S. Juan de Ávila tiene como centro de su espiritualidad y predicación el amor a la Eucaristía La gran fiesta de S. Juan de Ávila era el día del Corpus; en ella hacia unos bellos sermones y predicaba aunque se encontrara enfermo.
Celebraba la Eucaristía sin prisas y, a veces, con lágrimas.
En su sello personal está la Eucaristía.
Se conservan veinticinco sermones suyos sobre la Eucaristía; casi siempre en ellos hace mención de la Virgen en cuyo seno se amasó el «pan» eucarístico.
Sería muy largo exponer toda la doctrina de nuestro Santo Patrono y paisano sobre la Eucaristía.
Hagamos una brevísima síntesis:
1.- Transubstanciación del pan y de nosotros:
Comulgar no es simplemente recibir a Cristo y contarle cada uno su historia y sus problemas. Es algo mucho más profundo: Se trata de «transustanciarse»: que mi substancia no sea yo y mis cosas, sino que mi ser quede cambiado en una super-presencia, que es Cristo; y ya no soy yo quien dirige la «orquesta» de mi vida sino Jesucristo.
Así dice S. Juan de Ávila en el sermón 57:
«Toma el sacerdote el pan en las manos y dice las palabras de la consagración; acabadas de decir, ya no hay pan; accidentes sí, pan no. ¿Quién entró allí en lugar del pan? Jesucristo. De manera que se transmudó el pan en el cuerpo de Cristo, por la transubstanciación…
Cuando llegáis a comulgar, haced cuenta que vos sois el pan y que se ha de convertir en Jesucristo para que digáis con el apóstol San Pablo: «Vivo yo, ya no yo, vive Jesucristo en mí«
2.- Comer desmenuzando lo que se come:
Recomienda nuestro Santo que, al comulgar, «mastiquemos»; es decir que no solamente traguemos la Eucaristía, sino que la gustemos, la saboreemos. No se trata simplemente de decir: he comulgado, sino he gustado , analizado y abrazado en detalles lo que he recibido y lo que significa Cristo entregado en su Pasión por amor a cada persona, hecho memorial en la Eucaristía. Por eso, un misterio tan grande requiere paladear y analizar detalles para recibir y abrazar todos sus frutos.
En el Sermón 47 dijo, entre otras cosas, San Juan de Ávila:
«No sabéis comulgar ¿Habéisme entendido? Creo que no, ¿Por qué no sentís provecho? Porque no sabéis comer. No hay manjar, por muy amargo que sea, que, si no lo mascáis, sintáis su amargura. Si no, miradlo en una píldora, que, con ser como una hiel, no se siente, porque no se masca. Ni tampoco hay manjar tan dulce, que, si os lo tragáis sin mascar, sintáis su dulzura.
¿Por qué no sabéis comulgar? Porque os tragáis el Santísimo Sacramento entero y no lo desmenuzáis… si te parases a pensar esto, y dijeses: «¿A dónde voy? ¿Qué voy a hacer? Señor, ¿que os voy a recibir a Vos? Señor, ¿qué habéis vos de entrar en mi cuerpo?… y ¿cómo desfallecemos pensando en esto?»
3.- La Eucaristía: Fuente de toda gracia:
Al comulgar bien, nos convertiremos en Cristo y el Padre hará descender, desde la Cabeza que es Cristo a nosotros, que somos su miembros, la hermosura y belleza, nos sanará y curará nuestros males desde el «el cuello hasta el más último dedo»
En el Sermón 34 predicó S. Juan de Ávila:
«Aunque mucho nos cueste comer con limpieza de conciencia este santo bocado, sufrámoslo todo; pues comiendo bien este celestial Pan que del cielo vino, Jesucristo nuestro Señor, nos convertiremos en Él, y por Él poseeremos por nuestro el corazón de su Eterno Padre, el cual no se contentará con coronar con corona de honra a su Unigénito Hijo, mas hará que desde Él, que es cabeza nuestra, descienda la honra y gloria a sus miembros, que somos nosotros, y desde el cuello hasta la uña del más chico dedo, nos hermosea, nos cura, nos viste y nos mira como a cosa conjuntísima con su Unigénito Hijo».
4.-La Eucaristía: Medicina para todo mal:
Para cualquier situación negativa en que nos podamos encontrar: tristezas, preocupaciones, afectos al pecado…, la Eucaristía es varadero remedio interior, cuando se comulga bien y se une la persona a Jesucristo allí presente,
Así dijo en el Sermón 39:
«Que no haya ya queja en ti ni mal, ni desmayo, ni miseria, que no sea bastante el pan de esta mesa que te aparejó Dios para te lo remediar. No puedes estar tan enfermo, que no vayas sano. No tienes tú tantos pecados, cuanto remedio hallarás en el cuerpo y sangre de Jesucristo. Allí hallarás fuerza contra tus desmayos y perdón de tus pecados. Si fueras tentado, afligido, triste y desconsolado, allí hallarás medicina y verdadera salud de todos sus trabajos y enfermedades; finalmente, no habrá en ti tanto mal, cuanto bien allí hallarás… El remedio contra todos nuestros males ( esto se os asiente en vuestros corazones) Dios- Hombre es…. Allégate a Él, recíbelo, que para todo tiene remedio; en todo te ayudará…
5.- Negocio de amor:
La Eucaristía es la presencia de Dios Amor. Un amor que no es mediocre ni tibio, sino fuego y hervor. Ese amor tiene la fuerza de quemar nuestras debilidades y pecados veniales y dejarnos fervientes y perdonados.
