San Juan de Ávila, Doctor de la IglesiaEn el primer aniversario de la Declaración de Doctor de la Iglesia de nuestro querido paisano y Patrono S. Juan de Ávila, hacemos estas reflexiones sobre el doctorado en la Iglesia:

Un Doctor de la Iglesia no es un científico ni un filósofo, ni siquiera un teólogo, sino una persona llena de Sabiduría, don del Espíritu Santo.

En la Biblia hay un precioso libro, quizás poco leído y meditado por los cristianos, que se llama «Sabiduria»:

Escogemos algunos textos de este libro en los que se habla de la Sabiduría:

«La preferí a cetros y tronos, y, en su comparación, tuve en nada la riqueza» ( 7, 7)

«La amé y la busqué desde mi juventud y la pretendí como esposa, enamorado de su hermosura…» ( 8,1)

«Decidí hacerla compañera de mi vida, sabiendo que sería mi consejera en la dicha y mi consuelo en las preocupaciones y la tristeza…» ( 8,9)

Sabiduría viene de la palabra latina: «sapere»; que significa saborear, gustar.

Tener sabiduría no es tener conocimiento de una ciencia cualquiera; es tener un sabor, gusto con todo el ser de la Palabra de Dios, a Dios.

Los sabios Santos se mueven no en el mundo de ciencia racional divina, sino en el gusto, de las cosas de Dios.

Sabiduría es el don del buen gusto.

Sabiduría es don del Espíritu Santo, que crea en la persona creyente el gusto para lo espiritual, la capacidad de juzgar según la medida de Dios.

Juan Pablo II en una catequesis sobre el Credo, señala que la sabiduría «es la luz que se recibe de lo alto: es una participación especial en ese conocimiento misterioso y sumo, que es propio de Dios.

Esta sabiduría superior es la raíz de un conocimiento nuevo, un conocimiento impregnado por la caridad, gracias al cual el alma adquiere familiaridad, por así decirlo, con las cosas divinas y prueba gusto en ellas».

Santo Tomás de Aquino :: San Juan de Ávila, Doctor de la IglesiaEs «un cierto sabor de Dios» (Sto Tomás), por lo que el verdadero sabio no es simplemente el que sabe las cosas de Dios, sino el que las experimenta y las vive.

El conocimiento sapiencial nos da una capacidad especial para juzgar las cosas humanas según la medida y a la luz de Dios.

Iluminado por este don, el cristiano sabe ver interiormente las realidades del mundo: de esta manera se hace capaz de apreciar los valores auténticos de la creación, mirándolos con los mismos ojos de Dios.

En el «Cántico de las criaturas» de San Francisco de Asís o en las «grandes cosas» realizadas en María por el Espíritu, como lo canta en su «Magnificat», se lee esa sabiduría contemplativa, propia del Espíritu.

En la Virgen María, a quien llamamos «Trono de la Sabiduría», encontramos un modelo ejemplar de contemplación desde la sabiduría de Dios.

Gracias a este don la vida del cristiano con sus acontecimientos, sus proyectos, sus alegrías y tristezas está impregnada por el soplo del Espíritu, que la llena de la luz «que viene de lo Alto», como lo han testificado tantas almas escogidas.

El don de Sabiduría es un hábito sobrenatural inseparable de la caridad por el cual juzgamos rectamente de Dios y de las cosas divinas por sus últimas y altísimas causas (es decir Dios mismo) bajo el instinto especial del Espíritu Santo, que nos las hace saborear.»

Es una acción del Espíritu Santo que actúa en las almas en estado de gracia y enseña a mirar a Dios y a todas las circunstancias según el mismo Espíritu de Dios.

Dice Santo Tomás de Aquino:

«Quien conoce de manera absoluta la causa, que es Dios, se considera sabio en absoluto, por cuanto puede juzgar y ordenar todo por las reglas divinas. Pues bien, el hombre alcanza ese tipo de juicio por el Espíritu Santo» (Suma Teológica)

Por el Don de Sabiduría la persona puede mirar, juzgar y entender todo lo que ve, goza y padece con sentido divino.

Este Don produce en el alma una cierta «experiencia» de Dios, de algún modo nos hace «gustar» de Él.

San Isidoro de Sevilla escribe:

San Isidoro de Sevilla :: San Juan de Ávila, Doctor de la Iglesia«El nombre de sabiduría viene de sabor; como el gusto sirve para conocer el sabor de los alimentos, lo mismo la sabiduría, es decir, el conocimiento que se tiene de las criaturas por el primer principio, y de las causas segundas por la causa primera, es una regla segura para juzgar bien de cada cosa.»

Es necesaria la Sabiduría, Don del Espíritu, para vivir la caridad y vivirla incluso hasta llegar al heroísmo.

Desde la Sabiduría vemos que siempre es mejor el amor de Dios y a os demás antes que cualquier cosa.

San Juan de Ávila habla así de este don de Sabiduría:

«Viniendo a Él, y bebiendo del agua de su Santo Espíritu, y recibiendo este Consolador y este soplo del Espíritu Santo, será harto, será consolado, será enseñado y guiado sin error y fuera de toda duda…

En esas otras escuelas, aunque sea un hombre malo, puede salir letrado en su género y maneras de letras; mas en esta escuela gozarán de este Espíritu santo y saldrán sus discípulos…( Sermón 30)

El Espíritu, Maestro interior del alma:

Dijo Cristo a sus apóstoles: Tristes estáis porque me quiero ir; el Consolador vendrá, que el Padre lo enviará en mi nombre…Él os enseñará todas las cosas, Él os traerá a la memoria todo lo que yo os he dicho ( Jn. 16,6 y 14,26), Él abrirá vuestros oídos para que oigáis y vuestro entendimiento para que entendáis; enseñaros a orar y enseñaros ha todo lo que hubiereis de hacer para que en todo acertéis.

En gran manera estamos necesitados de este Consolador, de este Doctor, de este Consejero y de este enseñador» ( Sermón 30)

A quienes se comunica la sabiduría:

«Porque no se comunica la sabiduría de Dios, sino a los pequeños y humildes, que con sencillez se llegan a Él, inclinando su oreja a Él y a la Iglesia, y reciben de su bondad muy grandes mercedes, con las cuales queda el alma satisfecha, hermoseada con fe y obras» ( A. Filia cap. 49)

La sabiduría viene de Dios:

San Juan de Ávila, Doctor de la Iglesia«Esta es buena sabiduría de aquellos con quien Dios está, que se guían por el consejo y parecer de Dios; y poco es el saber de los que por su cabeza y parecer se quieren guiar» ( Ser. 78)

Quién tiene sabiduría divina:

«Aquel es sabio al que le amargan los pecados más que la hiel, quien pone la honra debajo de los pies, quien se huelga con los trabajos, quien ama a Dios más que a sí, quien ama al prójimo como a sí mismo. Este tal tiene lumbre y esta lumbre es sobrenatural» (Comentario a Juan 1, lección 4ª)

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Desde esta reflexión, ayudados por textos y el ejemplo de nuestro San Juan de Ávila, deberíamos esforzarnos por orar para que venga a nosotros ese Espíritu de Sabiduría, que tienen los Doctores de la Iglesia; y, al mismo tiempo, realizar, con sabiduría, nuestro pensar, mirar, orar, trabajar…, es decir:

gustando y saboreando lo que oramos y hacemos.