Buscar, esperar, recibirEl comienzo del Adviento guarda continuidad con la espiritualidad del mes de noviembre que está centrado en nuestra unión definitiva con Dios: el río de la vida desemboca en el mar de la eternidad, en el cielo prometido, en nuestro inserción completa en Cristo Resucitado.

El adviento nos habla de dos venidas. La primera de ellas se refiere a la última venida de Cristo, al momento que el que toda la creación participará de la resurrección de Cristo. El día en que todo entrará a formar parte del ser de Dios. Cristo resucitado es un imán a cuyo amor está atraída toda la realidad.

Y la realidad entera es también un imán que atrae a Cristo. Llegará un momento en que los dos se unirán, y todo será uno en la gloria de Dios.

Sí, la creación camina hacia Cristo y Cristo viene permanentemente a nuestro mundo. La creación y Cristo viven como en un abrazo inacabado, hasta que el día en que queden ensamblados. Ese día, Cristo transfundirá su gloria a la creación del Padre; y la creación quedará asentada en el ser de Cristo Resucitado.

Sobre esta venida, sobre este encuentro en proceso, que se realiza en la actualidad a través de pequeños encuentros y de abrazos parciales entre el Resucitado y la creación y nosotros, nos habla la primera parte del Adviento. Por eso la actitud a la que invita este tiempo es la vigilancia: «Estad atentos»; «estad vigilantes»; «tened la lámpara encendida»; «andad el camino que alumbra de luz de Dios»; «dejaros guiar por la senda que os conduce al encuentro con el que viene…»

Estos mensajes son los que nos presentan la Sagrada Escritura y los textos espirituales del adviento. Jesús nos visita, está viniendo a cada uno de nosotros, desea encontrarse contigo, por eso, abre tu vida al Señor y vive como quien espera que venga su amigo. Aquí, la fe es más que nunca una luz que permite ver y descubrir; una motor de búsqueda; un modo de detectar la presencia de quien viene a plenificar este momento de nuestras vidas.Mirar la vida con ojos de adviento es vivir buscando, esperando y recibiendo a Jesús.

Pasarán tres semanas, y el 17 de diciembre pasaremos a la segunda parte del Adviento para conmemorar la espera de Jesús que realizó la Virgen María antes del nacimiento del Señor. Esta segunda parte del Adviento es la que justifica la primera: Si hoy esperamos a Jesús es porque ya vino y está en entre nosotros: sólo falta captar su presencia viva, acogerlo de nuevo y esperar qué viene a darnos y a decirnos en el ahora de nuestras vidas.

Esta espera en la fe y en la esperanza son las que nos introducen en el sentido verdadero de la Navidad: Cristo renacerá en nosotros. Por eso, con nuestra fe y con nuestras obras:

¡Preparemos el camino al Señor, que viene!