Cada año, con ocasión de la Cuaresma, la Iglesia nos invita a realizar una sincera revisión de nuestra vida personal y eclesial a la luz de las enseñanzas evangélicas, no sólo para crecer en coherencia moral, sino para que la vida del Resucitado que llevamos dentro todos los bautizados crezca y se desarrolle en nosotros. Sólo así podemos celebrar la Pascua como un verdadero paso de la muerte a la Vida.

En la cruz de Cristo muere el pecado, el desamor y la misma muerte, y renace la posibilidad de la nueva vida que nos otorga el Señor Resucitado. En la Pascua del Señor todo se redime y se salva, todo vuelve a empezar de nuevo y es capaz de caminar hacia su plenitud más auténtica que es la resurrección.

El resultado de la Pascua podría resumirse con esta frase del Cantar de los Cantares: «El amor es más fuerte que la muerte» (Cant. 8,6). Sí, el amor de Cristo por nosotros ha sido más fuerte que nuestras muertes, igual que el amor del Padre por el Él ha sido más fuerte que su muerte y, por eso, ha resucitado a su Hijo.

El que nos había enseñado a devolver bien por mal, se ha ofrecido por entero para vencer el mal del mundo con su amor: «Nadie tiene amor más grande que el que da la vida» (Jn. 15,13).Así, un todo es salvado con otro todo: Todo el pecado con todo el amor.

En efecto, el amor es el modo que Dios ha utilizado para redimir. Un amor que regenera la maldad con del perdón. Un amor que limpia el pecado asumiéndolo como propio hasta hacerlo desaparecer en la fragua de la cruz. Un amor que llena el vacío de la muerte con el don de la nueva vida inmortal del Resucitado.

El fruto de la Pascua es la esperanza cierta de que su amor y su perdón siempre podrán redimirnos para empezar de nuevo. Y, junto a esta esperanza, la seguridad de que resucitaremos en Él, pero no sólo en momento final de nuestra historia.

La resurrección es un proceso que ha ya comenzado gracias a que Cristo nos está infundiendo su Espíritu y su vida. Por eso, alimentados por los sacramentos, podemos comenzar a vivirla resurrección, y también a trasmitirla con gestos y obras para que el mundo vea y crea que Cristo vive.

¡Feliz Pascua de resurrección!