ImageEl 14 de Febrero celebraremos la Fiesta de nuestro paisano y patrono San Juan Bautista de la Concepción.

Para todo el que busque en su caminar una luz nueva, clara y apasionada para vivir con fuerza y hondura, la puede encontrar en los escritos  de nuestro santo paisano.

En su tratado “Exhortaciones a la perseverancia”, entre otras muchas lecciones, habla de las condiciones para seguir a Cristo. Después de enumerar muchas, San Juan Bautista de la Concepción dice:
    
    “La última condición  del que sigue a Cristo es que su vida sea ejemplar, que con ella edifica a todos.

Dos maneras entre otras hallo yo de lumbres: unas en ascua y otras en ascua y llama. El que está en ascuas  sólo es fuego para sí, pero el que está en ascuas y en llama es para sí y para alumbrar a otros.

Pues, decir Cristo que el que le siguiere tendrá lumbre de vida ( “Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida” Jn. 8,12), es decir que  no será fuego muerto en carbón o en humo, sino llama que alumbre y encienda dando nueva vida a aquellos con quien se juntare, es decir que sean y tengan vida pura  y ejemplar.

El sol, cuando embiste en un cristal, dos cosas hace necesarias: la una es parecerse un vivo retrato y semejanza del propio sol y la segunda es echar y despedir rayos de sí.

Esto propio ha de tener la vida del que sigue a Cristo: que siendo una vida pura, vivo retrato de Cristo, sea una vida que eche rayos y resplandor de sí; que el que la viere y mirare, vea y conozca que es otra vida y retrato del Sol de justicia.

Una vida que pueda parecer en público sin que haya quien la reprenda y tache…que seamos como velas encendidas sobre candeleros, dando luz y enseñando con nuestras obras y buen ejemplo, no retirados en los rincones, sino donde todos alaben y glorifiquen a Dios que está en los cielos…Que seamos tales que, juntos y pegados a nuestros hermanos, los vivifiquemos, mejoremos y demos nueva vida…

 ¡Qué divina propiedad del justo: que es una celestial y divina piedra imán que comunica su virtud al hierro, con ser metal tan pesado; que sea vela y fuego que encienda!

¡Oh, desdichado del que echare por el camino opuesto, que no sólo no hace obras para convertir, sino para pervertir; no sólo no enciende, sino apaga; no sólo no levanta, como la piedra imán, sino sepulta y entierra, siendo piedra de escándalo!

                               (Obras Completas, tomo IV pag. 18)