Ya es conocido de todos el cariño, la admiración y la devoción de nuestro querido paisano y Patrono San Juan de Ávila a la Virgen María. Suya es esta frase: «Prefiero estar sin pellejo que sin devoción a María«. En este mes de Mayo, dedicado a la Virgen y a él, en nuestra ciudad, reflexionaremos sobre algunos textos de sus cartas y sermones sobre la Madre del Señor.
1.- María en pie ante la Cruz:
Estar atento a la voluntad de Dios, para cumplirla en la propia vida, es una de las preocupaciones fundamentales de los santos. María la Santa, entre todos los santos, se destaca por ello.
En las situaciones agradables y en las que no nos gustan, un buen creyente abraza la voluntad de Dios.
La Madre ve al Hijo en la cruz y con el cuerpo y con el corazón acepta gozosa la voluntad del Padre.
Así lo afirma nuestro Santo en el siguiente texto:
«Mire a la más Santa de las santas y más atribulada que todas las santas y no santas, cómo, estando su Hijo colgado en un palo y crucificado con duros clavos, ella estaba al pie de la cruz.
Lo cual quiso el Espíritu Santo que supiésemos nosotros, porque en la manera del estar el cuerpo de fuera viésemos cuan en pie está, en trance tan recio, su corazón en lo de dentro; cuán de verdad y con cuánto dolor y con cuánto esfuerzo ofreció su querer y su Hijo en la voluntad del Padre, queriendo ser antes hecha millones de pedazos que perder un solo punto de la leal y esforzada obediencia que a Dios se debe tener»
(Carta 28: A una señora).
2.- María, llena de gracia:
Llena de gracia es el nombre que María tiene a los ojos de Dios. El ángel, cuando le saluda en la Anunciación, no le dice «María», sino: «Alégrate, llena de gracia«.
San Juan de Ávila la mira así y pide que nos encomendemos a ella para estar limpios de pecado y agradables a Dios:
«La Virgen María, nuestra Señora, que estuvo siempre llena de gracia, y no tuvo algún dominio el demonio algún tiempo sobre ella; que así lo dijo su bendito Hijo: Viene el príncipe de este mundo, que en mí no tiene nada. ( ver Jn 14,30).
Así lo puede decir la Virgen nuestra Señora, que tampoco tuvo parte en ella, porque siempre fue limpia y ajena de todo pecado, y así salió de aquellas limpias entrañas aquel limpio Jesucristo.
A esta Señora, que siempre estuvo y fue limpia y está llena de gracia, nosotros, que tan faltos de ella estamos, nos encomendaremos, pues no podemos decir ni oír cosa que a Dios sea agradable sin el favor de ella.»
(Sermón 9).
3.- Fervor en el amor de la Virgen:
El fervor en el amor supone hervor, fuego, pasión; lo contrario es tibieza, flojedad, mediocridad.
La Virgen María, dice nuestro Santo paisano, tuvo un «ferventísimo» amor a Dios.
Cuando se vive así, el amor se nota en nuestra vida, en nuestro rostro, en nuestros actuar.
«Para ser una Niña perfecta en el servicio de Dios, no sólo es menester que tenga luz para conocer el santo agradamiento de Dios, mas que tenga fuerzas para lo cumplir y poner en obra.
Poco aprovecha a muchos que sepan los mandamientos de Dios, que son el camino para el cielo, si no los ponen en obra…
Lejos de esta Virgen está esto: ferventísimo amor tuvo, que es el que da las fuerzas para servir al Señor, y por ninguna adversidad, tentación ni trabajo, dejó de cumplir la santa voluntad del Señor y andar sus santos caminos»
(Sermón 60)
4.- María, Madre de todos:
Desde la cruz, la Virgen María escucha las palabras de su Hijo, quien la da como madre a Juan, el discípulo de Jesús: ¡»Mujer, ahí tienes a tu hijo»! Una nueva responsabilidad, la de ser madre de los hombres, que seguramente se le hacía sumamente difícil, mas sabía que contaba con la ayuda de Dios.
