La vida empieza, pero no termina«Nada perece en el Universo: cuanto en él acontece no pasa de meras transformaciones»: Pitágoras.

La vida se nos da y la merecemos dándola: Rabindranath Tagore

Este mes de noviembre no deberíamos recordarlo como el mes de los difuntos, sino como el mes de los vivos de verdad porque la vida empieza, pero no termina nunca. Simplemente cambia la forma de vivirla. Nada desaparece, nada vuelve a la nada.

La idea de inmortalidad y el ansia de vivir para siempre, atraviesa toda la historia de la humanidad. Responde a la aspiración más profunda de todo ser vivo, y más aun de los que son víctimas de la desgracia, del sufrimiento de la impotencia, de las injusticias…, y los males de este mundo.

La idea de inmortalidad y de vida después de esta vida atraviesa toda la Biblia, y en Jesucristo adquiere su máxima concreción, manifestándola en dos dimensiones:

Inmanente, o compromiso con la vida en este mundo, para que todo ser humano pueda vivir y vivir dignamente. Toda la tarea concreta del día a día de Jesús fue mejorar las condiciones de vida de todas las personas que encontraba o acudían a El, curando enfermos, consolando a tristes, defendiendo a débiles, alimentando a hambrientos, liberando de ataduras a oprimidos por la religión o el poder. El mismo dice por qué y para qué lo hace: «Yo he venido para que todos tengan vida y la tengan en abundancia«, (Juan 10, 10)

Trascendente, abriendo el horizonte a una vida en plenitud y definitiva, mejor y más feliz que la de este mundo. Unas veces lo expresa de forma simbólica, comparándola con una gran cena, con un tesoro que llena de alegría a quien lo encuentra, con un banquete de bodas. Otras veces habla explícitamente de vida eterna, como en:

La vida empieza, pero no termina

JUAN 3,16: «Porque tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo único, para que todo el que cree en El no perezca, sino que tenga vida eterna.«

JUAN 3,36 – «El que cree en el Hijo tiene vida eterna«

JUAN 5,24 –»El que oye mi palabra y cree al que me ha enviado tiene vida eterna«

Otras veces plantea explícitamente la resurrección, como en:

Juan 11, 25: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mi aunque haya muerto vivirá, y todo el que vive y cree en mi no morirá para siempre«.

Juan 5,29: «Los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida«.

Lucas 14,12-14: «Cuando ofrezcas una comida o una cena, no invites a tus amigos o hermanos o parientes o a los vecinos ricos; porque ellos a su vez te invitarán y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, mancos, cojos y ciegos. Dichoso tú, porque ellos no pueden pagarte; pero te pagarán cuando resuciten los justos.

El mismo Jesús por tres veces anuncia que va a ser perseguido y condenado a muerte, pero siempre añade EXPLÍCITAMENTE que resucitará: Mateo 17,22 y 20,19; lo mismo en Marcos 9,30 y en Lucas 18,33.

Así pues, la muerte no parte la vida en dos mitades, sino que es el paso de una orilla de la vida a la otra orilla. Es toda una misma y única vida. Jesús quiere vida para todos y para siempre, para aquí, y desde aquí para siempre.

Por tanto, aquí estamos para luchar por la vida, vida lo más plena y gratificante posible para todos, y para toda la creación, como nos enseñan San Pablo «La creación entera esta aguardando la manifestación plena de los hijos de Dios para participar ella misma en su gloriosa libertad«; y San Juan en el Apocalipsis: «Y vi un cielo nuevo, y una tierra nueva: porque el primer cielo y la primera tierra han pasado… Y oí una gran voz del cielo que decía: esta es la morada de Dios con los hombres. Dios estará con ellos: enjugará las lágrimas de todos los ojos, y ya no habrá muerte, ni llanto, ni gritos, ni dolor, porque el primer mundo ha pasado, y mira que hago un universo nuevo«.