En el Sermón 51 dijo nuestro paisano y Patrono:
«La cosa que a Dios más agrada es amor, y nuestra bienaventuranza está en juntarnos con Dios por amor; y este divinísimo Sacramento se llama Sacramento de amor y unión, porque por amor es dado, amor representa y amor obra en nuestras entrañas.
De manera que, pues todo este negocio es amor, el Señor recibido es fuego, el que bien lo recibe también lleva fuego de amo…
Ningún fuego con tanta ligereza quema una paja pequeña, con cuanta, por la obra de este Sacramento, es deshecho y quemado el pecado venial… El pecado venial causase de tibieza de amor; y como aquí el amor del hombre, encendiéndose más con la compañía del amor divinal, hierve y sobrepuja a sí mismo, destruye y aniquila a los pecados veniales como una cosa poderosa a un contrario suyo muy flaco; como el fuego toma entre manos al metal de oro y plata y, obrando en ellos, quita de ellos lo que no es semejable y los deja apurados y resplandecientes…Lleguemos, pues, con firmeza de fe, con buena esperanza, con fuego de amor a este fuego inefable que aquí está encerrado, que sin falta acrecentará lo bueno que Él mismo nos dio y quemará lo que hallare extraño»
6.- No hartarse de mirar y «sacarse los ojos»:
Invita S. Juan de Ávila a mirar sin hartura ni cansancio la Eucaristía con un amor que nazca de las entrañas de nuestro ser y, desde esa mirada saciada y admirada nacerá en la persona creyente un desprecio por mirar en la vida lo indecente y obsceno.
Así lo explica bellamente en el Sermón 36:
No te hartes de lo mirar con entrañable amor, como a cosa tuya, y procura de honrarle, con que, con los ojos que le has mirado, te guardes mucho no mires las vanidades, ni cosa que no convenga mirar … Que ya sabes que los moros que iban a la casa de Meca y veían el zancarrón de Mahoma, se sacaban los ojos por no ver con ellos otra cosa alguna, habiendo visto aquella miserable reliquia.
Sácatelos tú, no como aquéllos, según la letra, mas mortificándolos para que no vean cosa indecente, pues han visto a este Señor, fuente de toda bondad y limpieza.»
7.- La eucaristía es Fuerza para andar camino de la vida:
«¡Come, recibe este Santísimo Sacramento! Que para eso quedó acá, para remedio de tus llagas y trabajos… que no solamente se llama Viático, porque nos da fuerzas para caminar cuando morimos, sino mientras vivimos y sentimos desmayo en el camino. Cuando vos habéis de caminar, ¿no aparejáis alforjas, y comida, y bebida, y lo necesario? Pues así los que vamos en este camino, más desierto que el de Egipto, más seco de aguas, más enemigos en él, más serpientes, más gigantes, tierra que la llama Zacarías sombra de muerte, ¿no hemos menester provisión y comida?» ( Sermón 46)
8.- Comulgar es tener todos un corazón:
Uno de los frutos importantísimos que deberían nacer en nosotros, al comulgar, es vivir unidos, sin divisiones; formando todos un solo cuerpo en el que no debería haber contiendas, divisiones, pobres y ricos…
En el Sermón 57 predicaba S. Juan de Ávila:
«Carne es amarse a sí mismo, y carne llama el apóstol San Pablo a la enemistad, y a la idolatría, y a las contiendas; porque todas esas cosas nacen del propio amor; y como cada uno se ama a sí mismo, de aquí viene comer cada uno su carne y haber división entre muchos; y de la división nace la perdición, la cual quiere Cristo remediar con este divinísimo Sacramento.
Mirad qué bien lo pide la Iglesia en la oración secreta de la misa de esta presente festividad:
Señor, suplicamos a vuestra Majestad que deis a vuestra Iglesia las mercedes de la unidad y paz, que hagáis a todos vuestros cristianos uno; las cuales cosas son figuradas debajo de estos dones que ofrecemos.
Lo que ofrecemos es pan y vino: el pan se hace de muchos granos, y el vino de muchos racimos; pues así como aquí de muchas cosas se hace una y la muchedumbre se torna en unidad, así todos los cristianos, aunque sean muchos, se hagan una misma cosa. Si comulgáis, ¿cómo no sois uno?…
¿Sabéis qué es comulgar? Tener todos un corazón».