CerealesLuego un labrador dijo: “Háblanos del trabajo.”                                            
    Y él respondió:
    “Trabajáis para ir al ritmo de la tierra y del alma de la tierra. Mas yo os digo que cuando trabajáis, cumplís una parte del más remoto sueño de la tierra, una parte que os fue asignada a vosotros cundo el sueño nació. Y trabajando estáis en verdad amando la vida.
    Que todo conocimiento es vano cuando no hay trabajo.
    Que todo trabajo es vacío cuando no hay amor.
    Porque cuando trabajáis con amor estáis en armonía con Dios, con los demás y con vosotros mismos.
    Y, ¿qué es trabajar con amor?
    Es sembrar con ternura y cosechar con alegría, como si el ser más amado por vosotros fuera a alimentarse con los frutos.”

                                                      Gibrán Khalil Gibrán

Hoy en Almodóvar del Campo quedan muy pocos agricultores que se dediquen y vivan exclusivamente de ello. Este pueblo que tradicionalmente ha sido imagen e insignia de lo que es el agricultor.

Hoy día aún no contamos con un monumento al agricultor.  Se hecha de menos, pues bien merecido lo tienen, desde siglos atrás. Estamos seguras que a todos nos sería entrañable contar con él en una rotonda o en una de las plazas de nuestro querido Almodóvar.

Lanzada la propuesta, éste es un homenaje a todos ellos a través de una entrevista anónima a un agricultor de Almodóvar del Campo.

P. ¿Fue su deseo  ser agricultor o qué le hubiera gustado ser?

R.- Yo en mi trabajo, mi ilusión era ser uno de los mejores. Si volviera a nacer y tengo 70 años, volvería a ser agricultor; aunque yo de pequeño intenté ser carretero; había una carretería detrás de la cárcel, eran unos que les decían los “lobos” y hacían carros muy buenos y ellos eran primos de mi madre y yo le decía: “madre dile al primo Fernando y al primo Ángel alguna cosa, que a mi me gusta esto”, pero mi padre quería que fuese del campo.

P.- ¿Y ha sido un agricultor por vocación o por obediencia?

R.- El campo ha sido y es mi vida y Dios mi guía.

P.-Cómo recuerda la relación entre padres e hijos de su infancia.

R.- Con mucho cariño. Mis padres nos educaron con arreglo a aquellos tiempos.  Que os voy a decir…  Con el campo,  fui muy poco a la escuela porque te ibas con tu padre a trabajar.

P.- ¿Recuerda algún maestro?

R.- Fui tan sólo a una particular que me pagó mi padre, con trece añitos, con D. Félix Herrero, que vivía frente a las escuelas, donde hoy vive Ignacio; pero mira por donde me encontré con la que hoy es mi mujer, teniendo catorce años, no había cumplido los quince, empecé a hablar con esta criatura y ya se fastidió la  escuela particular.

P.- ¿Y su catequista?, ¿quien lo preparó para recibir la comunión?

R.- No había quien te preparara: mis padres; mi madre era la que me enseñó las oraciones. Yo a partir de hacer mi primera comunión sentía deseos de ir a misa, pero como me iba con mi padre al campo, venía tarde, venia cansao, cenabas y te dormías. Por aquellos tiempos decían la misa a las seis de la mañana en la Iglesia y entonces pensé, para poder oír misa todos los domingos lo que tengo que hacer es ir a misa primero. Que me llame mi madre y ya me voy al campo con mi misa oída, descuidao y tan contento.

P.- A las seis de la mañana en invierno y en verano, ¿iba mucha gente a esa misa?

R.- Muy poquita, os voy a decir que resulta que iban las que salían en estado, porque aquello era muy vergonzoso; y hombres… muy pocos hombres antes y muy pocos hombres ahora, iban algunos cazadores: Luís Olmo, el dentista; el padre de Maribel del Río… Fijaos bien que para ir a misa primera y más en un invierno, había que levantarse antes de las seis y hacía frío y yo recuerdo ir calle abajo, más dormio

P.- ¿A qué edad empezó a trabajar?

