Textos de nuestro Paisano, Patrono y Doctor S. Juan de Ávila, con una breve introducción:
– El Niño recién nacido es fruto del amor de Dios a cada una de las personas y nos trae bienes: nos trae fuego vivo de su amor para que, metido en la hondura de nuestra alma, nuestra vida no sea tibia, floja, desanimada…., sino fuego ardiente.
«El Niño nacido por muestro bien dé a vuestra merced parte de los bienes que trae, pues tomó Él los males que nosotros teníamos.
Él le dé fuego vivo de su amor, en que vivas llamas arda; pues por encender éste en nosotros viene tan pobre y arrecido de frío.
Mientras este Niño más padece, más nos roba el corazón para le amar; y mientras más le amamos, más deseamos padecer por Él… ¿Quién constriñó a Dios a hacerse hombre? No otro sino el amor»…Cierto, otro no lo hizo que el amor que desde el cielo le trajo preso al vientre virginal de nuestra Señora, y del vientre le llevó al duro pesebre….»
(Carta 61).
– Para recibir al Niño-Dios hay que preparar el corazón: Si viene pobre, solamente le pueden recibir los pobres, los que no tienen el corazón lleno de posesiones y bienes materiales. Es necesario un corazón abierto a Dios y cerrado al «tener» y al «poder».
«Hay que «aparejar» el corazón «para el Niño que ha de nacer, sin tener cosa propia, en las ánimas que lo quieren recibir. Extranjero viene y en mucha pobreza…En humildad y pobreza viene, humildes y pobres le han de recibir…y aunque es Niño y chiquito, es Dios y muy grande; y por eso no es pequeña cosa aparejar posada al gran Dios».
(Carta 115).
– Que Dios se haya hecho pequeño, supone que, para recibirlo, habrá que hacerse pequeños, niños… Es tiempo de ejercitar la humildad, el servicio a los demás, el amor a los más pequeños de este mundo y, junto a esto, reconocer nuestros pecados, nuestras deficiencias mentales y sentimentales y, abiertos a la Vida encarnada, volver a nacer de nuevo.
«¿No ve vuestra señoría cuán propio viene a nacer para conformare con los pequeños?…Es hoy día de las misericordias de Dios y que rebosa de alegría y de confianza para los pecadores… ¿Qué cosa hay en el mundo que dé más confianza que es ver estar a Cristo en un pesebre llorando por nuestros pecados?… Comencemos vida nueva, pues el Niño la comienza»
(Carta 134).
– El tiempo de Navidad debería ser tiempo de contemplación de la belleza. Y la gran hermosura en esta tierra es poder contemplar extasiados la hermosura de una mujer elegida, la Virgen María, con Dios hecho Niño en sus brazos. Así dice nuestro Santo: «¿Queréis ver la cosa más linda de las lindas?«. Si uno no se acostumbra a ver este misterio, cada Navidad y cada día se puede quedar maravillado y sorprendido ante tan maravilloso espectáculo.
«Y si queréis ver alguna hermosura en la tierra, suplicad a nuestro Señor que os dé ojos de consideración, para ver una doncella hoy en el portal de Belén con un Doncel en sus brazos. No hay cosa más hermosa… Y dice San Buenaventura que lo envolvió en su propio tocado y después en sus pañales. Tómalo en sus brazos y dale a mamar de aquella leche virginal. ¿Queréis ver la cosa más linda de las lindas?» (Sermón 4).
– San Juan de Ávila, en sus sermones, exhorta a los files a que preparen el alma, «la aparejen», como lo hizo su Madre – la Virgen María, quien, según nuestro Santo, se preparó con «cuidado y alegría».
Esta preparación de la Navidad para el Señor que viene «como huésped», supone mucha renovación mental y afectiva y apertura del cuerpo y del alma para recibirlo, que, como dice San Juan de Ávila en el sermón 4 : «con sólo su venir paga bien la posada».
«Paraos a pensar cuán cuidadosa y alegre andaba la Virgen en estos ocho días (antes de Navidad), qué cuidados traía en su corazón, no como los vuestros… Por eso vuestro oficio ha de ser estos días en disponeros. Jesucristo ha de nacer en mi alma, ¿qué aparejo haré, cómo lo aderezaré, para cuando venga la halle bien aparejada?»
(Sermón 2)
«¡ Enhorabuena venga tal día en el cual el Padre Eterno nos da a su Hijo, y su santa Madre también, y el Niño lo ha por bien! ¿Qué resta sino que, echando yo de mí los pecados, reciba yo a este Niño y lo ose llamar de aquí adelante con gran regocijo: Niño mío y Dios mío?»
(Sermón 4).
– Las dificultades provenientes de nuestra debilidad y pecado, se solucionan ante el misterio de Dios humanado:
«Allegaos al pesebre y pedidle con fe: Señor, pues que tú te ablandaste, ablándame a mí el corazón. Y de esta manera sin ninguna duda os dará Dios agua para que reguéis vuestra casa llena de polvo. ¿Qué es menester más para el huésped que viene muerto de hambre y de frío y desnudo? Que busquéis qué coma y qué se vista, y que lo calentéis»
(Sermón 2 ).
– En la Navidad se aprende a darnos, entregarnos sin medida a Dios y a darle todo, puesto que él se da del todo.
Es el principio teresiano de «solo Dios basta»:
«¡Señor, tú solo mi bien y mi descanso; fálteme todo y no me faltes tú; piérdase todo y no tú! Aunque me quieras quitar todo cuanto me quieres dar, dándome a ti no se me da que me falte todo» (Sermón 2).
– De la mirada a Dios hecho Niño, hecho «blandura de Dios», el creyente se hace blandura y ternura para su prójimo; se contagia de la pobreza para no buscar en esta vida las riquezas materiales y llenar el corazón de la riqueza divina; al ver a este Niño divino que viene a buscarnos, la obediencia a su voz creará en nosotros un dolor de nuestro pecados y fallos en la vida espiritual:
«¿Cómo contempláis la blandura de Dios, si sois áspero y duro para vuestros prójimo? ¿Cómo contempláis a Jesucristo nacido en Belén, en un portal tan pobre, etc., si no tenéis paciencia para sufrir vuestra pobreza y las necesidades que se os ofrecen, y si deseáis en vuestro corazón ser rico?…Ea, pues, que a buscarnos viene este Niño, duélanos de nuestros pecados… pasemos hambre con él… obedezcamos a su voz»
(Sermón 3).
– El tema navideño le inspira a nuestro Santo hablar también de la Eucaristía y hace una comparación entre la presencia de Cristo en el Sacramento y en el pesebre. Igualmente habla de la posada que Él quiere en cada uno de nosotros.
«Si eres devoto de ver a Jesucristo Niño recién nacido, humillado, pobre, muerto de frío, temblando, puesto sobre unas pajitas… aquí en el Sacramento lo verás así…La posada que Él quiere es el ánima de cada uno, ahí quiere Él ser aposentado, y que la posada esté muy aderezada, muy limpia, desasida de todo lo de acá»
– (Sermón 41)
Navidad: Fiesta entrañable familiar y fiesta entrañable, sobre todo, con la vivencia de Dios hecho humano.
Tal como se encuentre nuestra vida, tenemos derecho y obligación a ser felices ante este misterio de Amor y presencia íntima de «Dios con nosotros», como Padre, Amigo y Guardián de nuestra vida.
Como dice el Salmo 23:
«Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo… El Señor es mi pastor, nada me falta…»