MAGNIFICATProclama mi alma la grandeza del Señor
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho grandes obras por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

 
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.  

María celebra con el cántico del Magnificat las maravillas que Dios realizó en ella.

El cántico es la respuesta de la Virgen al misterio de la Anunciación: el ángel la había invitado a alegrarse; ahora María expresa el júbilo de su espíritu en Dios, su Salvador.

Su alegría nace de haber experimentado personalmente la mirada benévola que Dios le dirigió a ella.

Frente al Señor, potente y misericordioso, María manifiesta el sentimiento de su pequeñez: “proclama mi alma la grandeza del Señor…porque ha mirado la humillación de su esclava”.

María presenta su situación de pobreza y la conciencia de su pequeñez ante Dios que puso su mirada en ella, joven humilde de Nazaret, llamándola a convertirse en la madre del Mesías.

En cuanto a su género, el Magnificat es un cántico de acción de gracias individual en forma de himno, que se adapta bien a la situación de la persona de quien lo pronuncia si se tiene presente no sólo el encuentro de María con Isabel, sino sus circunstancias y los sentimientos que la animan a partir de la aparición del ángel.

El Magnificat es como la fotografía del corazón y del alma de la Virgen.

Es el espejo más fiel de su alma, el secreto de su grandeza y de su humillación.

Si ella ha sido elevada tan alta en los planes de Dios, se debe a que ha sabido colocarse en el último lugar.

Cada cristiano ha de hacer suya esta actitud de María y es llamado a hacer propio este cántico: el cántico del pobre, del verdadero hombre de fe.

El canto es fruto del alma contemplativa de la Virgen; en él se manifiesta María, la orante, la mística; es el canto de la alegría y la gratitud a la fidelidad del Padre, que obra siempre maravillas en los pobres.

La Virgen guardaba la palabra de Dios en su corazón y vivía todo lo que ahora proclamaba: por eso, el Magnificat es el cántico de su corazón.

En María encontramos el mejor ejemplo de humildad-verdad como canta en el Magnificat: María ve su pequeñez, Dios mira su humildad.