Textos de S. Juan Bautista de la Concepción y S. Juan de Ávila
1.- La Virgen María modelo de contemplación y acción:
La vida cristiana está compuesta de mucha contemplación: «Gustad y ved qué bueno es el Señor«. La fuerza para vivir y ser le nace al creyente de la profunda unión afectiva y mental con Jesucristo.
Y junto a eso, el buen creyente tiene una vida activa: una profesión, un oficio, un trabajo en el que igualmente se santifica, porque lo vive desde la contemplación de Dios que lleva dentro.
La Virgen María es modelo de mujer activa y contemplativa.
Así escribe San Juan Bautista de la Concepción:
«Nuestra regla sancta manda que «nadie haya sin su propio oficio«. Y es cierto va hablando del oficio de manos por llamar oficio propio de cada uno, porque el de la oración es oficio común para todos…
Bien se deja entender que la Madre de Dios y su esposo san José que estarían bien ocupados interiormente, que tendrían alta oración, pues, haciendo de ellos comparación, no hay a quién asemejarlos sino a los querubines del cielo.
Y, con todo eso, el uno fue carpintero y tuvo oficio de manos y la Virgen siempre nos la pintan o en contemplación, lección u obra de manos cosiendo o hilando…» (Exhortación a la perseverancia- Tomo IV- pag. 175)
2.- El silencio de la Virgen María:
La persona, cuando es un buen creyente, tiene igualmente dos facultades muy interesantes: el hablar y el callar.
El silencio, cuando es bien utilizado; cuando no es simplemente cerrar la boca, sino que es callar para hablar por dentro con el Señor, es un modo de enriquecimiento espiritual muy interesante.
Nuestro S. Juan Bautista de la Concepción expone que María fue una mujer de silencio, porque el silencio es hablar:
«Es menester muchas veces callar para que Dios nos admita en muchas ocasiones junto a sí. Y quien en esta ocasión podía hablar, era la Virgen y san Joseph a los ángeles, porque a los demás estaba este misterio encubierto; y ésos callan. La Virgen y san Joseph conservan y guardan estos sacramentos allá en su pecho…
Bueno fuera que no hubiera que decir de la Virgen más alabanza que de las palabras que habló y que hubiéramos de callar lo que calló, pues es verdad que el callar es hablar, como dice el Espíritu Santo de todas las cosas criadas, que, siendo mudas, dice que…con alta sabiduría dan voces.
¿Por qué a los siervos de Dios, cuando callan, no hemos de decir que hablan con sabiduría y acuerdo? (S. Juan Bta. de la Concepción- Tomo IV- pag 667)
3.- María humilde:
«La humildad es la verdad».
El humilde siente que su vida es un don, un regalo de Dios. El hombre humilde no aspira a la grandeza personal que el mundo admira porque ha descubierto que ser hijo de Dios es un valor muy superior. Va tras otros tesoros. La humildad no solo se opone al orgullo sino también al autodesprecio, en el que no se reconocen los talentos, los dones de Dios y la responsabilidad de ejercitarlos según su voluntad.
San Juan Bautista de la Concepción habla así de la humildad de la Virgen María:
«¡Oh, soberana Virgen María!, que temía tomar en mi lengua vuestra profundísima humildad: que siendo vos tan humilde y desechada en vuestros ojos, volaste tan alto que hiciste punta y cogiste al mismo Dios, el cual, asido y enlazado con vuestros santos y humildes pensamientos, lo bajaste a la tierra, lo hiciste vuestro y tan vuestro que fue vuestro propio hijo, y nos lo diste a nosotros de suerte que fuese nuestro hermano.
Esto significan aquellas misteriosas palabras que esta celestial señora dice en su cántico: Porque ha mirado la humildad de su esclava; desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque hizo en mí grandes cosas.
