D. Pedro López de la Manzanara, rector del Seminario Diocesano de Ciudad Real– Hemos invitado a D. Pedro López de la Manzanara, rector del Seminario Diocesano de Ciudad Real para que, en este Año Sacerdotal, nos acerque la realidad de nuestro Seminario.

– Con mucho gusto respondo a la invitación que me hacen los sacerdotes de la Parroquia de Almodóvar del Campo , para informar de la situación de nuestro Seminario en la actualidad. Más aún, agradezco esta oportunidad que se me da para acercar la vida del Seminario, corazón de la diócesis, a tantas familias y tantos cristianos que, nacidos o vecinos del pueblo  que es cuna de nuestro patrono, S. Juan de Ávila, oran, ayudan y se interesan por nosotros.

P.- A ver, en primer lugar, dinos … ¿qué es un Seminario?

R.- Como la misma palabra expresa, es una especie de ‘semillero’. Lo mismo que se cuida la humedad y el calor y el abono… en un semillero para que las semillas crezcan, y se hagan fuertes, y puedan desarrollarse y transplantarse…, también el Seminario es un ambiente en el que los gérmenes vocacionales encuentran el ‘clima’ propicio para, en libertad, desarrollarse y, algún día, poder servir en el sacerdocio a sus hermanos.

P.-¿Cuántos chicos viven hoy en el Seminario? ¿Son muchos?

R.-Pues actualmente hay 54 seminaristas. De ellos, 38 son del Seminario Menor y 16 son del S. Mayor. Además, hay otros 3 diáconos que están en sendas Parroquias y que serán ordenados sacerdotes el próximo 20 de marzo, en la Catedral de Ciudad Real.

Seminario de Ciudad RealP.- ¿Qué es eso de Seminario Menor y Mayor?

R.- Pues que el Seminario, tal y como lo tenemos en Ciudad Real desde hace 50 años, se compone de las dos grandes etapas de un Seminario. El Menor es el que acoge a los cursos más pequeños, de 1º de ESO hasta 2º de Bachillerato. Y el Mayor recibe a los que, pasando por el curso introductorio de Fundamentación, dan un paso adelante de cara al sacerdocio y recorren un camino de 6 ó 7 años, hasta que son ordenados.

Eso no quiere decir que vivamos todos juntos, pequeños y grandes. El Seminario es como un pequeño pueblo o aldea. Vivimos por comunidades o ‘barrios’. Está la comunidad de la ESO, que son los más pequeños, que son 15, de 1º y 2º de ESO. Después les siguen cuatro cursos, desde 3º de ESO a 2º de Bchto., que son 23 y forman la comunidad de Bchto. Otra comunidad es el curso de Fundamentación o Introductorio al Seminario Mayor y lo forman sólo 3 alumnos. Por último, los mayores, la comunidad de Teología, que son 13. En total, son 54 viviendo en el Seminario.

P.-Todo eso, con esas cuatro comunidades que tendrán horarios distintos y lugares distintos de convivencia, supondrá también personal de servicio  y mantenimiento, ¿no?

R.- Desde luego. Al servicio de todos ellos, para que se formen bien y sirvan algún día en nuestras parroquias aquellos que el Señor llame, y tengan la audacia de responder que sí, estamos: 6 formadores-profesores que vivimos permanentemente con ellos, cada uno responsabilizado de una sección o comunidad, pero todos corresponsables en la misma misión.

También hay una comunidad de 5 Religiosas Franciscanas de Ntra. Sra. del Buen Consejo, que sirven a nuestro Seminario, primero con su presencia de vida consagrada, pero también con servicios de enfermería, cocina, limpieza de capillas, lavandería, etc. Esta Congregación lleva ya más de 60 años en nuestro Seminario.

Se ocupan de la enseñanza 46 profesores, 23 en el Seminario Menor y 23 en el Seminario Mayor. Muchos de ellos somos sacerdotes (19) y el resto seglares, la mayoría desde un compromiso personal gratuito.

Y también componen esta familia del Seminario 9 trabajadores para cocina, mantenimiento, limpieza, portería… 

Equipo de fútbol de la Comunidad E.S.O. del SeminarioP.-¿Pasan muchos jóvenes al Seminario?

