Hay muchos autores que a la Guerra Civil del 36 la llaman «Incivil» porque fue un absurdo, por la crueldad y por el número excesivo de muertos que se llevó por delante. Hubo muchos caídos. Familias que perdieron a los padres, hijos, hermanos… ¡Cuantos desastres, heridas y miserias traen todas las guerras!
Hubo un grupo de muertos, algunos estudiosos señalan unos 10.000, que fuera del campo de batalla, murieron por su fe, porque creían en Dios y frecuentaban la iglesia, porque seguían los pasos del Evangelio. Los persiguieron, los torturaron y estuvieron firmes en su fe hasta el punto que dieron su vida. Pero lo más impresionante es que toda esta gente murió perdonando. Esto fue heroico porque en muchos caso la tortura fu indecible: amputación de miembros, malos tratos, palabras agresivas, gestos amenazadores… No me digan que no merecen un reconocimiento todas estas personas. No se conoce ningún testimonio que insultara a los verdugos. Todo lo contrario murieron perdonando.
Me llama la atención el clima que se vivía entre los sacerdotes, religiosos y gente cercana a la Iglesia. Era un ambiente de solidaridad, de plegaria, de reconciliación y perdón. En los días anteriores al martirio se prepararon para el gran acontecimiento: dar la vida por Cristo. Eran verdaderos creyentes. Es impresionante escuchar narraciones de jóvenes que estaban dispuestos a jugárselo todo por el Señor. «Por la fe, los mártires entregaron su vida como testimonio de la verdad del Evangelio, que los había transformado y hecho capaces de llegar hasta el mayor don del amor, con el perdón de los perseguidores» (Benedicto XVI).
La gran celebración del día 13 de octubre en Tarragona, fue «una fiesta de la fe». No se habló de los matones, no se echó la culpa a nadie sino que se proclamó la alegría de la fe y su fuerza transformadora. Los que estuvimos en la celebración podemos afirmar que sentimos el orgullo de ser creyentes y que la opción por Jesús merece la pena.
Un grupo de 522 mártires fueron nombrados beatos, entre los que se encontraban un grupo de once Carmelitas Descalzos de Tarragona y Lleida y cuatro Hermanos Carmelitas de la Enseñanza, Congregación fundada por el beato carmelita Francisco Palau.
El P. Pere Martorell, procurador de la causa de estos Carmelitas afirma: «Personalmente, creo que es muy importante no reducir la comprensión de estos mártires al hecho de que un tiro cortara sus vidas.
Los mártires son «testigos» y por eso es muy interesante mostrar el testimonio de vida que hay antes del propio martirio físico. Un tiro siega una vida, pero detrás de nuestros mártires hay una vida religiosa vivida con gran intensidad».
En la Guerra Civil hubo «mártires y caídos», todos son dignos de respeto. Es lógico que la Iglesia nos presente a estos hijos suyos que son testigos de la fe.