El PrincipitoHace unos días, volví a leer El Principito. Lo he leído tres veces a lo largo de mi vida, aunque no recuerdo bien a qué edad lo leí por primera vez. Sí recuerdo no obstante que no llegué a comprenderlo plenamente. Me pareció un cuento bonito sin más. Fue después cuándo, en las dos ocasiones posteriores que lo leí, consiguió darme un sentido más aleccionador, incluso diferente y más amplio cada vez.

En esta última lectura me resultó revelador un pasaje. El Principito, después de viajar  por los diferentes planetas y encontrarse con habitantes insólitos, como el Rey vanidoso y un bebedor entre otros, siempre terminaba diciéndose: “Las personas mayores son decididamente muy pero que muy extrañas”.

Hasta que se encontró en un planeta con un hombre de negocios cuyo afán era poseer “cosas serias” porque él era un hombre serio. Cuándo El Principito supo que aquel hombre se sabía poseedor de las estrellas, él le dijo: “Yo poseo una flor que riego todos los días. Poseo tres volcanes que deshollino todas las semanas, pues deshollino también el que está extinguido. No se sabe nunca. Es útil para mis volcanes y es útil para mi flor que yo los posea. Pero tú no eres útil a las estrellas…”

Y el libro cuenta que el hombre de negocios intentó decir algo pero no encontró respuesta y el Principito se marchó de ese planeta diciendo: “Decididamente las personas mayores son enteramente extraordinarias.” Al leer este párrafo, me vino a la mente el anuncio de Aquarius, el que se realizó con  los internos de un psiquiátrico que hace Radio La Colifata y en el cuál,  uno de los colifatos al escuchar a otro decir que el mundo estaba loco, él responde con una voz serena y envolvente: – No. El ser humano es extraodinario-.

Realmente pensé y lo pienso ahora, que el ser humano, efectivamente, es extraordinario. Es capaz de hacer grandes cosas, sublimes, ingeniosas, pero también puede hacer cosas carentes completamente de sentido y absurdas en sí mismas, incluso nocivas o  envueltas en el papel de lo rutinario, porque se niega a preguntarse o escucharse a sí mismo si puede hacer algo mejor con su vida.

En algún momento, se nos ha dicho que debemos tomarnos la vida en serio, que no podemos dedicarnos a buscar flores por el campo sin más, sino que debemos sacarnos partido y hacer algo útil en la vida, y lo cierto es que nos pasamos prácticamente toda la vida buscándole sentido a nuestra existencia con el único fin de encontrar nuestro lugar y acomodarnos en él.

Pero ocurre a menudo que, obnubilados por lo fácil e inmediato, cometemos la torpeza  de escoger lo que no debemos, simplemente porque es lo primero y casi lo único que vemos, y como se suele dar la máxima de obtener pronto resultados económicos, lo que más nos preocupa a última hora para demostrar cuánto somos por el hecho de tener y poseer, nos convertimos en seres mediocres sin más, ahogando muchas veces nuestras auténticas posibilidades, no de hacer algo realmente extraordinario, sino de hacer aquello nos hace ser en sí mismo extraordinarios y auténticos.

Y es que, como también se dice en El Principito, “lo esencial es invisible a los ojos, sólo se ve bien con el corazón”;y son tantas y tantas las veces que vemos sólo con los ojos que, sin darnos apenas cuenta, nos cegamos ante la vida y cuánto podemos hacer de auténtico mientras vivimos.

Son muchas las personas que pueden verse caminar e ir por la vida con sus logros profesionales y con sus posesiones materiales, personas superficiales que en realidad sólo se dejan ver a través de esa pantalla que han creado de sí mismos, pero eso no les convierte en personas extraordinarias, lo extraordinario reside en aquello que se logra ser y hacer por uno mismo para los demás. De otro modo, vivir, carece completamente de sentido.

En definitiva, es lo que quería decirle El Principito al hombre de negocios que se creía poseedor de las estrellas. Por mucho que creyera poseerlas, no le era útil a las estrellas. No hacía absolutamente nada para que siguieran existiendo; luego su misión y su trabajo era pueril, energía derrochada en lo banal.

Con esto, lector, no pretendo ni mucho menos decirle que usted haya dedicado su vida en vano, ni que cuanto posea sea inútil o vacuo, pero sí pretendo decirle que si usted es extraordinario, es por la esencia que posee, aquello que le hace ser único y capaz de muchas cosas y  de darse la oportunidad de hacerlas y conseguir algo más en su vida, algo realmente auténtico y único, serán en su beneficio pero redundando en algo mucho más sublime: en beneficio de cuántos le rodean.
No dudo después de esta reflexión, que formamos parte de una cadena dónde cada eslabón es necesario para que otro se engarce y la cadena crezca y crezca hasta el infinito.

Pero es necesario que, para que sea una cadena fuerte y no frágil que pueda romperse a la menor contrariedad, la hagamos con lo mejor que tenemos cada uno.

Lo dicho, el ser humano, puede aparentemente estar loco, encorsetado en la rutina, acomodado en su bienestar, en su profesión, aferrado a una cuenta bancaria y viviendo en una bonita casa, pero realmente es extraordinario en sí mismo, capaz de muchas cosas,  pero debe mirarse a sí mismo no con los ojos, ciegos más de lo que creemos, sino con el corazón, dónde todo, absolutamente todo es visible.

No lo dude. Y siempre, siempre, hay algo más por hacer con nuestra vida…Se lo digo yo.