¿Cómo llegar a la idea?¡Qué no me escribes nada¡…me reprochan aquellos que me conocen. Yo les miro con cierta complacencia, agradeciendo en cierto modo que me den ese tironcillo de orejas para animarme a tomar una hoja en blanco y escribir, pero por otro lado les digo: ¿Y qué queréis que os cuente?, si todo parece que está ya dicho o inventado.

Escucho aquí y allá, veo la televisión tal o cual programa y…todo me suena a reiterado, repetido, casi incluso como si hubiera un pacto tácito en el ambiente y en la sociedad para vivir y pensar bajo una tónica estereotipada. A veces incluso no te permites opinar en voz alta porque, si te sales de esa inercia general, puedes correr el riesgo de sentir pegado en tu espalda una etiqueta.

Pero no obstante, sí, merece la pena emplearse un poco en pensar, al fin y al cabo y aunque parezca un galimatías de ideas, no es tan importante lo que se piensa sino el modo de llegar a pensar lo que pensamos.

Ahora que tan de moda están eso que dan en llamar «redes sociales», qué bendito nombre si se piensa detenidamente, pues más bien pareciera que el fin es atrapar a cuanta más gente mejor, es curioso emplearse en qué le preocupa a la sociedad y cómo reacciona ante determinados acontecimientos.

Reconozco que yo también he sucumbido al «facebook», para qué vamos a negarlo, y lo cierto es que tengo un círculo de amigos agregados de muy diferente índole entre familiares, ex compañeros de estudios, de trabajo, vecinos… y, naturalmente, como no puede ser de otro modo, cada cual tiene unas aficiones e inquietudes que comparte sin ambages. Pero he aquí, donde nace mi curiosidad al tiempo que también mi preocupación, porque observo que la gente anda bastante perdida y le importa demasiado aquello que ha sido tocado por un orquestado efecto mediático mientras que, apenas encuentras reflexiones personales, conclusiones propias que, independientemente, de que sean acertadas o no, al menos quedaría la impronta de quién mantiene despierto su intelecto y piensa.

Hay quién se dedica a poner frases bonitas, pensamientos con su dosis de filosofía existencial, a las que luego, un gran número de personas acoge con ímpetu pero que luego, aplicado a la vida de cada uno, finalmente queda en simple prosa.

De ahí lo que trataba de decir al principio, no es la idea en sí sino cómo he llegado hasta la idea y por supuesto, lo que finalmente se hace con ella.

Siguiendo un poco la inercia del «facebook», es frecuente encontrarte con mensajes que animan a afiliarte o identificarte ante determinadas circunstancias; así sin ir más lejos los antitaurinos lanzan sus mensajes para rechazar corridas y festejos con toros, los ecologistas con sus manifiestos anti nucleares y demás, y cómo no, los anti iglesia, anti Dios, anti cristianismo…todo un río de mofas, chistes y desacreditaciones que demuestran tal pobreza espiritual que en muchos casos en lugar de risa dan pena.

¿Cómo llegar a la idea?En todos los casos, se permite la opción de comentar, de votar:

» me gusta» e incluso compartirlo con tus amigos, y, naturalmente, cuanto más utilices estas opciones, más proyección de la » idea» y con ella la todopoderosa «razón».

En las redes sociales se sueltan » idealismos» y » posicionamientos» sobre los que apenas nadie se pregunta de dónde surgen, ni quién los promueve, ni porqué, pero quedan tan bien expresados que se masifican y masifican hasta conseguir que, de tan reiterados, logren ser etiquetado de ¡¡¡ ciertos¡¡¡, aglutinándose en un conjunto de ideas y opiniones muy bien canalizados para que una gran mayoría piense y reaccione ante determinados estímulos sociales exactamente igual.

Carece de sentido que tanta inteligencia de la que hace gala el ser humano se desaproveche tanto y seamos tan necios de quedarnos solo con la idea o la opinión, pero, a juzgar por la corriente social que fluye no sólo en internet sino mediante otros canales de comunicación, pareciera que nos gusta que nos den las cosas ya masticadas en lugar de sacarle el jugo y la sustancia.

Concretando un poco en los ejemplos expuestos, se puede decidir, por ejemplo, estar o no en contra de festejos taurinos pero siempre que nos tomemos cierto tiempo en valorar de manera personal y sin interferencias los diferentes aspectos que aglutina, desde el cultural y tradicional hasta el ético y moral. Lo mismo con los aspectos ecologistas, no podemos estar a favor o en contra de las centrales nucleares sin sopesar el modo en que puede afectar o no a nuestra salud y al medio ambiente, al tiempo que a nuestras comodidades domésticas.

Y qué decir tiene los posicionamientos frente a la iglesia; precisamente quienes más se enfangan en esta cuestión son por lo general quienes eluden comprometerse con la parroquia que tienen en su barrio o en su pueblo, quienes juzgan sin conocer plenamente el movimiento de la comunidad cristiana que tienen cerca, y por supuesto, a los que les es totalmente necesario basar su postura » no creyente» en las fallas que generan algunos integrantes de la iglesia, que nadie ni la propia iglesia hoy niega, pero que no es justo juzgar sin utilizar los dos platillos de la balanza.

Una vez más se demuestra que, en fin, no todo efectivamente está dicho. Las convicciones, como los pensamientos han de responder a algo más que a un número cuantioso de reafirmaciones; han ser algo íntimo, muy personal y respondiendo a no pocos criterios a tener en cuenta. Aún así, la razón es relativa, por tanto, mantengamos la mente siempre abierta, siempre dispuesta a aprender, a evolucionar. Sólo así las ideas adquieren peso, valor, eficacia…sólo así las ideas nos hacen ser mejores. Lo demás, es mantener siempre un chicle en la boca que de tan masticado y sin sabor, se reduce …sólo a goma.