El camino de Emaús un modelo para nuestro caminarLa escena que narra  Lucas 24,13-35 bastaría como tema y ella en sí, además de ser Palabra de Dios, es más bonita que cualquier comentario.

En el camino de Emús los discípulos pasaron del sentimiento de soledad a sentir la compañía y presencia de Jesús;  de la desilusión  a la esperanza y  de la tristeza al gozo contagioso.

1.- El primer trayecto del camino fue la desesperanza.

Dos discípulos por  el camino “iban comentando todo lo sucedido”, y “conversaban y discutían”.

A pesar de la desilusión, había en ellos una admiración y cariño por Jesús. Dan de Jesús una definición preciosa: “Profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo.”

Pero la muerte de Jesús les había traumatizado hasta lo más hondo. ¿Cómo podía ser que un profeta tan grande, “el liberador de Israel”, el Mesías, terminara de una manera tan horrible, sin defenderse, sin hacer ningún signo mesiánico?

2.- Los discípulos sufren también la “torpeza” y la ceguera.

Torpeza, porque no supieron leer los signos, porque no habían entendido las palabras de Jesús ni de los profetas, porque no sabían leer las Escrituras.

Ceguera, porque no entienden que “el Mesías tenía que padecer”, porque no  tenían los ojos bien  abiertos  para reconocer al Mesías ni aunque estuviera a su lado.

También nosotros podemos parecernos, en ocasiones, a los discípulos: Somos también de los que “esperábamos” tantas y tantas cosas: más éxitos, mejores resultados profesionales,  más salud y más “suerte” en la vida, etc. etc

Y también podemos padecer  torpeza, porque no entendemos nada de los caminos del Señor, ni sabemos leer los signos de nuestra vida, ni descubrimos la  presencia invisible, pero real, de Cristo caminando a nuestro lado.

3.- Y  “Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos”.

Jesús los dejó primero hablar para que   abrieran el corazón, luego les reprende  cariñosamente. Luego les fue  explicando las Escrituras.

La bendición y la fracción del panLa catequesis empezó a surtir efecto. Estas palabras de Jesús les iban quitando la venda de los ojos, les iban levantando el espíritu, les abrían de nuevo a la ilusión y la esperanza, “les encendían el corazón”

Hoy, a nosotros, sigue hablando  internamente Jesús; sigue explicando las Escrituras. Nos enseña el misterio de la cruz en la vida, que no acabamos de entender y de aceptar. Nos dice que  la cruz redime y que todo acaba en resurrección.

4.- Cerca de la aldea, Jesús  finge seguir adelante.

Los dos discípulos iban llenos de la presencia del Señor y  no estaban dispuestos a perder compañía.  No  habían reconocido al Maestro resucitado, pero le habían llegado a amar. Por eso le suplican, le “apremian”, con esa petición entrañable y razonada: “Quédate con nosotros, porque atardece”.

Es una bonita petición para que nosotros la repitamos muchas veces en nuestra oración: “Quédate junto a nosotros”.

¿Qué sería de  nosotros si  nos faltara la sensación y certeza de su presencia y su palabra? Sin Él nos haríamos nerviosos, ambiciosos e insoportables; nos hundiríamos en las aguas de cualquier lago o dificultad.

Jesús no podía dejar de aceptar una invitación tan amistosa, que, por otra parte, él mismo había provocado. ¿Cómo puede desoír cuando alguien le pide que se quede con nosotros?

Jesús es el Dios que acompaña, que se deja invitar, que se sienta a la mesa con nosotros, que se queda con nosotros. Es compañero de camino.

5.- El signo escogido para que “se les abrieran los ojos y lo reconocieran” fue la bendición y la fracción del pan.

Era el signo de la Eucaristía. La presencia de Cristo  en la Eucaristía devuelve la alegría, el entusiasmO, la esperanza,  les hace resucitaR.

La Eucaristía- la “fracción del pan” celebrada y recibida cada día es para el creyente hoy la misma sensación que para aquellos discípulos de Emaús.  Ellos “se levantaron al momento”. Y volvieron a Jerusalén gritando alegremente la noticia. Y todos los discípulos concluyeron: “Era verdad”. “Ha resucitado el Señor”.

Esta es nuestra misión ahora, seguir gritando la verdad de la resurrección, decir a todos los que dudan que Cristo vive; a todos los que sufren, que Cristo ha resucitado; a todos los que buscan, que Cristo se deja encontrar.