De cuan gran ceguedad es por los bienes temporales perder los eternos
La paz de nuestro Señor Jesucristo sea siempre con vuestra merced.
Una carta recibí los días pasados hecha en Sevilla ; y aunque con ella holgué mucho, más me holgara en hallarme allá, para gozar, señor, de vuestra conversación, que tantos días había deseado…
Mucho, señor, querría que el humo de estas cosas perecederas no cegase nuestros corazones para impedirnos la vista de las eternas.
¡Cuán mal trueco hace quien por lo de fuera, que no es sino corteza o cáscara, pierde lo que de dentro se posee, que es el verdadero fruto! ¡Ay de aquel que tiene más cuidado de la hacienda que de la conciencia, y que pone a peligro su ánima por asegurar la vida del cuerpo!…
Sentencia es de Cristo que, si nuestro ojo derecho nos es ocasión de pecar, lo saquemos y alancemos de nos (cf. Mt 5,29). El ojo derecho es el amor que tenemos a la hacienda, honra, vida o parientes; el cual, si con la demasía nos es ocasión de pecar, así como quien por el amor de estas cosas ofende a nuestro Señor, nos habemos de extrañar a él y cortarle de nos, porque no nos extrañemos a Dios. Ninguna cosa nos debe ser tan amada, que no la hollemos si nos estorba estar bien con Dios…
¡Oh engaño de los hijos de Adán! Y ¿quién los engañó? y ¿quién los desengañará? ¿Quién los sacó los ojos para traerlos alrededor moviendo esta pesada tahona como otro Sansón ( Jue. 16,21), viviendo al querer de los vicios y al desplacer de nuestro Señor? ¿Quien les hará entender que andan engañados en buscar primero los dineros y después la virtud?
Por dicha, ¿no es mejor la amistad de Dios, que con las virtudes se gana, que todo lo que desearse puede?
Por dicha, ¿no son más para desear los mandamientos de Dios que millares de oro ni plata? (Sal.118, 72)
¿Adónde está un verdadero peso para pesar cada cosa en lo que es, para no vivir en mentira? … Más vale, hombres, más vale el ánima que perdéis que todo lo que en trueque de ella se os puede dar. ¿Qué aprovecha ganarlo todo, si a ti solo pierdes? (cf Mt 16,26) ¿Qué aprovecha tenerlo todo bueno, si a ti solo tienes malo? ¿Qué aprovecha ganancia en la bolsa, y daño en el ánima, y gran nombre delante de los hombres, y ser ignorado delante los ojos de Dios?
No es aquí, señor, nuestro reino, no nuestro descanso. ¿Qué es esta vida, sino un camino desde nuestra casa hasta el lugar donde nos han de matar?, pues que cada día más caminamos, y no a otra parte, sino a la muerte. ¿Quien seria, pues, tan desatinado que, llevándole a matar; y muy aprisa, se acongojase por no ir muy subidamente vestido, o se divirtiese a entender en vidas ajenas, o le deleitase mirar algunos juegos, o se penase porque no le quitaron bien el bonete?
Pues ¿cuántos vemos, por nuestros pecados, tan fuera de sí, que yendo, como todos vamos, al paradero de la sepultura, y cierto mas corriendo que una saeta, unos se detienen en vanos vestidos, otros en humillo de honra, otros se enojan muy de corazón porque no se hace lo que ellos quieren? …
¿Qué es aquello que así nos cegó para hacer de la eternidad tiempo y del tiempo eternidad? Así han despreciado los hombres el eterno bien que Dios en el cielo les promete, como si fuera temporal, y así han puesto todo su amor en esto perecedero, como si esto fuese lo eterno. ¿Cuántos habrá que pasen por esto como extranjeros, según San Pedro nos manda (cf. 2 Pe 2,11), y asienten sus corazones en lo por venir como en su ciudad y reposo?…
Vamos, pues, a correr esta carrera, que bienaventurados son los trabajos que por alcanzar tal joya se pasan, y pasarse han presto, mas el galardón durará para siempre. Atesoremos allí, que bástanos poseer a Dios. Y no perdamos el tiempo que para esto nos es concedido, mas para esto vivamos, para que vivamos para siempre.
Y así pasaremos de la bajeza a la alteza, del destierro a la propia tierra, de esta pobreza a la riqueza, que poseeremos en los siglos de los siglos.
(De la Carta 149 de San Juan de Ávila)