R.- Desde los ocho años ya íbamos todos, desde mi padre, al más chico, que era yo, siempre  a orilla de mi padre, que tuve la suerte de tenerlo hasta los ochenta y seis años y esta experiencia es hermosa; es hermosa para ti como hijo y es hermosa para él como padre, porque resulta que mi padre tenia cinco añitos cuando murió mi abuelo.

Mi abuela se quedó con cuatro hijos, viuda en aquellos tiempos, no quedaba nada, a la caridad del cielo; enjalbegando, lavando ropa y trabajando en casa de Doña Cecilia, madre de   Felisa Ruiz. De ahí nació una amistad muy grande que continuó con mi padre hasta tal grado que los padres de Felisa Ruiz fueron los padrinos de boda de mis padres y mi madrina de bautizo fue Felisa Ruiz.

Yo nací en guerra en el año 37; me bautizaron con dos años, pues como sabéis todos los niños que nacían durante la guerra no se los podía bautizar, así que yo llegué a la Iglesia dando carreras; dicen que a esa edad era muy trasto y creo que Felisa decía: “Dios mió cuando le caiga el agua la que me va a liar”.

Agricultor segandoP.- De las tareas agrícolas, cuál era la que más le gustaba.

R.- A mi todos los trabajos del campo se me han dado bien, pero el que más me gustaba, fijaos, era segar a mano. En aquellos surcos que se hacían con las mulas un hombre iba segando tres, yo empecé con uno. A mis doce añitos, o por ahí, yo les dije: yo puedo con dos; y a mis quince añitos: yo ya puedo con tres.

Empiezo a soñar con que tengo que ser bueno. Y yo por las mañanas cuando me levantaba, miraba mi estampa grande del Sagrado Corazón y le decía: “Me tienes que ayudar, no Te olvides de mí”.

Un día llegué a mi casa y les dije a mi hermano y a mi primo: “Ya, vosotros detrás de mi”. Les costó mucho porque a principio decían: “el jodío mierda este, donde leche va”. Yo estaba doblao de sol a sol  y no me dolían los riñones, no me dolía na de mi cuerpo. Siempre me gustó superarme y hacerlo cada día un poco mejor.

P.- Cuéntenos cómo se trabajaba entonces.

R.- No había maquinaria, todo se segaba a mano. Todo el campo que ven vuestros ojos, cuando vais a Ciudad-Real o Puertollano, todo eso era a mano, aquí tres hombres, allí dos; pero las casas grandes como la de Corchado, la de Irala, trabajaban en  cuadrilla, que iban bajo el mando de un manijero, de un capataz. Una vez estábamos segando muy cerquita del pueblo, donde ahora está la fábrica de quesos, miramos y vemos que había mucha gente, y mi primo me anima: “vamos, vamos a acercarnos”. Allí había lo menos noventa jóvenes, dispuestos a participar en una especie de concurso por ver quién segaba mejor, en el menor tiempo posible, y yo que me animo a participar. Consistía en segar y lo que segabas tenerlo que atar en haz, luego venían repasando el trabajo, había quien lo hacía más de cualquier forma y quien lo ataba bien atao, y esto se valoraba.

Yo, de rabillo de ojo, miraba y veía que venía uno muy fuerte también. Teníamos que subir segando tres lomos y bajar segando otros tres; total que empecé a apretar a apretar y lo fui dejando atrás. ¡Que me llevé el primer premio!

Cogí los poquitos dineros que me dieron y en la tabernilla que hay enfrente de la cruz de los caídos, todo el dinero que me dieron nos lo gastamos en convidarnos y tan contentos.

Así se trabajaba y así se vivía.

P.- ¿No se animó a participar en concursos fuera de Almodóvar?

R.-En la finca de los padres de Felisa, al lado del castillo de Caracuel. Como aquella ilusión mía era tan grande… ya llego a dieciséis años y le digo a mi padre: “voy a segar al quinto de Avelino” y me contesta: “hijo, donde vas tú, qué vas a hacer… allí van los de Corral, de Caracuel, hombres ya grandes”. “Padre yo voy”. Allí me presento con mis dieciséis años. En aquellos tiempos no se miraba por el trabajo ni por tu cuerpo, se miraba como miran los del tour de Francia, quién lo hace mejor y llega primero a la meta.

