Vivo sin vivir en mí
y de tal manera espero,
que muero porque no muero.
En mí ya no vivo ya,
y sin Dios vivir no puedo;
pues sin él y sin mí quedo,
este vivir ¿qué será?
Mil muertes se me harán,
pues mi  misma vida espero,
muriendo porque no muero.

  “Coplas del alma que pena por ver a Dios”
    San Juan de la Cruz

Con motivo de la reciente pérdida de Josefa Puldain Labayen, sentimos la necesidad de recordara esas dos maravillosas hermanas Luchi y Pepita Puldain.De labios de Juanita y Carmina Hemos compartido una  cálida tarde, recordando tan hermosas vivencias en las que ellas han tenido cercana colaboración

Han vivido en profundidad el verdadero sentido de la amistad.

P.- Cuando llega la familia Puldain a Almodóvar y qué motivo las trae.

R.- Sobre el año (1944-45), coincidiendo más o menos con la llegada de los Carmelitas. No sabemos quien llegó antes, pero en esa fecha. La primera que viene es Pepita, pues su hermano José-María, estaba casado con Matilde Beneyte; dueña de la fábrica de harina  “EL PORVENIR”. Todavía puede verse parte de la edificación, cuando vamos a Puertollano, a mano derecha.

Pepita termina su carrera en Madrid; estudió con las Teresianas, por eso era muy teresiana y muy carmelita. Viene como catedrática al instituto Fray Andrés de Puertollano. Iba y venia todos los días a impartir sus clase en  bicicleta, como D. Tomás García de la Santa. Para que el camino se les hiciese más corto, se iban por el antiguo camino de la “laguna “a Puertollano.  Vivieron  Luchi y Pepita en la calle Corredera, en casa de Manolita Calzada, hasta que construyeron su casa, que todos conocemos en la calle Doctor Fleming y que en la actualidad pertenece a la parroquia, por donación de sus propietarias.

P.- Tenemos entendido que las hermanas Puldain llevaban la fábrica.

R.- En un momento  dado, la fábrica toma más auge, al comprar Pepita  una parte; con lo cual lleva la función de co-propietaria y la administración contable.

Eran unas personas muy trabajadoras a la vez que sensibles, lo mismo las podías ver llevando los papeles en la oficina que cosiendo los sacos para la harina.El hacer ellas mismas todos estos trabajos no era egoísmo o tacañería, todo lo contrario, eran tan generosas que lo suyo lo regalaba allí donde hacía falta, acordándose de los que más las necesitaban.

De su fábrica, regalaban la harina a las monjas  Carmelitas de Ciudad- Real, para que hiciesen las formas de la comunión, así como al asilo, y no solo la harina, sino mucha más ayuda. Por eso cuando alguna persona mayor de Almodóvar, necesitaba una plaza en el asilo, tenían las puertas abiertas, podían entrar. Y todas  estas obras les parecían de lo más natural. Ellas siempre  decían: “¿Nos podremos salvar?” “¿Entraremos nosotras en el reino de los cielos?”

P.- Hemos hablado, hasta ahora, sólo de Pepita. ¿Cuándo llega Luchi?

R.- Luchi, vendrá bastantes años después. Era maestra de escuela y estaba dando clase en su pueblo y cuidando de sus padres. Al morir su madre, es cuando viene a Almodóvar, con su hermana. Su padre, que pasaba algunas temporadas con ellas en Almodóvar, siempre les decía: “¿Que le habéis visto a este pueblo?”

P.-¿ De dónde vienen las Puldain?

R.- Ellas son de Amezqueta, un pueblo de San Sebastián. En al País Vasco.

P.- Cuando llegan ellas a Almodóvar, cómo contactan con vosotras, cómo os conocéis.

R.- Pues en la catequesis, en misa. Cómo se hizo enseguida del Carmelo Seglar, al que nosotros ya pertenecíamos; a partir de ese momento comienza nuestra amistad.

P.- Qué supone para el Carmelo Seglar de Almodóvar la incorporación de las hermanas Puldain.

R.-Colaboran muchísimo con el Carmelo, tanto en el trabajo como en el plan económico, y nunca querían que se supiera; pero hoy podemos contarlo para que aquellas personas que no hayan llegado a conocerlas, sepan de la grandeza y generosidad de estas hermanas.

Se enviaban donativos a Madrid al Padre Ángel de “Mensajeros de la Paz”. También se enviaban donativos a los Santos Lugares.

