Un matrimonio de Normandía (Francia). Vivieron en el siglo XIX y son los padres de Santa Teresita. Tuvieron 9 hijos. El último fue Teresa Martín, más conocida por Santa Teresita o Teresa de Lisieux. En estos días se habla de ellos. Han sido beatificados, los dos, en la Basílica de Lisieux, el 19 de octubre del 2008. Es un hecho muy aislado. Rara vez se beatifica a un matrimonio, él y ella. El hecho bien merece un comentario y una reflexión desde la fe.
Los tiempos que vivieron no fueron fáciles. Francia vivía una fiebre antirreligiosa muy profunda. Las manifestaciones en contra de lo religioso eran muy considerables. Rozaba con la intransigencia. Muchos actos religiosos no se permitían. Los santos no han vivido un tiempo ideal, han tenido las dificultades que, poco más o menos tenemos en nuestros días. No habitaron en una cámara de cristal para aislarse del ambiente que los rodeaba. El hogar de la familia Martín disfrutaba de una sana y profunda religiosidad. Luís y Celia no han sido elevados a los altares porque sean los padres de la Santa más grande los tiempos modernos. Conociendo en profundidad a esta pareja nos resulta más comprensible la figura de Teresa de Lisieux y su originalidad.
Hace pocos años se publicaron las Cartas de Celia Guerin, madre de Santa Teresita. En este libro se manifiesta, como un anticipo o avance, lo que será la espiritualidad y el genio de Santa Teresa del Niño Jesús. Celia tenía una gran confianza en la Virgen María. Acude a la Madre de Dios en todos los acontecimientos de la vida. En sus manos pone a su familia, la vida de su hermano, la vida de sus hijos, los negocios, toda su existencia… La piedad mariana de Teresa tiene su origen en los sentimientos de esta gran mujer, su madre.
La poesía de Teresa de Lisieux “¿Por qué te amo oh María?”, síntesis de su experiencia de la Madre de Dios, tiene unos lazos profundos con los sentimientos maternos que vive en el hogar de Celia y Luís. En la lectura de las Cartas se manifiesta el cariño que tenía Celia a su esposo. Estaba convencida que era un santo. “Te sigo con la mente durante todo el día y me digo por dentro: ‘En este momento está haciendo tal cosa’… no puedo vivir alejada de ti” (Carta 108). En otra carta refiere: “Yo sigo siendo muy feliz a su lado, me hace la vida muy dulce. Mi marido es un santo, les deseo a todas las mujeres uno como él” (Carta 1).
Cuando Teresa proclama lo nuclear de su espiritualidad: el amor desbordante de Dios en su vida, la confianza absoluta en Dios como un niño en los brazos de su Padre, ¿cómo no reconocer estos sentimientos en la conducta diaria de su papá. Luís Martín fue para Teresa un símbolo y una imagen de Dios, un Evangelio vivo. Hay dos textos de estas Cartas que me han llamado la atención. Son dos cartas que Celia escribe unos días después de dar a luz a Teresa. Estas líneas las dirige a su cuñada en la confidencialidad. Dicen así:
“Mi hija nació ayer, jueves, a las once y media de la noche. Es muy fuerte y sana. Me dicen que pesa ocho libras; aunque lo dejo en seis, no está mal. Parece muy linda. Estoy contentísima. Sin embargo, al principio me quedé sorprendida, pues esperaba tener un niño. Me lo había imaginado así desde hacía dos meses, pues la notaba como mucho más fuerte que a los demás hijos que tuve.
La bautizaremos mañana, sábado: sólo faltaréis vosotros para que la fiesta sea completa. María será la madrina, y un niño más o menos de su edad el padrino.
(Carta del 3 de enero de 1873, CELIA GUERIN, Cartas a mi Familia, Monte Carmelo, Burgos, 2000, p. 175.
“La pequeña no nos da nada de guerra durante el día, pero por la noche con frecuencia nos hace pagar caro lo bien que se porta durante el día. Anoche la tuve en brazos hasta las once y media, y ya no podía con mi alma, de cansada; después, gracias a Dios, durmió como un tronco.
La niña se llama Teresa, como la última. Todos me dicen que es guapa, y ya sonríe. Me di cuenta por primera vez el martes. Creí que me equivocaba, pero ayer ya no había lugar a dudas: me miró con mucha atención y luego me dirigió una sonrisa deliciosa.
Cuando la llevaba en el seno, noté algo que nunca me había ocurrido con los otros hijos que tuve: cuando yo cantaba, ella cantaba conmigo… A ti te lo cuento, nadie lo creería”. (Carta a su cuñada 16 de Enero de 1873, en CELIA GUERIN, o. c., p. 177).
Hoy estamos viviendo cambios bruscos y acelerados en las familias. Unos de signo positivo, otros de signo negativo. Encontrar familias que encarnen el Evangelio en lo cotidiano de la vida merece la pena. Dios sigue visitando a su pueblo. Es bueno creer en Dios y esto es beneficioso para la sociedad porque nos hace más humanos.