Narciso YepesDice la Biblia que Jesucristo “gustó la muerte para bien de todos” (Hebr. 2,7).

En Cristo la vida ha adquirido un sentido y una esperanza infinitos.

Vivir en Cristo y desde Cristo es haber entrado en una vida que no tiene final ni ocaso.

Desde la unión íntima y sentida con Cristo  la existencia de la persona es haber iniciado una antesala del cielo y la muerte es un “pasar de este mundo al Padre” (ver Juan 13,1).

Para lograr esta belleza del existir hace falta  entrar en profundidad en la vida en Cristo y no un simple decir “creo”, que se traduce en acordarse alguna que otra vez de Dios y vivir la vida en la práctica como si Dios no existiera.

La fe es una transformación, transfiguración del pensar, sentir y ver de cada hombre y mujer creyente.

Si no hay fascinación y unión con ese modo nuevo de vida, la fe queda como un apéndice insignificante ante la lucha diaria del vivir, del dolor y de la muerte.    

He leído este precioso testimonio de una entrevista hecha a Narciso Yepes, el gran guitarrista español.

He aquí el texto, aparecido en la revista Época:

– “Yo supongo que Dios no se repite.

Cada hombre es un proyecto divino distinto y único; y para cada hombre Dios tiene un camino propio, unos momentos y unos puntos de encuentro, unas gracias y unas exigencias.

Y toda llamada es única en la historia.    

Así como hasta entonces Dios no contaba nada en mi vida, desde aquel instante no hay nada en mi vida, ni lo más trivial, ni lo más serio, en lo que yo no cuente con Dios.

Y eso en lo que es alegre y en lo que es doloroso, en el éxito, en  el trabajo, en la  vida familiar, en una pena honda como la de que te llame la Guardia Civil a media noche  para decirte que tu hijo ha muerto”.    

– Esa noticia, ese desgarro, ¿no le hizo encararse con Dios y… pedirle explicaciones?, ¿lo aceptó a pie firme?

– “¿Pedirle explicaciones? ¿Por qué iba a hacerlo? Sentí y sigo sintiendo todo el dolor que usted pueda imaginarse… y más.

Pero sé  que la vida de mi hijo Juan de la Cruz estaba amorosamente en las manos de Dios… Y ahora lo está aún con más plenitud y felicidad.

Por otra parte, cuando se vive con la fe y de la fe, se entiende mejor el misterio del dolor humano.

El dolor acerca a la intimidad de Dios. Es… una predilección, una confianza de Dios hacia el hombre”.    

– Dios trata duro a los que quiere santos…

– “Pues… sí. Así es. Pero no es el trato duro, áspero e insufrible de un todopoderoso tirano, sino… ¿sabré hacerme entender?, la caricia de un padre que se apoya en su hijo.

Y esa caricia… limpia, sosiega y enriquece el alma.

Y se obtiene la certeza moral y hasta física de que
la muerte ha de ser un paso maravilloso: llegar, por fin, a la felicidad que nunca se acaba y que nada ni nadie puede desbaratar…

                ¡Empezar a vivir de verdad!”

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Precioso testimonio para leer y releer y, unido a nuestra vida de fe plenamente vivida, hacernos testigos cada uno, dentro de este mundo, de una existencia  bella, que colma las ansias inmensas del ser humano, el hambre de inmortalidad, que va metida en los tuétanos de nuestro cuerpo y de nuestra de alma.