Nos juntamos un grupo de veinte hombres y yo con todo el reaño de mi juventud trabajé codo con codo con aquellos hombres y parece ser que no lo hice mal.

Y, por circunstancias de la vida, años después D. Zacarías, el maestro de escuela y Félix Herrero me llevan a que participe en un concurso provincial, que lo hacían en Corral de Calatrava, en una finca grande y allí me presento yo con otro compañero también de Almodóvar.

Los de Caracuel y Corral que me conocían dicen: “este no siega”, “Este no entra en concurso”. Se reúnen los de los pozuelos, Corral y Caracuel hablando para ver que decisión se tomaba; al final dicen: “bueno, pues que siegue”. Pero a mí esto no me gustaba nada.

Participábamos unos cien chavales, entre diecinueve y veinte años; cuando este compañero de Almodóvar sintió que tocaban las palmas, dijo: “mi paisano ya ha llegado; pero los premios los repartieron de la siguiente forma: primero Corral, segundo Caracuel y tercero los Pozuelos. Y para conformar a los dos maestros que me habían llevado, me dan el cuarto, y el quinto a mi compañero, allí se armó un alboroto…  decían: “Si le tienen que dar el primer premio a ese, que se lo den, pero ¿por qué le tienen que dar dos premios al mismo pueblo?”

La vida, ha tenido siempre sus cosas buenas y menos buenas.

P.- ¿Dónde hace este agricultor de Almodóvar el servicio militar?

R.- Me fui voluntario para poder hacer la mili aquí en el polvorín, me fui a la aviación y allí creamos nuestro grupo de apostolado castrense; éramos un grupito de quince, rezábamos el rosario todas las noches; lo pasábamos bien, nos íbamos a la cantina, en aquellos tiempos, dos botellas de vino con cuatros vasos…cantábamos cuatro cantares  de los de entonces y luego, después de cenar, rezábamos nuestro rosario y acostarnos. Cada uno éramos de una población distinta pero teníamos el mismo sentimiento.

Recuerdo también que se acercaba la Semana-Santa  y pensamos ir a la parroquia de Getafe, que era donde estábamos haciendo la instrucción, y nos presentamos a oír la misa; había allí un sacerdote viejito y el hombre, al vernos vestidos de militares, nos estuvo preguntando de donde éramos. Y, cuando llegó a mi: de dónde eres muchacho? Le respondí: yo de Almodóvar del Campo, provincia de Ciudad-Real. Fijaos bien, aquel hombre me da un abrazo y me dice “hijo, ¡que bendición de pueblo!  Dos santos en Almodóvar, bendito sea Almodóvar.

Mi juventud, mi vida, para mi… ha sido maravillosa y sigue siéndolo.

TrigoP.- ¿Qué siente Vd. en el campo cuando está trabajando; cuando está solo  en esa inmensidad?

R.- Eso es una maravilla, eso hay que vivirlo y sentirlo. Otras veces cuando se andaba con  mulas, uno estaba aquí el otro allí, y se hablaba: eh fulano…tal… cual…

Ahora con las máquinas, qué sucede, que cuando vas, está todo hecho y te encuentras solo y cuando vas con el tractor tu mente va puesta en Quien va… Cuando haces trabajos como el podar cepas, trabajos en los que estas solo, solito, en ese silencio que el campo tiene…hablando con Dios.  Él me conoce y yo lo conozco.

P.-  ¿Cómo se afronta la adversidad?

R.-  Hace unos años, una noche, al acostarme, me empecé a encontrar mal, minutos más tarde ya no quedaba nada de mi persona, no podía articular palabra, mi cuerpo era como el de una marioneta al que no lo sostenían las cuerdas, pero mi mente era consciente de lo que me estaba pasando.

Pedía a Dios, me voy contento, pero no me dejes así, no me importa morir, pero de esta manera no quiero vivir.

