Image Julián,  fue un niño que, como todos los niños, creyó a pies juntillas en los Reyes Magos y en la  Navidad. Sus padres, siendo muy pequeño, le dijeron que el niño Jesús había nacido en un pequeño pesebre en Belén y que por ser el hijo de Dios, una estrella guió a unos Reyes Magos de Oriente hasta ese pesebre para traerle oro, incienso y mirra.

    Todas las navidades, Julián se ponía muy contento porque creía que al tiempo de celebrar el nacimiento del niño Jesús, tal y como le habían contado sus padres, los Reyes Magos seguían viniendo de Oriente para traer presentes a los niños. Estuvo convencido durante algunos años de que esos personajes mágicos, realmente venían a su casa y le traían regalos. Y no sólo a él, sino también a otros niños, aunque todo dependía de cómo se portaran, naturalmente. Esto también formaba parte de su creencia particular. Si eran buenos, los Reyes traían juguetes, sino, carbón. Pero como a él, nunca le trajeron carbón, eso sólo significaba una cosa; que se portaba bien durante todo el año y por eso tenía su recompensa y cuánto pedía en su carta. Y con esa idea y esa ilusión, Julián estuvo hasta justamente los diez años. Ni uno más ni uno menos.

    Un buen día, al volver al colegio después de las vacaciones de Navidad,  a Julián le dijeron en el recreo que los Reyes Magos no existían y que le habían engañado. Sus amigos, empezaron a decirle mil cosas sobre esos magos en los que tanto había creído. Ese día, Julián llegó a casa triste pero también muy enfadado.

    – Sois unos mentirosos papá y tú, dijo enrabietado a su madre. Me habéis mentido. Los Reyes Magos, ¡ no existen¡, chilló.

    Su madre, que creía en la Navidad y en todo lo que representaba pero también en la magia de los Reyes Magos, entendió que era tiempo de contar a su hijo la verdad sobre esa magia. Quiso que Julián supiera que no existían físicamente pero que, sin embargo, si existían de alguna manera en el corazón.

    – Mira hijo, Los Reyes Magos representan más de lo que parece. Existieron cuándo nació el niño Jesús y le llevaron, como sabes, oro, incienso y mirra hasta el portal de Belén. Ahora, ciertamente, no existen de carne y hueso, pero si los buscas dentro de ti, ahí están. Tú  puedes ser un Rey Mago y regalar ilusión a los demás. Ya eres mayor y puedes hacerlo si quieres…

    Julián sabía perfectamente quienes fueron los Reyes Magos, pero en ese momento sólo entendió que esos magos no existían y que le habían engañado. Todo lo demás, ni tan siquiera lo escuchó. Su desilusión fue tremenda .Se dijo:

    – Me he portado bien para nada.

    Se marchó a su habitación, y allí, entre sus juguetes, tomó la peor de las decisiones: decidió no portarse bien y hacer lo que le viniera en gana.

    Y así Lo hizo. A partir de ese momento, se convirtió en un niño desobediente, travieso y mal estudiante. Los profesores no daban crédito a tanto cambio, nunca hacía los deberes y se peleaba constantemente con sus compañeros de clase.

    Sus padres empezaron a disgustarse y a preocuparse. Los profesores empezaron a perder la paciencia y les mandaban constantes notas advirtiéndoles y poniéndoles sobre aviso del mal comportamiento de su hijo Julián. Disgustada, La madre pensó:

    – ¿Por qué Julián ha cambiado tanto? ¿Será la televisión?

    – No, no puede ser, razoné.

    – ¿Será algún amigo suyo que le da mala influencia? Tampoco puede ser, los conozco a todos y son buenos niños.

    Y siguió reflexionando durante un tiempo. Los padres hablaron y hablaron pero no conseguían entender a su hijo.

    Llegó otra vez la Navidad, y fue entonces cuándo la madre de Julián, reparó en algo. Julián justamente empezó a cambiar después de Navidad.. . Qué ocurrió en aquellos días?.

    Y, entonces, recordó aquel día en el que su hijo vino muy disgustado del colegio porque había descubierto la verdad sobre los Reyes Magos. Recordó la conversación que mantuvo con él y lo desconcertado que se quedó.

    Decidió hablar con él. Esperó a que Julián llegara del colegio y en cuanto entró por la puerta, lo llamó:

    – Julián, quiero hablar contigo.

    – Ahora no, mamá. Estoy cansado, dijo Julián.

    – Julián ven, es importante.

    – Jo, vaaaleeee.

    Y sentándose frente a él, le dijo:

    – Julián, sé que te pasa algo. No eres el mismo. Te portas mal y tú, antes, no eras así… ¿ estás enfadado por algo?

    – ¿Yooo…?, nooo, qué va, se defendió Julián.

    – Sí, yo sé que te pasa algo.

    Julián, empezó a ponerse algo inquieto.

    – Bueno es que….

    – Cuéntameto, hijo.

    – Es que. …siguió balbuceando el pobre niño.

    – Dime lo que sea, te prometo que no voy a reñirte.

    – Está bien. Vale.