Nosotras, el Carmelo Seglar, dábamos a Ciudad-Real, al Obispado, la beca de primavera “Operación Primavera”. El primer destino era para misiones. Esta beca la costeaban Pepita y Luchi, pero como no querían figurar, aparecía como patrocinador El Carmelo Seglar de Almodóvar del Campo. Cuando Paquita, mi hermana, se va de misiones al Salvador, esta beca se decide enviarla a la zona donde Paquita estaba trabajando, doblando la cantidad, para darle dos destinos, uno el de misiones y el segundo para costear a un niño la carrera de sacerdote, hasta que terminó y cantó misa. Terminada esta misión se destina la beca a los Carmelitas de Santo Domingo. Beca que se ha estado mandando, sufragada por Pepita, hasta el día de hoy en que ha fallecido. En adelante no sabemos que podremos hacer nosotras, el Carmelo Seglar de Almodóvar.

Estos donativos son algunos de los que nosotras tenemos conocimiento. Sabiendo de su generosidad, no habrán sido los únicos. Mi hermana Paquita, siempre decía, “Si todos los ricos fuesen  como ellas…”

P.- Según vuestras palabras, a pesar de no vivir ya en Almodóvar, seguía estando muy pendiente del Carmelo.

R.- En 1947, entró en el Carmelo Seglar. Desde el año 1971 al 1978 ostenta el cargo de presidenta. Pero hasta el día de hoy ha sido presidenta de honor y no ha dejado de interesarse; Cada vez que hablábamos por teléfono, nos animaba a continuar con nuestra obra, a no decaer. Trasmitiéndonos su fuerza y su amor por el Carmelo.  

P.- Que relación tienen con los Carmelitas  y con el colegio.

Como os contábamos, los Carmelitas y las Puldain llegan casi al mismo tiempo; Ellas viven muy de cerca, la ilusión y la lucha del padre Ludovico para construir un nuevo convento  Carmelita y a la vez colegio.

Hay una anécdota muy graciosa, que no se si conoceréis; Cuando encarga el padre Ludovico el proyecto del edificio para el colegio Residencia de los Padres Carmelitas  al arquitecto de Madrid: Javier García Lomas. Un ambicioso y precioso colegio, con diferentes alturas, dos torres… pero económicamente fuera del alcance, dada la situación en la que se encontraba el padre Ludovico; sin dinero y con un corto  plazo de tiempo para abandonar  las instalaciones en el edificio de los Capataces. Se notificó por parte de la Dirección General del Ministerio de Agricultura el desalojo del edificio en el año 1953.

Con motivo de la festividad de San Juan Bautista, se encontraban en casa de Pepita y Luchi, celebrando una comida familiar; su padre y sus hermanos, junto a ellos, el padre Ludovico. Salió en conversación  el inalcanzable proyecto. Los hermanos al ver al padre Ludovico tan apenado, se ofrecieron a realizarle un proyecto más sencillo, dado que ellos eran, arquitectos o aparejadores. Con dicho proyecto se presenta el padre Ludovico al estudio del arquitecto de Madrid, a decirle que no podía aceptar su proyecto, pero si aceptaba la ayuda que le brindaba y que tanto  necesitaba para realizar el proyecto  de los hermanos Puldain, bastante más sencillo.

El arquitecto al verlo, y no sin cierto disgusto, comentó: “Esto es  lo  que  ustedes  piensan construir,  a  esto  es  a  lo que le llaman ustedes un convento. Pónganle, con letras grandes: “Fábrica de harina”. Pues es lo que parece”.

El Padre Ludovico señalando al hermano de Pepita dijo: “Dígaselo a este señor que es quien lo ha diseñado”.

Y esta fue la anécdota. Pero se consiguió construir. Colaborando no solo con el proyecto, sino con más ayuda.

La generosidad de Pepita, puso también a disposición del colegio, su título de catedrática, mucho antes de comenzar a dar clase en dicho centro, para que el ministerio de educación reconociese al colegio como centro oficial de enseñanza; clases a las que renunció  cobrar  a pesar de ser una gran catedrática. Todo esto lo hacía con tal generosidad que ella no veía la importancia que tenía, ni la magnitud de su obra.

P.- Qué relación tenían con los vecinos de Almodóvar.

R.- La relación de los vecinos de Almodóvar, con las hermanas Puldain, siempre fue de respeto de cariño y de gratitud. No podría haber sido de otra forma con unas personas generosas en abundancia, cercanas en su trato e inteligentes. Ellas quisieron a Almodóvar y Almodóvar las quiso a ellas. Hicieron de Almodóvar su pueblo.

En relación con sus empleados, su trato era cercano. Tenían por costumbre organizar una comida por Pascua, a la que estaba invitado el Padre Amador; ocasión que aprovechaba para invitarlos a confesar, tal como nos recuerda la Santa Madre Iglesia, “Confesar al menos, una vez al año”.

Preocupándose, no solo de su bienestar espiritual. Para sus vacaciones, les tenían un apartamento en la costa para que pudiesen tomarse unos días de descanso con sus familias.

En muchas ocasiones, sabemos que han ayudado económicamente a salir del aprieto a más de una familia que atravesaba dificultad.

