Atrévete a orar. Es la aventura más fascinante del creyente. Cuando una persona despierta a la fe, lo primero que empieza es a orar. Es que la plegaria está en el corazón de la experiencia religiosa. La oración y la fe van juntas, se acompañan y se nutren entre sí. Si aumenta la fe aumenta también la oración.
La oración es un don, una gracia que hemos de pedir continuamente. Pide el don de la oración, estoy seguro que el Señor te lo dará. La oración es muy frágil, si nos descuidamos se cae al suelo y se hace añicos. ¡Cuántos hombres y mujeres después de muchos años se han cansado de orar. “Señor, enséñanos a orar”. Esta es la súplica de todo creyente. Danos, Señor la perseverancia en la oración.
No te desanimes porque tienes distracciones. La distracción es el pan de cada día para el orante. Nuestra oración es débil, deshilachada. No importa. Hay que estimar y valorar nuestro encuentro con Dios. Es el camino que nos comunica con Jesús. La oración, pobre y distraída, es la puerta para introducirnos en el Castillo Interior, morada de Dios.
Hay muchas formas de orar. Desde la Eucaristía hasta la oración silenciosa. Desde la alabanza hasta la súplica confiada en tu Señor. Escoge lo que mejor se adapte a tu forma de ser. Lo importante es el encuentro con el Maestro. Él, por medio del Espíritu Santo te enseñará poco a poco cómo tienes que orar. Recuerda que irás aprendiendo con la práctica. Ya decían los antiguos que un grano de práctica vale más que una montaña de teoría. Se aprende a orar, orando, así de fácil.
Es muy conveniente que compartas su experiencia con otros creyentes. Te animará escuchar a otros orantes. Verás cómo Dios se comunica con otras personas. Santa Teresa dice que “hay que hacerse espaldas” los unos con los otros. Es más, busca a una persona que te oriente en los caminos del Señor.
¿Dónde orar? ¿Cuál es el lugar más adecuado para la oración? En la iglesia, en tu casa, en el campo, en un viaje, de camino al trabajo… Todo lugar es bueno para levantar el corazón.
Sin embargo escoge un tiempo y un lugar para la oración. Es una forma de expresar que Dios es para ti, no Algo sino Alguien, que merece la pena hacer un espacio en nuestras vidas. Dedicamos el tiempo a lo que nos interesa.
Siempre se puede crecer en la oración porque siempre se puede crecer en la relación con Jesús. Aprovecha los tiempos litúrgicos para que tu diálogo con Dios tenga más calidad. Adviento, Cuaresma y Pentecostés te ayudarán.
La lectura de un libro sobre la oración, con frecuencia enseña algo nuevo y te dará pistas para el camino. Me encanta la parte última del Catecismo de la Iglesia Católica.¡Pruébalo!
Te deseo todo lo mejor en esta gran aventura.
Aprender a orar y cultivar los caminos de la oración, nos hace pasar de un cristianismo teórico a una fe más sentida.
La experiencia espiritual va preparando la Iglesia del futuro.