Este año decidimos ir de vacaciones a África: maravillosa tierra, maravillosa gente.
Allí hice muchos amigos, con alguna diferencia, yo era el niño blanco.
Jugábamos todos los días desde que salía el sol hasta que se ponía, en esos inolvidables atardeceres.
Allí coincidí con el padre Miguel, al que mis amigos le llamaban «durundaga», que por señas me dieron a entender que estaba loco.
Llegó el domingo y no salí a jugar; mis amigos me preguntaron el porqué, yo les contesté que porque había ido misa, en la Iglesia del padre Miguel; sorprendidos me dijeron qué era eso, yo les contesté que era la casa de mi Dios y que, allí, el padre Miguel era el responsable de transmitirnos sus palabras y vivencias de Jesús de Nazaret; yo les expliqué que murió crucificado por defender y salvar a cada uno de los cristianos, que es mi religión.
Con permiso del padre Miguel, les invité a venir a ver la Iglesia y merendar. Se quedaron maravillados con la paz que aquel sitio les transmitía.
Llegó el domingo y les invité a la misa; desde entonces no han dejado de ir ni un solo día.
Tres días antes de mi venida a España, estuve en el bautizo de mis emocionados amigos.
Nuestra celebración fue sembrando semillas de todo tipo: cereales, verdura, frutales, patatas, etc. Y un refrescante baño con agua del nuevo pozo construido entre todos.
Ahora, dos años más tarde, voy a ir a su primera comunión. Estamos todos muy emocionados.
El banquete será de todo lo recolectado en sus cosechas.
Adrián Caballero Camacho
(6º de Primaria. Colegio Virgen del Carmen)