Como este niñoa“COMO ESTE NIÑO”

El domingo de la semana pasada me he acercado hasta “Betania”; pero no, en este caso Betania no es aquella aldea de Judá cercana a Jerusalén en la que tenían su casa los tres hermanos amigos de Jesús,  aquella a la que Cristo acudía con frecuencia para  reposar, comer, recibir el amor de una familia, y en alguna ocasión refugiarse de las iras y los odios del Sanedrín ; no, la Betania de la que hoy os hablo es un albergue-comedor que tiene abierto Caritas Diocesana en Guadalajara.

Algunas de las personas que voluntariamente cocinan, sirven las mesas, friegan los platos, lavan manteles y hacen las camas, son conocidos míos desde hace tiempo. Algún día me he quedado a comer con ellos.  

Los comensales son variopintos, de todos los países y de todas las razas; unos habituales y otros errantes; los transeúntes, además de comer y cenar pueden quedarse a pasar la noche por un espacio limitado de 48 horas (dos noches) El número de los que sólo acuden al comedor ha aumentado últimamente.

Pues bien, este domingo me  he encontrado allí con un joven matrimonio transeúnte que viajaban de caridad con un pequeño chiquillo de tan sólo tres años; y el niño, se llama Jesús. El crío ha sido el juguete del albergue, un juguete no muy limpio hasta que las religiosas le lavaron y peinaron hasta quedar precioso.                                                         

No soy muy niñero a pasar de ser padre de seis hijos, o precisamente por ello, pero esta noche “nuestra” familia me atrajo de una manera especial; era lógico, no había que pensar mucho, estamos en el tercer domingo de Adviento, en un albergue para pobres transeúntes, y un matrimonio con un niño pedían asilo donde pasar la noche. Se calentaron, cenaron y durmieron en “Betania”.

Volví a mi casa con una sonrisa, con los ojos entornados, y lleno de satisfacción pensando en ellos y en lo que para mí significaban; la noche se me hizo larga, había decidido volver a verles a la mañana siguiente. Mi despertar lo sentí al llegar al albergue y comprobar que la familia se había ido, habían continuado viaje siendo aún temprano.  ¿Por qué tenían tanta prisa? No lo sabía nadie, allí no se pregunta el por qué de las decisiones de los asilados; a veces llegan y marchan personas que van huyendo de algo o de alguien. No sé si este sería su caso, no lo sé, pero yo volví a mi casa con un ánimo totalmente y preocupado.

Sin perder tiempo, decidí escribir una breve carta al SEÑOR para enviarle la descripción de aquel niño, rogando que le protegiera en su camino.

Le dije a DIOS:

El Domingo conocí  a un niño:
Es ligero de cuerpo,
Es rápido de movimientos,
Es impetuoso en la palabra.

Tiene unos ojos bailones,
tiene una mente sumamente ágil,
¡¡Tiene tres preciosos años!!

El siempre te mira a los ojos,
  y así exige que tú le mires a él;
si en un momento no lo haces,
te gira la cara con su mano.

Siempre tiene la boca abierta;
siempre se le ven unos preciosos dientes;
¡¡Es que siempre ríe!!

¡¡¡SEÑOR, tus ángeles tienen que ser,…… como éste niño!!!