Pregón de Adviento
Habitará el lobo junto al cordero, la pantera se tumbará con el cabrito, el ternero y el leoncillo pacerán juntos; un muchacho pequeño cuidará de ellos (Is. 11,6)
Amigas, amigos, el siguiente texto tiene una alta dosis de peligrosidad; si no os queréis complicar la vida, si estáis muy bien como estáis, seguid con los ojos cerrados y el corazón ocupado; pero si esperáis y deseáis un mundo mejor, os invito a soñar con los ojos abiertos y el corazón bien dispuesto… ¿Os atrevéis?
Sueño con un mundo en el que no haya fronteras ni divisiones, en el que todas las razas y colores podamos habitar juntos… Un mundo en el que la nómina, el DNI, los censos y las recomendaciones sean papeles que sirvan, exclusivamente, para hacer crucigramas por detrás; y los únicos papeles importantes sean los del corazón.
Sueño con un mundo en el que los de derechas y los de izquierdas y los del centro podamos tumbarnos juntos y comer y brindar y reírse en una misma mesa… Un mundo en el que la única ideología que impere sobre las demás sea la del amor, la ideología del Amor, así, con mayúsculas.
Sueño con un mundo en el que tú (piensa en esa persona que tan mal te cae) puedas vivir conmigo y nuestros amigos (de pandillas, familias, iglesias o grupos tan diferentes) podamos recostarnos sobre el pecho del mismo Dios (ése que nos invita a amar a los enemigos)… Un mundo en el que yo siendo yo y tú siendo tú, si nos empeñamos, podamos convertirnos en esa maravilla que se llamará nosotros.
Sueño con un mundo en el que los niños, los débiles, los pequeños del Evangelio puedan jugar con los poderosos de este mundo… Un mundo en el que la única diferencia entre unos y otros sean las ganas y la ilusión de participar en el gran juego de la vida, donde todos subamos al podium de la nueva humanidad.
Sueño con un mundo en el que nadie cause daño…
No, perdón, mucho mejor, un mundo en el que todos nos empeñemos en hacer el bien y no descansemos hasta que en el último rincón del planeta, hasta que el ser más insignificante de la humanidad, descubra, en nosotros, la bondad de Dios.
Sueño con un mundo…
(Propósitos compartidos, eso sí, con los ojos bien abiertos y el corazón bien dispuesto, para este tiempo de Adviento).
Amigas, amigos, la diferencia entre un sueño y una fantasía es que un sueño es aquello –y valga la redundancia que te quita el sueño; y la fantasía es lo que te gustaría tener, pero no se hace nada parar lograrlo…
Amigas, amigos, sólo el Señor con su venida puede realizar nuestro sueño; eso sí, pide de nosotros que no dejemos de soñar y de trabajar, que no nos cansemos de esperar y de luchar…
Amigas, amigos, ha llegado el momento…
¡Adelante!
J. M. de Palazuelo
(Rvta. «Misión joven»)