El mes de mayo nos irradia con su claridad regalándonos varias ráfagas de luz: es el tiempo de la pascua de resurrección; el mes de María; el mes de las cruces llenas de vida; la celebración de santa Brígida y de Ntra. Sra. de la Cabeza; y la festividad de nuestro patrón san Juan de Ávila…
Son varios rayos de luz que dimanan del mismo sol del misterio cristiano: expresiones de la fe del pueblo creyente y accesos que Dios nos ofrece para estimular nuestra fe.
Entre todas las festividades que nos acompañan en este mes de mayo, la fiesta de san Juan de Ávila tiene un relieve especial porque en ella encontramos el testimonio de uno de los nuestros. Juan de Ávila Gijón, hijo y vecino de Almodóvar, nos da prueba de Dios está con nosotros y nos ofrece vivir la vida en amistad con Él.
La etapa almodovense de quien ha llegado a ser Doctor de la Iglesia universal, pone de manifiesto la importancia de la familia cristiana y de los procesos catequéticos de la iniciación cristiana en la niñez y en la juventud. Es seguro que el entorno parroquial en el que vivió, el clima cristiano que se respiraba en su familia, y la enseñanza de la fe que recibió en el colegio y en la parroquia, contribuyeron a forjar los cimientos de su profunda amistad con Jesucristo. Y es poco probable pensar que sin estas influencias hubiera podido iniciarlo.
Según esta observación, los padres y padrinos de los niños que son bautizados y de los que este año recibirán la primera Comunión y la Confirmación, han de encontrar en la figura de san Juan de Ávila una llamada vivir su misión como trasmisores y cuidadores de la fe.
Si todos debemos cumplir este compromiso, más aún aquellos que lo tienen encomendado de modo natural y también a través de las promesas hechas a Dios al celebrar los sacramentos. Por encima de cualquier promesa u ofrecimiento que podamos hacer a Dios, las promesas sacramentales de testimoniar, trasmitir, acompañar y cuidar la fe de los hijos y de los apadrinados son, sin lugar a dudas, mucho más importantes.
Dios prefiere que nos comprometamos a cuidar la vida cristiana de los niños y jóvenes, a que le ofrezcamos otras cosas: flores, velas, objetos, caminar descalzos. Lo que a Dios le gusta más es que seamos puentes para que otros le descubran y puedan emprender una relación de amistad con Él.
Os propongo que pensemos en el contexto familiar y parroquial del que se alimentaron san Juan de Ávila y san Juan Bautista de la Concepción, para encontrar el modo de imitarlo y ofrecer un renovado contexto cristiano a nuestros niños y jóvenes, a fin de que la santidad y el seguimiento entusiástico de Jesucristo siga siendo un rasgo fundamental de la comunidad cristiana de Almodóvar.