Me siento tan confusa como cuando era una adolescente. Qué difícil es, para algunos, saber hoy en día qué está bien y qué cosa está mal.
Cuando éramos pequeños se nos decía: esto es bueno o malo, recto o torcido, blanco o negro, verdad o mentira.
Hoy todo es diferente; todo es a medias: verdades con partes de mentiras y mentiras con partes de verdades.
Nos movemos como marionetas por esta vida vertiginosa, que nos zarandea de un lado a otro; con unos cambios tan rápidos, que apenas si podemos aprender el nuevo ritmo de vivir que se nos marcó; cuando, sin que nos demos cuenta, ya salió otro distinto, que nada tiene que ver con el ritmo anterior.
Necesito dejar de sentirme desplazada de un lado a otro.
Quiero que mis raíces sean tan firmes y profundas que los huracanes de la crisis (la política, la economía, la sociedad, las modas…) no me arranquen de mis principios, de mi moral, de mi fe, de mi amor por la vida, de mi ilusión por el ser humano.
Creo firmemente que existe algo mucho más grande y mejor.
Me parece ridículo que el mal se cuele por las rendijas de la vida con tanta facilidad, cuando hay tanta hermosura en el universo con la que gozar, tantas cosas que aprender y disfrutar.
No me cabe en la cabeza cómo nos perdemos en las tiranías de los bajos instintos del «ego», cuando todo es mucho mejor si nos unimos y formamos un «nosotros».
Si cada cual tira en una dirección (su dirección); si lo mío es mejor que lo tuyo; si yo soy más que tú, porque yo lo valgo…, las cosas no van bien. Nosotros no vamos a estar bien, nos vamos a perder.
¿Cuál es el resorte a mover que nos haga reaccionar? ¿Qué podemos hacer cada uno de nosotros para cambiar el futuro común de todos; para modificar leyes injustas, mover conciencias y eliminar economías egoístas?
¿Cuándo vamos a proceder para dar sitio a la verdad y a honestidad?
¿Por qué no es una prioridad en nuestras vidas el amor y el respeto al prójimo, por encima de nosotros mismos?
Necesito respuestas, querido Amigo.
Saludos, atentamente.