«Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos…El Señor está cerca. Nada os preocupe…» (Fil. 4.4)
El gozo, la alegría íntima es una cualidad, una actitud interior de nuestra existencia creyente; es un fruto de la presencia del Espíritu Santo en nuestros ser.
El gozo espiritual es el bienestar pacífico y sereno de nuestra intimidad; es una paz interior que hace posible el optimismo a pesar de los problemas y dificultades, que se puedan presentar.
El gozo es una música interior que espanta las preocupaciones, las angustias, los miedos y temores.
Hoy se vive una cultura del tener y desde ahí se mide la cantidad de gozo: Si tengo dinero y cosas, soy feliz; si no tengo, infeliz. El gozo no nace del tener, sino del ser.
Hay muchos factores externos que pueden perjudicar y hacer perder el gozo en nuestra vida. Pero el gozo no depende de las circunstancias externas, depende de mi actitud ante la vida.
Nuestro San Juan de Ávila tiene muchos pensamientos sobre el tema de la alegría y la tristeza:
En el tratado sobre la Exposición de las Bienaventuranzas dice que las tristezas nacen de amar demasiado a varias circunstancias de la vida y que esa tristeza hace daño al cuerpo y, sobre todo, al alma que se queda como casa que no tienen habitantes o como olla que pierde el hervor, y de ahí nace un malestar en la persona, que da origen a muchos pecados.
Así escribe nuestro Santo:
«Las lágrimas que se derraman por muertes de bienqueridos, o pérdidas de haciendas, o desastres de honras, o semejantes acaecimientos temporales; ante las tales lágrimas son claramente señal que demasiadamente eran aquellas cosas amadas y vanamente se gozaban con ellas, pues tanta pena reciben por haberlas perdido…
Y esta tal tristeza no sólo es dañosa para el cuerpo, porque, como la Escritura dice, seca los huesos, y hace venir presto la muerte , y daña el corazón del hombre, como la polilla a la ropa, y la carcoma a la madera (Proverb. 25,20) mas aún lo que peor es, daña al ánima mucho; porque estando un corazón derribado con esta tristeza… entra en él como en casa que no tienen morador y como olla que pierde el hervor, que se llegan las moscas. Y de aquí nacen muchos pecados, así como murmurar las vidas ajenas, porque todo le parece mal…»
Y sigue nuestro Juan de Ávila diciendo que la alegría hace que las buenas obras se hagan mejor; la tristeza sin embargo quita el sabor, el buen gusto al hacer las cosas de Dios:
«Porque así como la alegría del corazón da muchas fuerzas para las buenas obras y para que vayan bien hechas, así la tristeza, como quita el sabor de las cosas de Dios, quiebra los brazos para servirle.
Y, por tanto, reprehendiendo Moisés a su hermano Arón, al cual se le habían muerto dos hijos, porque no había aquel día ofrecido sacrificio a Dios según debía, respondió, diciendo: ¿Cómo había yo de agradar al Señor en los sacrificios teniendo el corazón lloroso?
Ya que los que tienen tristeza, aunque algunas obras buenas hagan, van con tanta pesadumbre y enojo, que, si ellos tuviesen algún servicial que con aquella tristeza los sirviese, dirían que antes querrían servirse ellos que demandar ni recibir servicio de persona que con su tristeza parece que quita la gana de mandarle y la gracia de lo que hacen»
Y vuelve a firmar que las obras hechas a Dios sin alegría son como un manjar con amarga salsa y que Dios quiere más la alegría en el corazón que lo que le ofrecemos con las obras. Así dice:
«Buen manjar ofrece con amarga salsa quien sirve a Dios con tristeza, porque Él más quiere en el dador alegría que a la dádiva, y agrádale mucho el corazón libre de toda desaprovechada tristeza, cual lo tenía David cuando decía: Aparejado está mi corazón, Señor, aparejado está mi corazón. (Salm 107,2)…
Este es el corazón que está tan presto para inclinarse a lo que Dios quiere, como caballo muy enfrenado y como blanda vara y derretida cera, que está tan a la voluntad de quien lo tiene en la mano y anda delante de Dios como diligente servicial, que con su alegre disposición pone gana a su señor que le mande. Y, por estos y otros males que de la tristeza desaprovechada suelen venir, dice la Escritura: A muchos mató la tristeza, y no hay provecho en ella (Ecco 30,25).
