Deseo referirme a la que considero auténtica alegría; la alegría que inunda el corazón de paz, que hace brillar los ojos, que llega al que la comparte y la recibe como una brisa fresca y suave; me refiero a la alegría que huye de la estridencia, a la que se contagia.
¿Existe esa alegría?
Puedo afirmar que sí, porque la he vivido en multitud de ocasiones:
– Después de haber encontrado la paz tras la confesión, sabiendo que cuento con el perdón del Padre;
– con mis hijos y nietos;
– cuando un bebé me sonríe porque he sabido llegar a su cariño;
– con muchos amigos;
– en muchas obras de apostolado;
– cuando he podido ayudar a alguien.
He visto auténtica alegría en muchos jóvenes tras su encuentro con el perdón del Padre en la confesión.
El haber podido tratar, a lo largo de unos días, a monjes y monjas de clausura, me ha permitido comprobar cómo viven, con auténtica alegría, su vocación: son abiertos y sencillos, con una risa fácil y abierta, viven la auténtica alegría.
He tenido distintos encuentros con una comunidad de Carmelitas Descalzas, participando en sus recreos tras la reja reglamentaria: rebosan una alegría sana, ríen abiertamente ante comentarios sencillos; resulta muy fácil provocarles una risa abierta; son profundamente sensibles a cualquier referencia religiosa, hecha sencillez, espontanea.
He encontrado alegría en los sacerdotes, especialmente los castrenses que son los que he tratado más; en muchos compañeros y amigos con los que he participado en obras de apostolado castrense; en las abuelitas con las que he compartido charlas religiosas…
En la Residencia, en la que vivo, hay muchos momentos de alegría en las auxiliares que nos atienden, cuando lo hacen a las personas que más lo necesitan, derrochan cariño, se vuelcan con ellos y reciben como premio una sonrisa. En los residentes, cuando se presenta alguna actividad que anima su vida y que sucede con frecuencia, pues cualquier acto sencillo rompe la monotonía.
Cuando se recibe la visita de algún familiar, especialmente de nietos o biznietos; la alegría es mayor cuanto más pequeño es el visitante, aunque siempre hay alegría en cantidades considerables.
La alegría de enfermos de Alzeimer, cuando reciben un detalle cariñoso, una frase amable; son muy sensibles a a las atenciones que reciben.
Las Jornadas mundiales de la Juventud han sido una muestra viva de la auténtica alegría vivida por millones de jóvenes, en concentración masiva alrededor del Papa.
Recuerdo una noche en Cuatro Vientos, en Madrid, cientos de miles de jóvenes esperando, durante horas, la llegada del día para asistir a la celebración de la Eucaristía por Benedicto XVI. En un momento concreto aparece un auténtico huracán, con la clásica lluvia de verano, corta en el tiempo pero intensa en la lluvia. Se empapa el suelo, pero nadie se mueve; por la mañana asisten a la Eucaristía celebrada por el Papa y, durante la espera, brilla la alegría.
Existe también la alegría en los niños que celebran su primera comunión; son conscientes de recibir a Jesús en cuerpo y alma y Divinidad. Es la visita del mejor Amigo que pueden tener.
El arcángel Gabriel saluda a María en la Anunciación: «Alégrate , llena de gracia, el Señor está contigo».
– ¿De qué se tiene que alegrar María?
– De que el Señor está con ella de una forma totalmente única; ha sido favorecida por Dios de una manera especial; ha sido elegida como Madre del Mesías.
El arcángel Gabriel le aclara que será Madre del Mesías, pues este es la voluntad del Señor.
María acepta y se llena de alegría cuando el ángel le dice:
«Mira, también tu pariente Isabel ha concebido en su vejez, y la que era considerada estéril está ya de seis meses; pues nada es imposible para Dios.
María traduce esta alegría en ir, sin perder tiempo, a ayudar a su pariente.
Nace Jesús, en medio de la alegría de María y José; nada importa que sea una cueva y deba acostarle en un pesebre.
Aparecen unos pastores llenos de alegría, que vienen a adorar al Niño, según se lo ha anunciado un ángel.
Cuando María y José presentan al Niño en el templo, aparece la alegría de Simeón, cuando lo toma en sus brazos.
Más adelante se presentan unos magos de Oriente, que adoran, felices al «Rey de los judíos».
Después del sufrimiento buscando a Jesús durante tres días, la alegría de María y José al encontrarle en el templo.
En los evangelios contemplamos muchos momentos e alegría; intentaré recoger algunos, aquellos que más me han hecho pensar, aunque me resulta difícil explicar el porqué en relación con otros.
Yendo Jesús de camino, una mujer que sufre flujos de sangre durante diez años, que lo habrá mantenido en secreto, decide tocar la orla del vestido de Jesús, así mantendrá su secreto. Se produce el milagro y ella cuenta a Jesús su problema, está llena de alegría.
Zaqueo es un personaje; pero no duda en subirse a una higuera para ver pasar a Jesús. Es tal su alegría al ver que Jesús se invita a comer en su casa, que dará la mitad de sus bienes a los pobres y devolverá cuatro veces lo que haya defraudado.
La pecadora, que lava con sus lágrimas los pies de Jesús, los seca con sus cabellos, los cubre de besos y vierte en ellos un perfume.., ¡con qué alegría escuchará que sus pecados quedan perdonados!
La mujer adúltera sabe que puede morir lapidada en muy poco tiempo. Recobra la alegría, cuando ve que sus acusadores se van yendo y oye de Jesús las palabras del perdón.
María Magdalena acude sin esperanza al sepulcrito de Jesús para embalsamarlo; lo encuentra vacio… , ¡qué alegría experimentará cuando el que ella cree que es el dueño del huerto, le llama por su nombre y descubre que es Jesús!
¡Qué alegría para toda la humanidad cuando Jesús nos da a su Madre, como Madre, desde la Cruz!