La vida empieza, pero no terminaConclusiones:

  • Luchar porque todo ser humano tenga vida en abundancia: fuera injusticias, abusos, explotaciones, desigualdades, muertes injustas y prematuras. Al contrario: vida digna y gratificante para todos y toda la creación.
  • Cuidar y cultivar la vida de toda la creación: los animales, las aves, los peces, los árboles, las plantas, las flores a las que Dios viste de gran belleza como nos enseña Jesús (Ver Lucas 12,27). Nunca utilizarlos ni jamás hacerles sufrir sin necesidad. Ver Génesis 2,15.
  • No traficar con los seres humanos, ni con sus órganos, ni con sus cuerpos muertos o asesinados: Que nadie tenga que vender sus propios órganos como en la India, para poder comer. Nada de engordar a niños para matarlos, despiezarlos y vender sus órganos, como parece que hacen los Caballeros Templarios en México, o en China con los condenados a muerte. Muchos se enriquecen con los órganos humanos extraídos a los más pobres y desesperados, sobre todo niños pobres, de la calle, sin nombre a los que luego se liquida, incluso antes de que despierten de la anestesia.

Los niños de la calle son la reserva de la mafia de órganos humanos. Son muchos los niños que desaparecen de repente, sobre todo en los países pobres como Nicaragua donde desaparecen cada año unos 400 niños, Vietnam, Costa Rica, Colombia o Mozambique, etc. La OMS calcula que el 10% de los más de 100.000 trasplantes anuales en el mundo se practican con órganos procedentes del comercio ilegal. Quien tiene dinero y poder se aprovecha de los pobres. Veamos lo que pasó en España: «un rico político libanés, Akouche, de 61 años y alcalde de la localidad libanesa de Kharayeb, ofreció 40.000 euros a inmigrantes irregulares en España por una parte de su hígado. Una ONG de Valencia denunció esta operación frustrada. Nueve personas estuvieron dispuestas a donar su hígado por 40.000 euros» (el País 12/03/14)

  • La vida empieza, pero no terminaAbolir la prostitución y el turismo sexual. Comerciar con el cuerpo de los demás es hacerlo con lo más sagrado de la persona.
  • Seguir amando desde la otra orilla dando vida desde la nueva vida, haciendo donación de todos nuestros órganos y de nuestro cuerpo para la investigación médica. En España somos un gran ejemplo en este sentido, pues durante 2013, hubo más de 4.200 trasplantes, el más frecuente el renal, seguido del hepático.
  • Admirar y agradecer a Dios la gran maravilla de la vida, incluso en nuestro propio cuerpo, pues permaneciendo siempre como persona única e irrepetible, adquirimos un esqueleto nuevo cada 3 meses, la piel se renueva cada mes, las células que recubren el estómago cada 4 días y las que están en contacto con la comida cada 5 minutos. Los 250 gramos de médula ósea que tenemos cada uno, son capaces de fabricar cada día 200.000 millones de células nuevas de glóbulos rojos, cada uno de los cuales contiene 280 millones de moléculas de hemoglobina. Sin embargo seguimos siendo la misma persona irrepetible durante toda la vida: ¿qué hay que da continuidad a nuestro ser personal durante tantos años y a través de tanta transformación? Realmente somos algo maravilloso. ¿Por qué estando tan bien hechos nos tratamos a veces tan mal a nosotros mismos y a los demás? Hagamos nuestra la recomendación de Tagore: merecer la vida dándola a los demás como Jesús la dio por nosotros hasta el compromiso total, ganándola con la resurrección para siempre para El, para todos los seres humanos y para toda la creación.

Los hermanos, a los que no deberíamos llamar difuntos, sino vivos para siempre porque ya están en las manos de Dios y no necesitan nada de nosotros, lo único que nos piden es que pongamos pan en la boca del hambriento, agua en la lengua del sediento, ropa en el cuerpo del que tiene frío, cuidado en el que está enfermo, acogida en el inmigrante, compañía en el encarcelado. Es decir: justicia, igualdad, fraternidad, solidaridad, vida, esperanza, amor para todos y para todo, pues Dios no nos necesita para ellos, sino que nos necesita aquí y ahora para los vivos y necesitados de este mundo.