ImageSi hay alguien que une íntimamente al Seminario Diocesano de Ciudad Real con el querido pueblo de Almodóvar del Campo ese es San Juan de Ávila. El nombre de nuestro santo paisano y patrono de los sacerdotes seculares españoles reluce con sano orgullo en la denominación oficial del corazón de la Diócesis, nuestro Seminario.

Permitidme una anécdota personal. Cuando ingresé en el Seminario de Ciudad Real, hace ya unos cuántos años, al pasar por la puerta de entrada me fijé en una tabla colgada en la pared. Había escrita una frase en letras doradas que se leía con dificultad pues había que acercarse mucho para leerla. La frase era "Quien toma oficio de apóstol ha de tomar su vida". Y debajo de la frase, el autor para mí entonces, debo reconocerlo, un desconocido: San Juan de Avila. Esa frase no se me olvidó. Pensé que debía ser muy importante para que todo el que entrara al Seminario la leyera cada que pasara. Pero realmente no sabía bien su significado.

    Con el paso del tiempo, supe quien era ese santo, maestro de santos. Leí su biografía, su epistolario, sus sermones, sus tratados y su obra maestra, el Audi Filia, que desde entonces siempre tengo en mi mesita de noche.

    Pero qué lejos estaba yo de pensar lo que después sucedió. Fuí destinado a su pueblo, a su parroquia natal para el aprendizaje pastoral como seminarista durante un año. Conocí su casa natal y’la famosa cueva de las penitencias; admiré las reliquias conservadas en la parroquia, pero sobre todo, comprobé el cariño, la fe, la devoción y la memoria que guardaban de él sus paisanos gracias a la celebración de su novena y el día de su fiesta, el 10 de Mayo.

    La sorpresa y el agradecimiento aumentaron al saber que mi primer destino ya como sacerdote era también Almodóvar y tener el privilegio de vivir la reforma de su casa y el año del V Centenario de su nacimiento allí mismo, donde muchos se acercaron como peregrinos para rezar.

    Actualmente ya como formador del Menor he profundizado más en la importancia decisiva que tuvo en la creación de los Seminarios, en los años del Concilio de Trento. Cómo él fue un sacerdote muy preocupado por el clero y su formación, ya desde la niñez. Cómo él fue un verdadero apóstol de la vocación sacerdotal.

    Y ahora ya comprendo e intento vivir lo que quiere decir esa frase, que aún hoy sigue en la entrada de nuestro Seminario.

    Un saludo, y ¡felicidades por el n° 200 del periódico parroquial!