Que, como Dios sea amor, de sólo amor se deja cazar… ¡Oh celestial Pan, salido del seno del Padre y puesto en la plaza de este mundo, convidando consigo mismo a cuantos te quisieren comer y gozar!”

    Y concluye nuestro Santo:

    “Grande miseria es la de aquellos que, viniéndoseles el pan a su casa, ellos se quieren más morir de hambre que no abajarse y tomarlo. ¡Oh pereza, y cuánto mal haces! ¡Oh ceguedad, y qué bien pierdes! ¡Oh sueño, y cuántos bienes nos quitas!”

    Vamos a vivir el Adviento del 2007 para descubrir y gustar un poco más el PAN que sacia nuestra hambre más profunda; para ser más diligentes frente a nuestras perezas espirituales; para abrir más los ojos del alma y recibir el AMOR, que,  abrazado por todos, cambiaría el mundo en sus estructuras de desigualdad e injusticias; para despertarnos de la modorra, que nos impide  vivir con los ojos abiertos a las bellezas del mundo y a las pobrezas que podemos remediar.