ImageAgradecemos a la prensa laica porque nos ha refrescado la memoria de la Madre Teresa de Calcuta. Todos los medios de comunicación daban la noticia de la crisis de fe de esta buena mujer a la que todos admiramos. La ocasión ha sido la publicación de un libro sobre la beata Teresa de Calcuta en el que se recogen cartas dirigidas a personas de máxima confianza en las que se manifiesta el vacío, la oscuridad y la noche de la Madre Teresa.

    La interpretación que ha dado un sector de la prensa occidental y descreída es altamente distorsionada. Nos quieren hacer creer que la fe es algo meramente humano, propio de cuatro pobrecitos con una actitud pueril y que demuestra una persistencia cercana a lo obsesivo.

    La pena (de los descreídos y apologistas del laicismo) es que el tiro les ha salido por la culata y la figura de la Madre Teresa se ha beneficiado, clarificado y con más devotos.

    ¡Cuándo se van a convencer que atacar la fe produce más adeptos! Ya decía Tertuliano, un escritor de los primeros siglos, que la sangre de los mártires era semilla de cristianos.

La noche una realidad profundamente humana

    La noche es oscuridad, desorientación, crisis y experiencia de vacio. Un ejemplo puede ilustrar lo que decimos. Un hispano me contaba que de la noche a la mañana se habia quedado sin familia. Su esposa lo había dejado, sus hijos se habían puesto de parte de su mamá. Él se encontraba desorientado, solo en un país extranjero, parecía que el suelo que le daba firmeza había desaparecido. El futuro se le mostrabá oscuro, no sabía qué hacer porque el proyecto de su vida se había hecho añicos. Es dura esta realidad cuando nos enfrentamos únicamente con nuestras propias fuerzas. El creyente tiene un plus, otras motivaciones que le ayudan para salir de este abismo.

La noche como realidad religiosa

    Los espirituales nos han hablado siempre de la aridez, del abandono y de toda clase de pruebas.

    El gran cantor de la noche es san Jüan de la Cruz.

En una noche oscura,

con ansias, en amores inflamada,

¡oh dichosa ventura!

salí sin ser notada,

estando ya mi casa sosegada.

Aquesta me guiaba

más cierto que la luz de mediodía

a donde me esperaba

quien yo bien me sabía,

en parte donde nadie parecía.
 

    La gran novedad de la experiencia de la noche oscura es que no la realizamos solos, sino en presencia del Señor. Dios sufre con nosotros. "A donde me esperaba quien yo bien me sabía".

    Es un camino con nuevos horizontes, es una forma de crecimiento en la fe aunque en el momento que se está viviendo sea desconcertante. Dios se revela y nos muestra su rostro. La actitud del creyente en estos momentos de angustia es la perseverancia en el camino espiritual: "permaneced en mi amor" dina el Discípulo Amado. El fruto que nos produce es la sencillez de corazón y la compasión con el que está a nuestro lado.

    Las cartas que nos han ofrecido de la Madre Teresa nos revelan la altura espiritual de su experiencia religiosa. Se manifiesta de una manera evidente en la misma línea de los grandes santos de la Iglesia: San Ignacio, Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Lisieux y Pablo de la Cruz, por citar algunos.

    Todos los hombres y mujeres de Dios han padecido esta realidad en su camino como creyentes. Incluso el mismo Cristo en la cruz nos revela esas palabras que han desconcertado a tantos: "Dios mío, Dios mío por qué me has abandonado". Juan de la Cruz comenta que Cristo en este momento de la cruz y del abandono realiza la obra más maravillosa del mundo, la redención del género humano.

    Tú y yo hemos sido testigos de nuestras noches más o menos intensas, lo importante es perseverar, permanecer y seguir a Jesús, no por sus dones y gustos espirituales sino por la fe y el abandono en su persona. Este es camino de la Madre Teresa.