Contemplar en Dios al pobre y en el pobre a DiosLa personalidad de nuestro paisano San Juan Bautista de la Concepción vuelve otro año a brillar ante nuestra consideración en el Día de su Fiesta.

Juan Bautista, hijo de Almodóvar, con una historia concreta como cada uno tenemos la nuestra, pero con una personalidad especial.  Él vivó lo que todos podemos vivir; por ser bautizado estaba equipado de las mismas virtudes de fe, esperanza y amor que cada uno de nosotros. Pero su grandeza destaca porque esas virtudes las vivió de manera sobresaliente, heroica, total.

Nuestro Patrono vivió la existencia abierto a la Presencia viva, amistosa íntima de Dios, que eleva la mente, el corazón y los sentimientos a espacios infinitos  desde una  calma amorosa, y que hace  vivir en el Todo y por encima de todo.

Así escribía nuestro Santo: “Suelen decir que el agua más honda es más dulce, delgada y sabrosa. Y así quiere San Pablo (Gal. 5,25) que sustentemos nuestras acciones, con una vida que salga de lo hondo y escondido de nuestro espíritu…La vida del espíritu es vida y ser  divino, celestial y un agua de gracia comunicada de Dios”.

Cuando se vive, como San Juan Bautista de la Concepción, desde el Espíritu de Dios, aferrado a Él-dice nuestro Santo- “como el pulpo a la roca”,  surge un manantial de fuerza interior, de fecundidad, de imaginación apostólica, de renovación constante, rompiendo rutinas y apoltronamientos espirituales y de apertura y compromiso por hacer un mundo más bello a imagen del Creador.

De ese manantial interior, tan vital en nuestro Santo paisano, brotó todo el espíritu de la reforma  de la Orden trinitaria y  su obsesión personal de amor, especialmente a los pobres. Un amor tan  ferviente que le hace decir:

 “¡Oh qué mezcla tan divina: Dios y el pobre; contemplar en Dios al pobre y en el pobre a Dios … Ea, Señor, véate yo en el pobre, que el  pobre es mi hermano y hermano pequeñito”.

Cada bautizado/a estamos equipados, con la misma fuerza divina que tenía nuestro Santo, para realizar nuestra propia vocación personal  con la gracia de Dios y con “la gracia” que nosotros le pongamos.