Agradece este nuevo año con una sonrisa de oreja a oreja. Repite esta acción todos los días del año.
Busca siempre lo mejor. No te conformes con ir tirando.
Cuida tu cuerpo sin descuidar tu alma.
Desayuna un buen tazón de amor cada mañana.
Escucha al menos el doble de lo que hablas.
Felicita continuamente a tus hermanos, sin esperar a que llegue su cumpleaños o consigan algo grandioso.
Goza de los regalos que Dios pone en tu camino, en especial aquellos que están sin envoltorio y llegan a ti por su propio pie.
Haz de cada día del año un motivo de celebración.
Inténtalo una, dos, tres…, todas las veces que sea necesario.
Junta, armoniza, crea puentes; nunca muros, fronteras o divisiones.
Levántate siempre que te caigas. Recuerda que las caídas, los fracasos son maestros disfrazados que pueden guiarte al éxito.
Mantén la cabeza fría y el corazón caliente.
Nutre a tu corazón con una buena alimentación, pues a veces no es el estómago, sino precisamente el corazón el que presenta claros síntomas de desnutrición.
Olvida la idea de días y horas para prestar más atención a los minutos y a los segundos.
Permite que Dios te eche una mano. No olvides que Él no te va a dar siempre lo que le pidas, pero sí lo que necesitas.
Quiere a tus hermanos, en especial a los más necesitados.
Renuncia a tu ego y deja espacio a los otros.
Sueña con los pies en la tierra, pero sueña, pues los que viven acariciando un sueño no envejecen jamás.
Tolera al que no piensa como tú, al que no te cae nada bien, al que siempre te quita la razón.
Utiliza la cabeza para formularte las preguntas, y el corazón para encontrar las respuestas.
Vive el momento presente sin lamentarte por el pasado o preocuparte en exceso por el futuro.
X es una incógnita. De ti depende despejar de este año todos los signos negativos, para que el resultado final sea favorable.
Yuxtapón tus opiniones siempre que sea para favorecer el bien común.
Zambúllete en este nuevo año convencido de que va a ser ¡tu gran año!
(Revista "Misión Joven")