En unas semanas estaremos celebrando la gran fiesta de pascua, que es el centro de la vida cristiana. La Pascua –paso- da nombre al acontecimiento fundamental de nuestra salvación: el paso de Jesús de la muerte a la resurrección. Una muerte que limpia, redime y salva, y una resurrección que hace eterna esa salvación y la trae hasta nuestra actualidad a través del Espíritu del Resucitado.
Este año, nosotros queremos participar de ese misterio de perdón, vida y esperanza eterna preparándonos para ello. Por eso es necesario un tiempo de examen y revisión; un tiempo para descubrir de qué tiene que redimirnos hoy Cristo; un tiempo en el que hemos de esforzarnos por desarrollar dimensiones dormidas o paralizadas de nuestra fe, nuestro seguimiento de Jesús y nuestra caridad; un tiempo, finalmente, para adquirir dones de Dios y para asumir la propuesta de su Palabra.
Esto significa que la Cuaresma es un laboratorio en el que nuestro corazón que se pone a trabajar para vivir una renovación y así participar de la vida nueva del Señor resucitado. La Cuaresma no tiene sentido en sí misma, es una preparación para la Pascua: para renacer con Cristo.
Será maravilloso experimentar que cada uno de nosotros hemos muerto y hemos resucitado. Pero en este punto no vale la improvisación, ni la celeridad. Por eso, existe la cuaresma: 40 días -que no es poco-, para que la celebración del misterio pascual no sea la repetición de un rito anual, sino una experiencia interna y externa de vida.
Trabajar para transformarnos; luchar para vencernos; abrir nuestros cerrojos; quitarnos las cegueras; ayunar de lo superfluo; rescatar lo mejor de nosotros mismos y ofrecerlo a otros; volver a empezar, pero sabiendo que no partimos de cero porque hay mucho bueno que ya tenemos conseguido… Todo esto es la Cuaresma: una nueva aventura; una ruta por estrenar; una esperanza grande que nos hace confiar en que, con la gracia de Dios, llegaremos a ser lo que estamos llamados a ser.
Para terminar os dejo un lema que he ofrecido este año para toda la parroquia. Un lema que nos sirva de ánimo para vivir la Cuaresma descubriendo en qué tenemos que renacer y qué tenemos que hacer nacer en nosotros por primera vez. El paso de los años y la experiencias más grises de la vida paralizan y frustran el crecimiento de nuestra bondad original, puesta en nosotros por Dios al crearnos, por eso, os propongo que nos afiancemos comunitariamente en esta convicción: «Si quieres empezar de nuevo, es que tu alma está renaciendo«.