San Juan de ÁvilaAcabo de leer algunas cartas de San Juan de Avila. Hay varias cosas que me han llamado la atención.

En primer lugar: los destinatarios. Personas destacadas de su tiempo acuden a él para recibir una orientación y ánimo en la vida espiritual, como Ignacio de Loyola, Santa Teresa y San Juan de Dios.

En segundo lugar, las cartas son un verdadero tratado de vida espiritual para sacerdotes, religiosas, religiosos y laicos. Para todos tiene una palabra iluminada y orientadora.

El Santo va a insistir en los valores esenciales de la vida cristiana: seguimiento de Cristo, ascesis, oración y sacramentos.

En el epistolario se refleja su propia vida, un hombre entregado a Dios y a su ministerio. Es más, en sus líneas aparecen las grandes inquietudes de la Iglesia de su tiempo. Por eso leer las cartas de Juan de Ávila nos permite bucear en su propia alma y en el ambiente eclesial que lo rodea.

Como estamos en el Año Sacerdotal, he sacado algunos pensamientos sobre esta realidad.

No todo el mundo puede leer sus obras, una editorial española y de mucho prestigio, nos las ofrece. Pero sí podemos saborear esta pequeña selección de pensamientos sobre el Sacerdocio.

  • “Más querría ver a los estudiantes con callos en las rodillas de orar, que los ojos malos de estudiar”
  • “Relicarios somos de Dios, casa de Dios, y, a modo de decir, criadores de Dios; a los cuales nombres conviene gran santidad”.
  • “Luz del mundo y sal de la tierra” nos llama Cristo: lo primero, porque el sacerdote es un espejo y una luz en la cual se han de mirar los del pueblo, y, viéndola, conozcan las tinieblas en que ellos andan y remuerda en su corazón diciendo: “Por qué no soy yo bueno como aquel sacerdote?”. Y llámanse sal, porque han de estar convertidos en un sabrosisimo gusto de Dios: tanto, que el que los tocare con la habla y conversación, por derramado que esté y desgustado de las cosas de Dios, cobre el gusto de ellas y pierda el gusto de las cosas malas”.
  • “No sé con qué conciencia puede tomar este oficio quien no tiene don de oración, pues que de la doctrina de los santos y de la Escritura divina parece que el sacerdote tiene por oficio orar por el pueblo”.
  • “Este orar, para ser bien hecho, pide ejercicio, costumbre y santidad de vida, apartamiento de cuidados, y, sobre todo, es obra del Espíritu Santo y don suyo particular”. 
  • “Si hubiese en la Iglesia corazones de madre en los sacerdotes, que amargamente llorasen de ver muertos a sus espirituales hijos, el Señor, que es misericordioso, les diría lo que a la viuda de Naín: “No quieras llorar”. Y les daría resucitadas las ánimas de los pecadores”.
  • “La oración, donde hay mucha bachillería, nunca sale bien”. 
  • “Cualquier oficio, por bajo que sea, en la casa de Dios nos viene muy ancho”. 
  • “Vida espiritual es entendimiento ilustrado y voluntad inflamada para con Dios”. 
  • “Esté sobre aviso, que, si es pregonero de Cristo, ha de ser probado”. 
  • “Dé, padre, voces, délas muy grandes, que no hay bien sin Dios, no hay hermosura sin Dios”.