Indudablemente Jesús es el auténtico y único camino hacia el Padre; pero, superpuesta a Él, aparece María como el sendero seguro para marchar junto al Hijo; quien busca a María necesariamente encontrará a Jesús.
Con María volvemos a nuestra infancia; volvemos a ser aquellos niños que buscaban en Ella consuelos, sabiendo que los vamos a encontrar.
Siempre me ha llamado la atención que, dedicándole tan poco espacio en los Evangelios a María, se han escrito sobre ella numerosos libros y artículos. Es, después de Jesús, la persona sobre la que se ha escrito más, con una enorme diferencia a cualquier otra.
Se encuentran por millares sus advocaciones y tiene dedicadas la Virgen multitud de ermitas e iglesias en el mundo.
A Ella acudimos los niños, los jóvenes, los mayores, los teólogos y las abuelitas, que siguen rezando las oraciones que aprendieron de pequeñas y el rosario, que desgranan cada día.
Alrededor de su nombre se celebran multitud de fiestas populares y, junto a la imagen de su Hijo, participa en las procesiones de Semana santa.
Lourdes y Fátima acogen a millares de peregrinos, que van a ponerse a sus pies, en busca de un milagro de curación, cumpliendo una promesa o por el hecho de visitarlo y estar un rato con Ella.
¿Qué tiene María que nos atrae de ese modo?
Es difícil contestar a esta pregunta con algo concreto.
Podemos preguntarnos:¿Qué tiene una madre para que los hijos la quieran tanto? ¿Por qué la palabra «madre» provoca tanta emoción?
Quizás porque sabemos que una madre es un seguro de amor; y en el caso de María es un amor sin límites.
En María se encuentran todas las virtudes sin medida. Sin embargo, su vida transcurrió como la de tantas vecinas suyas de Nazaret. No habría una necesidad en la aldea que ella no intentase remediar; pero todo lo haría desde el silencio y la sencillez.
Seguramente la Virgen María hablaría lo necesario y escucharía sin descanso. Todas las mujeres sabrían que podían confiar con ella y le contarían sus problemas. Dado que Nazaret era era una aldea pequeña, estaría enterada de todas las necesidades e intentaría ayudarlas.
María puede servirnos de guía para nuestro comportamiento.
Llama la atención en Ella, de una forma especial, la aceptación de la voluntad del Padre, es el eje de su vida.
La vida de María, salvo momentos concretos, transcurre en el anonimato, lo que significa «normalidad».
A través de lo que cuenta el Evangelio sobre María, se puede ver su disponibilidad:
- Acepta ser Madre del Mesías en cuanto descubre que voluntad de Dios.
- Acude a atender a su parienta Isabel nada más enterarse de su embarazo.
- Recurre a Jesús cuando se da cuenta que falta el vino en la boda de Caná.
- No duda en acompañar a su Hijo en su Pasión, permaneciendo al pie de la Cruz.
- Acepta a Juan como hijo y, con él, a la humanidad, cuando Jesús se lo entrega.
- Permanece con los apóstoles, tras la muerte de Jesús, hasta su Asunción a los cielos.
Otra virtud en la que destaca María es la prudencia:
Cuando el Arcángel Gabriel le anuncia que será Madre del Mesías; María pregunta: ¿Cómo será posible pues no conozco varón?
Durante la vida pública de Jesús, Ella permanece en el anonimato, de forma que no figura entre las mujeres que acompañan a Jesús por Galilea y Judea en sus desplazamientos.
El domingo de resurrección no acude con María Magdalena al sepulcro de Jesús y, cuando María Magdalena se lo comunica a los discípulos, María no aparece.
También se puede destacar en María la fe:
Vivió a veces una profunda «noche oscura», basada en una fe inquebrantable.
Me puedo plantear cómo imitar a María en mis relaciones con el Padre.
¿Cumplo yo en mi vida la voluntad del Padre?
Es esta una pregunta difícil contestar, porque me cuesta, en ocasiones, distinguir qué es lo que desea de mí.
Más fácil me resulta saber qué es lo que no desea.
Cuando me siento horas ante la televisión, posiblemente no es lo que Él quiere. Lo mismo me sucede cuando no aprovecho el tiempo.
¿Qué haría María en esta situación? – Orar.
La disponibilidad:
Confieso que no me cuesta atender a las personas que acuden a mí en busca de ayuda.
Pienso que esta postura es un regalo del Espíritu Santo.
La humildad:
Entender lo que es la humildad es muy importante.
La humildad es la verdad, con un punto fundamental, reconocer que lo bueno que tenemos es un regalo del Espíritu Santo, para compartirlo con los demás.
Este compartir es poner a disposición del prójimo lo que hemos recibido: esto es la clave de la humildad.
La discreción:
Hay que esforzarse; se debe ser prudente en el juicio hacia los demás; especialmente tendré que tener cuidado con lo que comento de los demás.
Cualquier comentario negativo será creído, sea cierto o no, y luego es difícil deshacer la opinión.
Muchas más cosas podríamos comentar sobre la Virgen.