R.- El S. Menor es hoy por hoy la ‘cantera’ del Seminario, receptora eso sí de otros buenos fichajes, pero -hablando en términos deportivos- el “espíritu del club” lo respiran ellos, los que provienen del Menor, de abajo…, son años que van configurando un estilo y una forma de ser y de vivir como chavales cristianos… y que, luego, los que llegan a Fundamentación con 18 ó 20 se incorporan aportando también su ilusión de gente más hecha y decidida. Se funden en un nuevo grupo que se enriquece mutuamente.

Pero al día de hoy, la proporción de los que llegan al sacerdocio es del 30% procedente de Fundamentación (entrando mayores) y del 70 % procediendo del S. Menor (entrando de pequeño)… No hay que descuidar, al contrario, hemos de  potenciar las vocaciones de jóvenes en la etapa de posconfirmación, jóvenes universitarios u obreros que escuchan, si ‘ponen oído’, la llamada del Señor a entregar la vida por sus hermanos…

P.- ¿Qué hay detrás de estos números, ‘cincuenta y cuatro’, referidos a los seminaristas? 

R.- Pues que manifiestan el momento que vivimos. Es un momento ‘clave’ en la historia de nuestro Seminario. Estamos en ‘el fiel’ de la balanza… No es dramático, pero sí debe preocuparnos si nuestro Seminario no acoge un número suficiente de seminaristas capaz de suceder, en un futuro no lejano, a sacerdotes que han de jubilarse después de toda una vida entregada. En vuestro pueblo acaba de llegaros un sacerdote muy joven, recién salido, D. Ángel, que recibe toda la experiencia de vida sacerdotal de D. Leopoldo y D. Tomás, que llevan años sirviendo en la Parroquia. Pues eso ha sucedido siempre y debe, por bien de los cristianos, de la Iglesia y de la sociedad, seguir sucediendo.

P.- ¿Por bien de la sociedad?

R.- Sí, por bien de la sociedad también. Porque la Iglesia, los cristianos, somos para el mundo. Nuestra vida cristiana, si es verdaderamente evangélica, ‘le luce’ al mundo, le comunica sal y gracia, le da esperanza, pone el corazón de cada uno en la mano y recrea por dentro las relaciones personales de un pueblo, le da cultura, fiesta, hondura, relación… como este mismo “medio de comunicación” en el que escribo y que enlazará con mucha gente… Una comunidad cristiana en un pueblo es una bendición. Quitad la Iglesia en un pueblo y, al cabo de un tiempo, se notará. Será como un hogar sin lumbre, sin calor… Y si no hay sacerdotes, no hay eucaristía ni reconciliación ni paternidad sacramental… y la comunidad cristiana se debilita y… eso lo padece todo un pueblo.

P.- Volvamos al Seminario… ¿cuál es el ambiente que se respira entre los seminaristas?

P.- En primer lugar, yo diría que la atmósfera o “salud interna” de nuestro Seminario es “notablemente positiva”, de unos chicos, pequeños y mayores que progresan y maduran como hombres, como cristianos y en su vocación, con un ambiente de normalidad en el estudio, en la convivencia, en la oración, en el juego, en el deporte y otras actividades más artísticas, de acuerdo a sus edades, en ambiente de libertad y alegría, de ilusión y apertura seria en lo vocacional.

Ciertamente es llamativo conocer chicos jóvenes que, sin perder alegría y vitalidad, todo lo contrario, viven sus vidas con ideales y metas, con un sentido de gratuidad que contrasta con muchos modelos de comportamiento y orientación educativa que sólo piensa en uno mismo y en tener una vida más confortable…

Seminarista durante un momento de oraciónP.- ¿Cómo son los seminaristas de hoy?

R.-Pues son como “los chicos de hoy” en su sensibilidad, en sus gustos, en sus formas de vestir y de relacionarse… Comparten las mismas actitudes que la sociedad ‘les va pegando’ para bien y para mal. Por ejemplo, en los más pequeños, cómo no advertir que son más desinhibidos, abiertos, informales, alegres, espabilados, resueltos (se nota que están mejor alimentados y poseen más energías…, mientras son niños), pero al mismo tiempo tienen mucha dificultad en la concentración, en aceptar normas de convivencia, en tener ‘formas’…, en definitiva, son más “in-educados”.