Y San Pablo dice: La tristeza del siglo muerte obra (2ª Cor. 7,10); lo cual, según se ha dicho, principalmente se entiende de la muerte del alma…»
Pueden sucedernos cosas adversas, pero, dice nuestro Santo Patrono, que hay que ponerles buen rostro nacido de la esperanza que llevamos dentro. La esperanza es una virtud que nos abre al cielo y por tanto, quien vive en esa espera, debe vivir optimista y alegre:
«Dejados, pues, aparte estos lloros tan sin razón, amonestando que lo primero que un hombre debe proponer, si quiere llegar su alma a Dios, es que por ningún desastre de estos semejantes que se le ofrezcan entristezca mucho su corazón, mirando que nunca Cristo quiso resucitar a la doncella muerta hasta que los que lloraban salieron de casa; mas debe hacer buen rostro a estos trabajos con esperanza del cielo, adonde camina, y entonces entrará Cristo a él….» El gozo que da el Señor, fruto del Espíritu Santo, dice nuestro Santo paisano es todo puro y no tiene mezcla de sufrimientos como los gozos mundanos; y además, cuando una persona esta «hinchada» de gozo espiritual hace que redunde en beneficio hasta del propio cuerpo:
«Y este gozo que Él da no es como el mundano o carnal…El gozo mundano es poco y mezclado con amargura, significado al vino mezclado con amarga mirra que dieron a nuestro Señor en la cruz, que Él no quiso beber ni quiere que lo bebamos nosotros, mas el gozo espiritual es todo gozo puro; y tan mucho, que muchas veces la enchidumbre del alma redunda también en la carne, como lo probaba David cuando dijo: Mi corazón y mi carne gozaron en Dios vivo (Salm. 83,3)».
El gozo que da el Espíritu Santo hace a las personas pacíficas y les aviva el fervor: y es un gozo tan fuerte que nada puede con él y tiene tanta fuerza que es capaz de cambiar el agua de las tristezas en vino de dulce alegría.
«Este deleite es santo porque nace del Espíritu Santo; hace a los hombres reposados y avívalos en el servicio de Dios; y no es flaco como el mundano, cuya flaqueza es tanta, que cualquier cosita basta para entristecer a quien está con él muy gozoso; mas es tan fuerte, que ni lo quitan azotes, ni tormentos, ni destierros, ni persecuciones. Hace parecer las ascuas rosas; las pedradas, dulces; las bofetadas, sabrosas; y torna las cárceles en palacios; y es tanta su virtud para tornar el agua de cualquier tristeza en vino de dulce alegría, que la cosa que los mundanos tienen por más desabrida y terrible, que es la muerte…hácela este gozo deseable, sabrosa y dulcísima».
El gozo, dice nuestro Santo Doctor, recordando una frase de Jesús en el evangelio, es como un tesoro escondido y quien lo vive tiene tal felicidad dentro de sus problemas que la gente sin fe lo considera loco:
«El reino de los cielos semejante es al tesoro escondido…, mas quien lo halla vende cuantas cosas tiene y compra el tesoro, y está tan gozoso con él, que, aunque los que no saben lo que él ha hallado lo juzgan por loco o han de él compasión, empero, él da por bien empleado el trueco: dejar todas las consolaciones de la criaturas por hallar las del Criador…» Todos estos textos son de la Exposición de las Bienaventuranzas. Finalmente en la carta 39 dirigida a una señora afligida dice, entre otras cosas, que la alegría da fuerzas, da perseverancia y hace entristecer a nuestros enemigos, y alegra el espíritu de Dios que en los suyos mora, porque Él es alegre:
«La samaritana preguntaba que dónde había de orar; y el Señor responde que en todo lugar y en espíritu; y así ha de hacer el cristiano, que en todas sus obras ha de orar al Señor, no en monte ni en templo sólo, sino en comer y beber, dormir, y salud y enfermedad, refiriéndolo todo a Dios y gozándose en todo por recibirlo de la mano de Dios.
Y para concluir este tema, citamos algunas frases de la Biblia sobre la alegría interior, que no nace de nada externo, sino de una vida arraigada y fundamentada en la presencia del Señor en todo nuestro ser:
«Corazón alegre favorece al cuerpo, ánimo deprimido seca los huesos» (Prov.17, 22) «Corazón contento alegra el semblante, corazón afligido deprime el ánimo» (Prov. 15,13) «Para el apenado todos los días son malos, corazón feliz siempre está de fiesta» ( Prov. 15,15)