«Mirad cuánto la engrandeció en hacerla madre suya. Más hijos tiene la Virgen María, con no parir más que uno que otra que hubiese parido muchos, porque todos los que somos hermanos de Jesucristo, que somos los cristianos, todos somos hijos de la Virgen María»
(Sermón 62).
5.- Humildad de María:
¡ Qué sencilla y humilde, la Virgen, nuestra Madre! Su dignidad y grandeza las manifestó en un amor hecho servicio sencillo y alegre.
Una de las virtudes más amadas por nuestro Patrono fue la humildad:
«¿Por qué crió Dios a esta madre nuestra chiquitita, la que había de remediar los males de la madre primera? ¿Por qué chiquita, la que había de levantar a los hombres de tan gran caída, como dieron por el pecado de la madre grande primera?
– Yo os lo diré: Por encomendarnos la humildad del alma.
Ama Dios mucho la humildad del alma, y así amó a la Virgen sacra por tan humilde como fue.
¿La veis chiquita? Pues más lo fue en su propia estimación. Miró el Señor la bajeza de su esclava, (Luc. 1,48) dijo ella de sí. A Eva la grandeza la derribó. María, por ser chiquita, nos remedió, fue ella ensalzada.»
(Sermón 62)
6.-Madre misericordiosa:
María es Madre de misericordia, porque Jesucristo, su Hijo, es enviado por el Padre como revelación de la misericordia de Dios (ver. Jn 3, 16-18). Él ha venido no para condenar sino para derramar misericordia (cf. Mt 9, 13). Ningún pecado del hombre puede cancelar la misericordia de Dios. María es Madre, por eso, de misericordia.
La compasión de Dios por el hombre se comunicó al mundo precisamente mediante la maternidad de la Virgen María.
«Buena sois para muro, Señora. Si vinieren las saetas de la justicia de Dios por nuestros pecados, vos os pondréis delante, vos os pondréis en medio, y haréis que no lleguen a nosotros; vos nos alcanzaréis misericordia. Mucho cabe el mundo, mas mucho más cabe la Virgen; muy alta, muy baja; buena es para muro, para defensa nuestra. Parió un Hijo para nuestro bien y remedio, tan lindo, tan rico, tan grande Señor. Así como supo regalar al hijo natural, envolverlo y darle leche, así sabrá criar los adoptivos; ella nos regalará, dará leche; ella nos socorrerá en nuestras necesidades. Buena es para muro, para amparo y remedio nuestro»
(Sermón 62)
7.-María, «limosnera» de todas las gracias:
«Asociada por un vínculo estrecho e indisoluble a los misterios de la Encarnación y de la Redención… creemos que la Santísima Madre de Dios, nueva Eva, Madre de la Iglesia, continúa en el cielo su misión maternal para con los miembros de Cristo, cooperando al nacimiento y al desarrollo de la vida divina en las almas de los redimidos». (Credo de Pablo VI, n. 15).
Y así describe nuestro San Juan de Ávila a la Virgen en el cielo:
«Oigamos cómo el bendito Señor, subiendo hoy al cielo a su sacratísima Madre, le dice con dulcedumbre: Madre mía, tú serás eternamente sobre toda mi casa, y todo el pueblo de mi celestial corte y de la tierra y debajo de ella, será obediente a lo que tu boca mandare; solamente te precederá en una silla del reino, porque yo soy Dios criador, y vos criatura y Madre mía.
Tras las cuales palabras quitó el anillo de su mano y lo puso en la de ella, para que tenga poder y autoridad para refrendar todas las mercedes que Dios al mundo hiciere, y que la que no fuere por su mano refrendada no viniere por medio de ella, no sea tenida por verdadera ni que viene del cielo; y que es hecha universal limosnera de todas las gracias y limosnas que Dios a los hombres hiciere
(Sermón 71).