Hoy tengo una cita con el SeñorSeñor, he consultado la agenda y no puedo seguir posponiendo por más tiempo la cita que tenemos pendiente. Yo también, como el levita o el sacerdote, doy rodeos, consulto el reloj y… en definitiva, paso de largo.

Hoy no quiero que la agenda de mis ocupaciones y preocupaciones
impidan el encuentro contigo, hoy…

Hijo mío,
no quiero que abandones tu agenda…
Ve a por ella, ábrela,
quiero programar contigo el día de hoy:

En cada cita pendiente hay una Buena Noticia…
¡Descúbrela!
En cada acontecimiento que hoy te toque vivir hay una gracia.

¡Disfrútala!
Y, en especial, en cada persona con la que hoy debas encontrarte
hay un hermano.
¡Reconócelo!

Hijo mío,
no te agobies más:
Más que ocuparte por “cumplir” con todas tus citas,
preocúpate por hacer de ellas un encuentro conmigo.
Más que ocuparte por “rentabilizar”
todos y cada uno de los acontecimientos del día,
preocúpate por descubrir la oportunidad que he puesto para ti.
Más que ocuparte por “quedar bien” delante de las personas,
preocúpate por reconocerme en cada una de ellas.

Y cuando no llegues a más,
cuando el cansancio pueda más que tú,
cuando pienses que al día le faltan horas…
entonces sí, entonces cambia de estrategia
y deja que yo me ocupe de tus cosas
mientras tú te preocupas de las mías…

Gracias, Señor. No volveré a cancelar ni una cita más para quedar contigo, pues en cada circunstancia y, sobre todo, en cada persona,

Tú te haces presente.

Gracias, Señor. A partir de ahora mi agenda y tu Palabra trabajarán como socias, para hacer de cada día un encuentro gozoso contigo.

Sí, Señor, ya lo he comprendido. Hoy y todos los días de mi vida
tengo una cita pendiente contigo, una gran Cita que ni puedo ni debo ni quiero aplazar nunca más.