Como flores de PascuaSiempre me ha gustado la Navidad. Sí, ya sé que el modo en el que vivimos la Navidad en esta sociedad nuestra, cada vez más superficial y pagana, no pone fácil despojarse de sus adornos y ver su auténtico sentido; pero ahí reside precisamente la necesidad de acudir al rescate de su esencia y de cuánto debe representar en la convicción de un cristiano.

No es la primera vez que hago alusión al hecho de ese sentir cada vez más colectivo de aquellos que, al llegar las fechas navideñas, dicen: No me gustan las navidades. Son un follón y estoy deseando que pasen.

Cada cual analizará y sopesará sus motivos, desde luego, pero creo que quien afirma esto es porque basa su Navidad en esas rutinas que se acostumbran a hacer esos días, tales como copiosas comidas con familiares con los que por razones demasiado consolidadas no se llevan bien, gastos en regalos que nunca se tiene la certeza de que vayan a gustar, la compra de esa lotería que casi nunca les toca, pero que cada año ven cómo han desembolsado una cuantía considerable e incluso más que el año anterior; por no hablar de esos villancicos dicharacheros que  escuchan  por todas partes y  que les cuentan la historia de un niño nacido en Belén, de la que por otro lado, cada vez se enajenan más porque la inercia de la sociedad les empuja a no creer en nada

Lo malo de este sentir y del envoltorio en el que empaquetan la Navidad es que, como pasa con tantas otras cosas, la mentira así como la distorsión de la realidad se cree a pies juntillas, mientras que la verdad y la revelación de algo auténtico, en cambio, se discute, se rebate, se juzga e incluso se rechaza. Somos así de inteligentes, o ¿tal vez necios?

No sé quien ni dónde se escribió que en Navidad debemos hacer cosas diferentes o ser diferentes al resto de año.

Hemos entrado en una dinámica tan del “porque sí” que ni siquiera tenemos respuestas contundentes para aquellos que nos preguntan por qué nos gusta la Navidad y por qué la celebramos con ilusión.

Bueno, pues, detengámonos a pensar un poco en ello.

Al menos yo voy a intentar en estas líneas dar rienda a la reflexión, porque es una pena que imperen los eufemismos sin darle opción a aquello que verdaderamente se celebra y adquiere total sentido.

Como flores de PascuaMe voy a permitir contarles una pequeña leyenda sobra la flor de Pascua, esa plantita que se compra por estas fechas para adornar nuestros hogares.

Cuentan que cuando Dios creó la naturaleza y se recreó en ella, dio la oportunidad a cada planta y cada flor de que eligiera una época del año en la que florecer y mostrar todo su esplendor.

Así, todas y cada una de ellas, daban su mejor aroma y color, siendo siempre elegidas por la mano del hombre que en ellas veía la belleza de la naturaleza; todas menos la pequeña plantita de flor diminuta que, aún esforzándose en crecer y dar lo mejor de sí misma, nadie la escogía porque no lucía flores hermosas y sus hojas verdes eran igualmente pequeñas

Aún así ella no decaía, cada año crecía e intentaba florecer con la esperanza de ser escogida.

Viendo esto Dios, le dijo:

-Me gusta tu generosidad. Te esfuerzas por dar tus dones a pesar de no ser escogida. Voy a darte un don más.

Y derramando Dios unas gotas de su sangre sobre las hojas de la planta, la tiñó de un rojo hermoso que la dotó de una belleza tan diferente que, inmediatamente, el hombre también la escogió.

Ella, contenta y sintiendo en su savia los dones que Dios le había otorgado, decidió mostrar todo su esplendor en una época donde no lo hacían muchas otras flores y plantas,   por  Pascua, tomando también así su nombre y dando esa tonalidad  roja y verde   a la Navidad, dos colores, el rojo y el verde, que significan la sangre siempre renovadora de Dios y la esperanza que siempre trae la fe.

Leyenda o no, lo cierto es que su simbología es muy  acertada pues, eso es realmente lo que debe sentirse en Navidad, lo mismo que hace el espíritu generoso de la planta a la hora de florecer y dar lo mejor de sí misma.

Toma la sangre de Dios y tiñe sus hojas para mostrar la belleza de la vida, de la existencia en sí misma para luego darse a los demás. Se mantiene igualmente verde y vigorosa porque siente la fe poderosa y la presencia de Dios en ella, y nada perturba su ilusión y alegría.

Así debemos ser nosotros, los que nos hacemos llamar cristianos, como flores de Pascua teñidos de Dios y de su  esperanza porque, en realidad, lo que celebramos es  precisamente el nacimiento de su Hijo en la tierra, sangre de su sangre y la esperanza hecha carne; algo que debemos hacer en Navidad.

Portal de BelénSimplemente debe ser una reafirmación, un enraizamiento aún mayor que no está de más celebrar con júbilo o incluso compartirlo con los demás en torno a una mesa con una bandeja de turrones. 

No debe acobardarnos demostrarlo con nuestras pequeñas tradiciones  tales como poner el Belén en nuestros hogares, cantar villancicos o acudir a la misa del gallo del día de nochebuena.

Dios nos quiere alegres, no hastiados y sabe que el hombre, en su humanidad, tiene un corazón festivo.

Por tanto, nada debe impedirnos darnos a nosotros mismos en estos días a pesar de los falsos brillos y el modo en que se desvirtúa la Navidad.

¿Cómo debemos ser en Navidad, entonces?

Pues lo dicho, como flores de Pascua,  impregnados del amor de Dios para dárselo a los demás, y esperanzados porque Jesús nació hace más de dos mil años con humildad, cuando bien pudo hacerlo con lujos y riquezas, para mostrarnos el camino de la fe y la salvación.

Esta es la respuesta, la única y contundente que un cristiano debe tener ante ese “porque sí” en el que viven muchos su Navidad.

Si aún así, no logra convencer, amigo lector, tranquilo.Como bien dice el dicho, obras son amores y no buenas razones. Viva en consecuencia, dé sus mejores colores y su mejor esencia y que cada cual, a su alrededor, tome lo que necesite. Quien da lo que tiene, no está obligado a más.

A mí solo me queda desearles un año nuevo y una FELIZ NAVIDAD y mandarles con la imaginación la mejor Flor de Pascua escogida del jardín de Dios para cada uno de sus hogares.

QUE EL AMOR DE DIOS Y LA ESPERANZA PREVALEZCA EN VUESTROS CORAZONES EN NAVIDAD Y EL RESTO DEL AÑO.