En los estudios participan de la ‘flojera’ de una generación no exigida y desmotivada como la nuestra, sin hábitos de trabajo y esfuerzo…

Es lo mismo que veis en vuestras casas, colegios e institutos…, con la ventaja de que el Seminario aporta valores humanos como la disciplina, el orden, la sinceridad, la convivencia y deporte permanente, el silencio, la responsabilidad personal, la oración, la amistad, el cuidado de lo que es común…

En el Seminario Mayor se nota, desde luego, la madurez y el proceso formativo, la fuerza de una vocación que ‘conduce’ el camino de la vida, por que es el Señor quien va delante de aquel que ha elegido seguirle…

Son jóvenes de este tiempo y de esta cultura postmoderna, con una sensibilidad nueva y un espíritu de búsqueda más humilde, concreto y transformador.

Es verdad que tienen el ‘riesgo’ de la inestabilidad y provisionalidad en los compromisos, la infidelidad a la palabra dada…

Todo ello forma parte inconsciente como ‘chip’ incorporado a la personalidad actual. De ellos y de todos nosotros, aunque ellos estén más inermes. Es algo configurador, con consecuencias a veces dramáticas para todo compromiso adquirido de ‘por vida’, ya sea matrimonio ya sea sacerdocio ministerial. 

Pero, también, son jóvenes en los que el compañerismo, el compartir solidario, la honradez, la apertura y compasión ante el sufrimiento ajeno, la lealtad, la sana alegría, la capacidad de reconocer sus faltas y recobrar el sentido… están presentes en sus vidas.

 Jóvenes  ‘religiosos’ que  no les cuesta reza y celebrar, confesarse cristianos y proclamar su fe… Y todo esto sin perder por ello secularidad, trato normal con jóvenes de su tiempo, religiosos o amigos de infancia…

Eso hace que la comunidad de teología sea una comunidad fuertemente ‘vocacionada’, madurando en la vivencia -desde hace 25 años ya- de la “Bolsa Común” (=compartir los bienes personales), con una valoración grande de la vida sacramental, siendo la Eucaristía el centro del vivir personal y comunitario, por lo que se cuida y se valora.

Viven con afecto ‘eclesial’ sincero y profundo, con raíces teológico-espirituales, sin perder sentido crítico ante lo que afea el rostro de la Iglesia.

P.- ¿Cuál es la razón o causa en lo que llaman, hoy, “crisis vocacional”?

R.-Yo creo que la ‘cuestión de fondo’ no es otra que un planteamiento serio de la vida cristiana o, dicho en los términos en los que hoy se plantea, la cuestión es ‘vocacionalizar la pastoral’, que quiere decir, sencillamente, que es imposible que haya curas o religiosas o vidas consagradas… si no hay cristianos, si  no me encuentro, de verdad, en la vida con Cristo y llego a preguntarle en el fondo del alma ¿qué quieres de mí, Señor? ¿por qué estoy aquí en esta vida? ¿por qué me has creado?… Porque si Alguien me ha pensado y soñado, será para algo…

Claro que si Dios no es, si “no existe”, entonces es imposible que Alguien pueda haberme ‘llamado’… Ni a la existencia ni a la fe ni a nada y tengo que pensarme como puro azar, que ni sé de dónde vengo ni a dónde voy.

Ser cristiano es verdaderamente hermoso y lleno de sentido, es ver la vida con los ojos de Jesús. Él se sabía Amado eternamente y, por eso, su vida era Amar. Y nos dice: “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo, continuad amándoos… hasta dar la PROPIA VIDA”, bien en un matrimonio, en la vida consagrada, en el sacerdocio…, pero dar la vida. Porque la vida,  toda nuestra vida es un don, un regalo de Dios; y sólo desde Dios, desde la afirmación de que “Dios es”…, puedo entender mi vida como VOCACIÓN.   Esta es la gramática de la existencia, la verdad elemental de la vida…  Quien lo descubre encuentra el verdadero tesoro.

Pero si no hay esa conciencia de que, antes que otra cosa, “soy un llamado, soy vocación”, no es posible que pueda ‘escuchar su voz en mi corazón’. Porque no hay crisis vocacional, crisis de llamada a entregar la vida, lo que hay es crisis de escucha por tantos ruidos fuera y dentro de nosotros.

Pero mientras hay personas capaces de entregarse ‘a fondo perdido’, el mundo tiene esperanza. Como decía una canción: “¿Quién ha dicho que todo está perdido…? Yo vengo a entregar mi corazón”. Gracias

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Agradecemos a D. Pedro esta hermosa, inteligente y práctica exposición que ha hecho del Seminario y de la vocación. Y, sobre todo, a él y a todo el conjunto de personas que trabajan  en el Seminario, la Comunidad parroquial de Almodóvar os aplaude y agradece vuestra bella labor eclesial.