Me llevan al hospital y, tras vencer momentos muy difíciles, dijo el médico: “si a las veinticuatro horas no le repite, podemos decir que está fuera de peligro”.

P.- Como cristiano y padre de familia, qué piensa cuando oye hablar con tanta naturalidad del aborto.

R.- Os puedo contar un hecho que recuerdo vivamente a pesar del tiempo que ha pasado; mientras Dios me tenga  en la vida, no se me olvidara.

Resulta que mi hermano y yo fuimos al campo con nuestras mulas a arar, en esa ocasión nos acompañaba una perrilla que teníamos, y a la hora de venirnos del campo, el animalito había parido; como no teníamos ninguna petición para los perrillos, mi hermano decidió matarlos nada más nacer y enterrarlos en el pedazo y nos vinimos para casa.

A otro día volvemos a continuar con nuestra tarea y a media mañana hicimos un descanso; cuál fue mi sorpresa, que aquel animalito había desenterrao a sus crías, con su lengua los había limpiado y se los había colocao para amamantarlos, los movía para animarlos a mamar.

Aquello nos impresionó profundamente; cómo un animalito lucha hasta quedarse sin aliento por sus hijitos, no había perdido la memoria después de todo un día, se orienta, las busca.

El hombre hoy tiene que aprender  de este animal la capacidad de amar y luchar. Qué os puedo decir del aborto… Si se le pudiera decir a una mujer que ha hecho esta cosa tan horrorosa, que te enseñe un animal a querer.

Que te pongas delante de un espejo y te pongas tan guapa, y te vayas a la discoteca, si ya vas marcada, no por los tatuajes, si ya vas marcada por tu conciencia ante Dios.

Un día te costará esto caro, porque la vida sigue, no vas a estar siempre tan bonita como estás hoy, un día llegarás a ser mayor y a lo mejor se te van a parar las moscas en la cara y no va haber quien te las quite y te acordarás de aquel hijo que mataste.

P.- ¿Y como padre y esposo?

R.- Mirad, nos juntamos unos matrimonios y al salir de misa,  a lo mejor  vamos al casino a tomar una cerveza y conversamos de nuestras cosas.  Una tarde estando allí, alguien preguntó si quedaba lotería del casino, me ofrecieron si yo quería y dije que no me gustaba jugar.

Pero hombre ya tiene gracia, porque juegues un poco no te va a pasar nada, y les contesté: no me gusta jugar, porque a mi ya me tocó.

¿Dónde, cuando te tocó que no nos has contado nada?

Mirad, tengo mis hijos, que son, como para todos los padres, alhajas; tengo nietos maravillosos, mi mujer…, en definitiva una gran familia. Hoy en día esa es la mejor lotería del mundo; hoy que ves tantas familias desunidas, tantos matrimonios rotos, tantos niños desorientados que no saben ni cuál es su hogar…

Dios nos ayude y demos gracias por lo mucho que nos ha dado. Un padre con sus hijos tiene que tener mucho dialogo, cuando los míos eran pequeños y los llevábamos a la feria les decía: “hijos, hay poco dinero” y nos decían: queremos subir aquí, allí. Sí hijos, pero en uno nada más, elegid uno y esas criaturas no lloraban, no pedían. Por qué, porque se les hacía comprender la situación familiar. Los enseñé a trabajar… hay que buscarse un porvenir.

A los hijos no se les quiere más dándoles todo fácilmente, haciéndoles creer que todo lo pueden conseguir sin esfuerzo.

P.- Qué reflexión haría, un hombre con la sabiduría de toda una vida de fe de lucha y de trabajo.

R.- Cuando estoy solo en el campo con mi trabajo, pienso mucho y hablo con Dios y hago esta reflexión:“¿Por qué la envidia?  ¿Por qué no darte gracias con lo que tú nos das y ser dichosos sin desear más. Deberían inventar una vacuna contra la envidia y conseguir así que la gente no sufra por ser y tener lo de otros.

No hay que ser egoísta ni envidioso; para comer no se necesita tanto.

Y sé que Él me escucha.
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Le  agradecemos  a este sembrador el haber compartido con todos nosotros su fruto de vida y fe.