Les gustaba ayudar en todas las formas que podían. Sabemos que para ello implicaban incluso a sus hermanos en Madrid, solicitándoles colocaciones para personas de Almodóvar, bien en una portería,  en una empresa…

Como hemos comentado antes, los ancianos que lo necesitaban tenían las puertas abiertas en el asilo de Ciudad-Real, gracias a la generosidad de ellas con las Monjas.

Llegaban a todos los sectores. Mirad, en una ocasión, intervinieron en una situación triste y dolorosa que se estaba dando en nuestro pueblo, para ello necesitaron de la colaboración de autoridades, medico, educadores. Para ellas, como para muchos, hubiera sido mucho más fácil mirar para otro lado.

Vosotras no conoceríais el caso de esta familia: Vivian en una casita muy pequeña, dos chicas adolescentes y un niño, con su abuelo, que las inducía en el propio domicilio a ejercer la prostitución. Dieron solución a esta dramática situación, sacándolas de ese lugar y buscándoles un hogar con las religiosas del domestico de Ciudad-Real, donde recibieron educación y del que salieron para casarse; han seguido teniendo contacto con esta familia. En más de una ocasión  nos comentaban las Puldain, los regalitos que estos hermanos les hacían, unas veces el niño y otras veces ellas. por su enorme agradecimiento.

En la catequesis, el cariño y la inquietud que para ellas suponían los niños y jóvenes de Almodóvar era grandísimo; seguro que si preguntásemos a todos aquellos niños y niñas de ayer, cada uno de ellos tendría para contar su propia vivencia.

P.- Cómo era entonces  la Catequesis.

R.- Éramos muchas catequistas, porque había muchos niños en Almodóvar y todos venían a catequesis. La catequesis era un mismo día para todos los cursos; el domingo, en la Iglesia, después de misa de diez.

La catequesis entonces era más oral, no teníamos esos libros que hoy tenéis en los que escriben y trabajan los niños. Era más oración, formación religiosa, historia sagrada y conocimiento de las sagradas escrituras y muchos ejemplos de vivencias, que a los niños les encantaba escuchar. Con los mayores, teníamos confesión al tercer domingo de cada mes. Se confesaba en El Carmen, por las tardes.

A las Puldain, les costaba mucho trabajo, convencer a los Carmelitas para que a las cuatro de la tarde hicieran un hueco en sus ocupaciones y hubiese cinco Carmelitas confesando.

Para animar y motivar a los jóvenes a que asistieran a misa, y comulgasen, se les premiaba con unos vales que les servían para poder disfrutar de las excursiones. Totalmente gratuitas, que se organizaban desde la catequesis. Salían dos autobuses de Almodóvar con los chicos y chicas a partir de catorce años, a ciudades como Córdoba, Granada, Sevilla…En dos ocasiones también, visitamos la Feria del Campo de Madrid. Para  muchos de ellos era una gran oportunidad de visitar estas ciudades por primera vez.

Pasábamos un día feliz, sobre todo ellos. Para nosotras quedaba la responsabilidad de que no les ocurriese nada y regresasen a casa, sanos y salvos.

Imaginaos, nosotras cuatro solas, para los dos autobuses; si en uno iba Juani con Luchi, en el otro viajaba Carmina con Pepita. Pasábamos lista siempre al bajar y subir los niños para que no se nos perdiese ninguno.

¡Cuanto les gustó la Alhambra! a ellos y a nosotras. Qué bien lo pasaron en la Feria del Campo, como era un sitio muy grande y no había peligro, podían moverse a gusto. Había, sin embargo un chico muy tímido que no se separaba nunca de nosotras, para nada. Avanzaban las horas, pasaba el día y él seguía allí, pegadito a nuestras faldas; su madre debió decirle: “Tú no te separes de las señoritas, no te vayas a perder”.

Una tarde en Ciudad-Real, estando con mi hermano en una cafetería; el camarero le dijo a Casto: “Pero si yo conozco a su hermana, si usted me dio a mi catequesis, si yo soy del tercer domingo”. En otra ocasión fue en Madrid, en el Corte Ingles. Un chico muy cariñoso le dijo a Carmina “Pero no se acuerda usted de mi, pero si usted me enseño todas las oraciones, si usted era mi catequista”. El último, hace solo unos días, en Carrefour en Puertollano: “Ustedes me  dieron a mi catequesis y luego íbamos de excursión y lo pasábamos muy bien”.

Y al ver que te saludan con ese cariño, entonces les preguntamos: “bueno y que ha quedado de todo ello…”  Nos contestó: “Si quieren ustedes que les diga… todos los domingos no voy a misa, pero algunos  si voy. Y sí me acuerdo. Me acuerdo de lo que ustedes nos decían”.