Dos cosas entre otras dice la Virgen que le vinieron de que Dios mirase y pusiese los ojos en su humildad: la una, que todas las naciones la llamen bienaventurada; la segunda, que la hizo grande y poderosa el que era grande…
Porque, si Dios puso los ojos en la humildad de la Virgen y de ella fue captivo y prisionero, llano es que había de ser bienaventurada humildad, que tal esclavo tenía sujeto y por suyo. Y si este Dios es grande y la Virgen lo pesca y, niño chiquito como pajarillo, lo envuelve en pobres pañales, grande es la que al grande sujeta y lo tiene por hijo a su mandado.
Todo esto alcanza el humilde, porque se entiende con Dios…» ( Tratado de la humildad- tomo 1)
4.- Madre dolorosa:
Una de las bellísimas virtudes de la Virgen es su modo de estar ante la Cruz de su amadísimo Hijo.
Ella «estaba» de pie: no acobardada, no ensimismada en su dolor, sino mirando a su Hijo y aceptando la voluntad del Padre con todo su ser.
De esta forma lo explica nuestro San Juan de Ávila:
«Mire a la más Santa de las santas y más atribulada que todas las santas y no santas, cómo, estando su Hijo colgado en un palo y crucificado con duros clavos, ella estaba al pie de la cruz.
Lo cual quiso el Espíritu Santo que supiésemos nosotros, porque en la manera del estar el cuerpo de fuera viésemos cuan en pie está, en trance tan recio, su corazón en lo de dentro; cuan de verdad y con cuánto dolor y con cuánto esfuerzo ofreció su querer y su Hijo en la voluntad del Padre, queriendo ser antes hecha millones de pedazos que perder un solo punto de la leal y esforzada obediencia que a Dios se debe tener» (Carta 28: A una señora).
5.- Defensora de los cristianos:
María, que en vísperas de Pentecostés intercedió para que el Espíritu Santo descendiera sobre la Iglesia naciente, interceda también ahora. Para que ese mismo Espíritu produzca un profundo rejuvenecimiento cristiano en España. Para que ésta sepa recoger los grandes valores de su herencia católica y afrontar valientemente los retos del futuro» (Juan Pablo II en España).
San Juan de Ávila presenta a María como medianera de la misericordia del Señor:
«Buena sois para muro, Señora. Si vinieren las saetas de la justicia de Dios por nuestros pecados, vos os pondréis delante, vos os pondréis en medio, y haréis que no lleguen a nosotros; vos nos alcanzaréis misericordia. Mucho cabe el mundo, mas mucho más cabe la Virgen; muy alta, muy baja; buena es para muro, para defensa nuestra.
Parió un Hijo para nuestro bien y remedio, tan lindo, tan rico, tan grande Señor. Así como supo regalar al hijo natural, envolverlo y darle leche, así sabrá criar los adoptivos; ella nos regalará, dará leche; ella nos socorrerá en nuestras necesidades.
Buena es para muro, para amparo y remedio nuestro» (Sermón 62)
6.- Imitemos a la Virgen:
S. Juan de Ávila exhorta imitar a María:
«Si la amamos, imitémosla; si por Madre la tenemos, obedezcámosla. Y lo que nos manda es que hagamos todo aquello que su Hijo nos manda.
Porque el camino por donde ella ganó lo que tiene, la obediencia de Dios fue. Y si ésta no tuviera, ninguna cosa le aprovechara ser Madre de Dios según la carne…
Y ella, como principal de todas, nos es dada por ejemplo, para que, imitando su humildad, mansedumbre, limpieza y caridad, y todos los otros caminos que ella anduvo en obediencia de Dios, y siendo ayudados de ella, no sólo con sus ejemplos, mas con sus ferventísimas oraciones delante del trono de la misericordia de Dios, se nos comunique tal gracia, que en el día de nuestra muerte nos sea dicho de parte de Dios: Yo te tomaré y reinarás sobre todas las cosas que desea tu ánima, gozando, en compañía de esta santísima Virgen, en la sempiterna gloria del cielo» (Sermón 69)