Hermano RogerTodo comenzó el 20 de agosto de 1940. Ahora se celebra el 70 aniversario de un camino de búsqueda de Dios y de reconciliación. El lugar, Taizé, cerca de los restos del monasterio de Cluny. Allí llegó el Hermano Roger Schutz para iniciar una de las experiencias más interesantes que han vivido las iglesias en la mitad del siglo XX. Con una inquietud: no hay que perder más tiempo, tenemos que reconciliarnos, es mucho más lo que nos une que lo que nos separa.

Conocí personalmente al Hermano Roger en un piso cerca de Piazza Venecia, Roma. Era la década de los setenta, ante un grupo de jóvenes, la mayoría sentados en el suelo. Nos habló del "Primado de Roma", un primado de amor, de cercanía y reconciliación. Mi impresión fue excelente. Su persona, con la que tuve la posibilidad de hablar, tenía un no sé qué tan especial que arrastraba y contagiaba el Evangelio. Yo tenía entonces 26 años. Eran tiempos revueltos en la Iglesia. Sus palabras eran luz y paz para los que buscábamos nuevos caminos.

El segundo encuentro fue en la Universidad de Roma. Un grupo de jóvenes organizó una oración por la unidad de los cristianos. Lecturas de la Biblia, cantos repetitivos que entraban poco a poco en el alma, un profundo silencio, jóvenes que oraban con el cuerpo y es que con el cuerpo también se ora. Después de la oración estuvimos tomando alguna cosa y cantando canciones de distintos países. Eran jóvenes universitarios que participaban del espíritu de Taizé y alguna vez salió en la conversación el Hermano Roger.

Después de estas dos experiencias he procurado leer varios libros del Fundador de Taizé y he seguido las Cartas que publican todos los años. Estos escritos han nacido de la experiencia, la oración, el silencio y la lectura de la Sagrada Escritura. Han alimentado mi oración y han iluminado mi camino interior.

Hay una realidad que quiero resaltar: la sencillez de vida. La comunidad de Taizé no ha querido formar un movimiento dentro de las iglesias, me refiero a todas las denominaciones cristianas. Se han contentado con ser una parábola, un signo de reconciliación. Sólo quieren ser una comunidad monástica. No han pretendido erigirse en maestros espirituales de tantos jóvenes que se acercan a la colina. Sólo han tratado de escuchar atentamente a todos aquellos que se han acercado a los monjes. Son conscientes que no tienen soluciones a todos los problemas. ¿Quién las tiene? Ellos tratan de escuchar a los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Saben que la escucha es un servicio urgente en el momento presente de nuestro mundo.

Termino estas líneas con una oración que ha escrito el Hermano Alois, sucesor del Hermano Roger: "Concédenos, a todos nosotros, continuar de todo corazón lo que el hermano Roger comenzó. Como él, quisiéramos vivir de la amistad de Cristo poniendo en práctica, sin esperar, aunque sea una sola palabra del Evangelio".