    Y tomando aire, con la cabeza cabizbaja y todo mohíno, se lo contó a su madre.

    – Es por lo de Los Reyes Magos. Cuándo todos me dijisteis que no existían de verdad, me desilusioné. Todos me dijisteis que dejara de ser un niño. Y es lo que he hecho, ya da igual que me porte bien o mal.

    La madre, confirmó su sospecha pero aún así, no comprendió bien en ese momento lo que Julián le decía.

    – Hijo, cuando tuvimos aquella conversación, algo no te quedó claro ¿qué fue?, insistió la madre.

    – No sé, supongo que saber la verdad no me gustó, dijo con simpleza.

    – Pero hijo, es que yo no te dije que los Reyes Magos no existieran, le dijo con rotundidad y a la vez con dulzura.

    – ¿ Queeeee?…, ¿ Cómo que no?, si me dijiste  qu q u eee…., tartamudeó a la vez que se quejaba.

    – Si tienes razón, te lo dije pero no entendiste bien, dijo su madre toda misteriosa. Existen, ¡ vaya si existen¡ , exclamó.

    El niño, en ese momento no comprendía absolutamente nada.

    – ¿ Entonces…..?, preguntó de nuevo Julián muy desconcertado.

    – Yo, aunque no te lo creas, creo en los Reyes Magos, afirmó la madre toda alegre.

    – ¿ Túuuu…?, pero, mamá…¿ me tomas el pelo?, ¿ Si tu no eres una niña?.
La madre, acariciándole el pelo, dijo sonriendo a su hijo:

    Y que más da….no hay que ser niño para creer en la magia de Los Reyes Magos. Por algo es magia. Da igual si se es grande o pequeño…

    – Pues, explícamelo porque ahora si que no entiendo nada…. Y se lo explicó.

    – Los Reyes Magos existen según quieras tú o no. Si decides no creer, entonces no hay magia, pero si decides creer, ten la seguridad de que el espíritu de los Reyes Magos, aquel que les llevó guiados por una estrella hasta los mismos pies del niño Jesús  hará de ti un mago especial que dará ilusión y felicidad a todos aquellos que tu corazón quiera.

    Esa vez, Julián ya se mostró más despierto y decidido a entender lo que su madre trataba de hacerle comprender.

    – Entonces, ¿Yo puedo ser mago si quiero?….repitió.

    – Sí .Tú, yo…cualquiera que tenga un corazón generoso. Los Reyes Magos, existen en el corazón. Y cuánto más generoso es el corazón, más existen.

    Y tratando de explicárselo aún mejor, continuó:

    – Para mí, Los Reyes Magos son la alegría y el amor de la Navidad,  por eso  yo soy un poco maga porque consigo dar felicidad y amor a todos aquellos a quienes quiero con un sencillo regalo. Y no sabes lo que me gusta ver las caras cuándo abren mis regalos…es entonces y sólo entonces cuándo se que de hecho de verdad magia., que mi alegría por ser Navidad le llega a todos los que quiero…

    Julián, después de escuchar con atención a su madre, recapacitó en silencio. Luego, como si hubiera descubierto la luna, dijo:

    – Ahhhh, dice Julián, ya lo entiendo. Entonces la magia de los Reyes Magos está dentro de mí, en mi corazón, ¿ no? y si yo soy un Rey Mago para los demás, pasa lo que tu dices, ¿ no, mamá?.

    – Eso es…la magia la haces tú, papá, tu hermano, yo…y mucha más gente. Por eso existen los Reyes Magos. Esa es la verdad que debes entender y en la que creer con fe, Julián. Además, piensa que en la misma proporción que haces felices a los demás, le haces feliz al Niño Jesús. Por algo te has convertido en “Rey Mago”.

    El niño, no lo había pensado nunca de aquella forma. Tampoco sus amigos se lo habían explicado así.

    – Me gusta mamá, eso de ser Rey Mago me parece genial.

    La madre, satisfecha, le sonrió.

    Así me gusta…verás que Reyes Magos vamos a celebrar este año. En la familia tenemos un nuevo Rey Mago. Va a ser estupendo…

    – Eso seguro. Ya veréis que “Gran Rey Mago” voy a ser. Prepararos….

    Y abrazando a su madre, le dijo:

    – Gracias, mamá.

    Desde ese momento, Julián entendió el verdadero sentido de los Reyes Magos. Nunca más volvió a perder su ilusión porque sabía que en la misma medida que era un” Rey Mago” para los demás se inundaba del verdadero sentido de la Navidad. El Nacimiento del Niño Jesús.

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    Yo, creo en los Reyes Magos, y mi madre, mi hermano, mi padre y seguramente otros muchos. Creer en los Reyes Magos, no es solo cosa de niños, como creía Julián, también de los mayores. Todos podemos ser magos y regalar lo mejor de nosotros mismos a quienes queremos.

    Un millón de ilusiones, es mi  regalo para estos Reyes Magos,  ¿Cuál es el tuyo?                       

    David González Martínez. (Idea original. 15 años 4º E.S.O)
    Pilar Martínez  (Narración).