Las Puldain eran una personas excepcionales, no solamente en lo económico, sino en su esfuerzo personal. Ellas no tenían necesidad de hacer esto. Después de su trabajo o cuando llegaba un domingo, en lugar de descansar en casa, eran capaces de poner todo este proyecto en marcha, siendo ellas las primeras en trasmitir entusiasmo. Siempre querían estar anónimamente en todas sus obras.

P.- Recordamos la alegría y emoción, que todos los niños sentíamos ante aquella gran exposición de juguetes.

R.- Íbamos con ellos en Navidad a por los juguetes, a unos almacenes muy grandes en Madrid y también a  Onil en Valencia. Comprábamos de todo: trenes, caballitos, balones, cocinitas con sus cacharritos, juegos educativos y muñecas sin vestir. Nosotras las traíamos a Almodóvar y les hacíamos los vestiditos: jerseitos, con sus falditas, y sus chaquetitas, los gorros y botitas… Las vestíamos enteras. Para ello nos juntábamos un buen grupo: Chona, la hermana de D. Valentín Martínez, Hortensia, La madre de Maribel del Río, Teresa. Muchas, muchas. A todas nos hacía mucha ilusión.

Les colocábamos todos los juguetes como una gran exposición, en escalinata y con muchísima luz, lo que aportaba más fantasía aún.  Exponíamos, en la misma casa de las Puldain, en la calle Doctor Fleming, en una de esas puertas rojas grandes, abiertas y con un cristal, como los escaparates. Otras veces en casa de Maribel del Río en la parte de abajo, que había una gran nave.

Cuando llegaba el día de la entrega, les poníamos a cada juguete, su valor en vales, y los niños iban pasando y eligiendo en la medida que su número de vales le permitía. Nosotras con tanta emoción como los niños, al ver sus caritas de alegría.

Estamos hablando de unos años que no había tantos juguetes, para muchos este era el único regalo que recibían en Navidad.

P.- ¿Cómo eran ellas?

R.- Eran unas mujeres muy activas, trabajadoras, muy inteligentes y alegres, cristianas de verdad.

Eran empresarias. Aparte de la fábrica de harina, tenían tres gasolineras, una en EMPETROL, con muchísimo movimiento. La del “Caserío”, en la carretera, Dirección Ciudad-Real. Y la tercera, a la entrada de la capital “La Parrilla”. Llevaban la dirección y contabilidad, el papeleo de todas sus gasolineras… Recordamos un año en que regresábamos las cuatro de un viaje, desde Santiago de Compostela; venia Pepita conduciendo, de vez en cundo se tocaba el cuello, debía sentir un fuerte dolor de cervicales, aunque nunca se quejaba. Al llegar a Ciudad –Real, a la gasolinera de la Parrilla, aparcó el coche y nos pidió que la esperásemos un poquito, aprovechando para estirar las piernas, mientras que ellas se pasaron a la oficina con los papeles y poniendo al día todo, para continuar con el ritmo de trabajo.

Eran muy, muy trabajadoras. Unas personas que perfectamente podían haberse quedado en casa y vivir de las rentas y no lo hicieron,  seguían con su trabajo y compartiendo lo suyo, para poder ayudar a todos. Su generosidad no tenía límites.

Mirad, con nosotras, como amigas, no acabaríamos nunca de contar, cómo eran sus obras; hemos recorrido con ellas todos los santuarios Marianos de España, la feria de Sevilla, Alicante, donde tenían un piso y donde nos tenían a nosotras nuestro propio dormitorio para cuando íbamos. Nos dieron las llaves para que fuésemos nosotras dos cuando quisiéramos. Sus Hermanos les recomendaron, al comprarlo “Vosotras que sois dos solas, comprad un piso que sea grande, así podréis recibir muchas visitas y nunca estaréis solas”. Y es que toda la familia era así, no conocían el egoísmo. Nuestros viajes; imaginaos, las cuatro dentro del coche; comenzábamos rezando el rosario, luego rezábamos laúdes, y a la hora de aparcar, una oración al niño Jesús de Praga. Y aparcábamos. Nuestros viajes eran: rezos, risas y cánticos. ¡Cuántas vivencias, cuantos recuerdos! ¡Cuanta felicidad han aportado a nuestras vidas, a todos los que las han conocido!

Eran cristianas alegres y lo llevaban en todo su ser: sus risas, su alegría, su amabilidad y su exquisita educación, su forma de vestir, con aquellos vestidos vaporosos, de estampados grandes y coloridos, con el buen gusto y elegancia que ellas sabían tener.
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Realizar esta entrevista, ha sido para nosotras, revivir en compañía de Juanita y Carmina, años de infancia y juventud, emotivos y llenos de recuerdos; por lo que agradecemos su generosidad a la hora de compartir con todos nosotros, lectores de este periódico, ese tesoro que han vivido en primera persona y ellas siguen alimentando, llamado amistad.