El templo parroquial de Almodóvar del Campo, en el que cantara por vez primera una misa san Juan de Ávila, acogía en la noche de este viernes, 3 de enero, una hermosa vigilia de oración. El acto, el primero con el que se pone el broche de oro a un histórico año jubilar en Almodóvar del Campo que ha sido también en este sentido el bautismo dorado para la Diócesis ciudadrealeña, imbuyó a las decenas de asistentes en una atmósfera colmada de simbología y luz en torno al mensaje divino y al ejemplo de este hijo ilustre llamado al doctorado eclesiástico.
Una puesta en escena que, inequívocamente, logró el objetivo que pretendía: hacer reflexionar, meditar y revivir la vocación que Dios ha pretendido para todos y cada uno de los fieles cristianos. Para ello, la ceremonia giró en torno a cuatro puntos principales, en el interior de una iglesia en penumbra ambiental, cual ‘cueva de las penitencias’, en la que infinidad de pequeños velones estratégicamente colocados, ya invitaban a dejarse llevar de la emoción, el sentimiento y la fe, mientras el coro interpretaba solemnes piezas muy adecuadas para cada momento de vivencia y los acordes solitarios de guitarra servían para poner la guinda durante los periodos en que se invitaba a los presentes a la oración más personal.
El primero de los puntos aludió al nacimiento y al bautismo, durante la cual los feligreses fueron ungidos por los sacerdotes participantes, mientras el color cálido fue la tonalidad que impregnaba la zona del retablo. Después se pasó a la llamada del Señor y al ofrecimiento del hombre a sus designios, en el que el Crucificado subió a un altar teñido de azules y morados, reviviendo así la más plena demostración del sometimiento humano a lo que el Creador planificó, también, para su hijo Jesucristo. En tercer lugar, con un rojo llenando la estancia, se aludió a esa vocación cumplida que tiene en el camino cristiano diversas facetas, ya sean en el sacerdocio o la vida religiosa como decidió san Juan de Ávila, ya sea a través del matrimonio, o ya ejerciendo de seglar tomaría el relevo ceremonial. Por último, se invitó a dar el gran paso que supone desprenderse de todo para hacer valer lo contenido en el Evangelio.
Estos dos últimos propósitos contaron con la presencia ante todos del Santísimo, que discurrió bajo palio entre el sagrario y el altar primero y viceversa como colofón a la vigilia. Fue portado por Javier Villar, vicario general de la Diócesis, quien en los últimos instantes del acto, se dirigió a los presentes instando a ser conscientes de que «el júbilo no termina en una clausura, porque el júbilo es algo permanente que ocupa el centro de la persona del alma y el alma vive hasta que se encuentra definitivamente en las manos de Dios».
Villar dio las gracias a todos los que han hecho posible «por su mediación, el que la gracia jubilar haya llegado a más de 20.000 personas». En este sentido se dirigió a los sacerdotes de Almodóvar del Campo y particularmente al actual párroco, Juan Carlos Torres y también a los voluntarios «que habéis puesto siempre cara gozosa y alegre manifestando una acogida, aunque por dentro exigiera sacrificio y renuncia». Precisamente en el desarrollo de esta vigilia fueron parte activa los voluntarios de la parroquia almodovareña, así como integrantes de la Hermandad de los Santos que también ha colaborado a lo largo de este año jubilar.
Por último, el vicario indicó que si bien este periodo termina, «la cueva de Juan de Ávila sigue viva y su figura y ejemplo son necesarios para nuestro tiempo». Por eso, aseveró, «a los de Almodóvar y a nuestra Diócesis nos corresponde intentar poner de nuestra parte todo lo que podamos para que este pueblo siga siendo el lugar de peregrinación donde uno encuentra y reaviva la vocación», solicitando en consecuencia ayuda al Padre «para que los que sois de aquí y los que formamos parte de la Iglesia diocesana llevemos a cabo la tarea de conocer la vida y la obra de Juan de Ávila, maestro en su tiempo y también maestro para los hombres que están buscando a Dios».