En aquellos días (y en éstos y seguramente en los próximos) apareció otro programa rosa, si cabe aún con más carnaza, con más basura.
El caso es que la mayoría de la gente, a la hora indicada, cumplía fielmente con el mandato del “Emperador TV” y frente a él pasaban gran parte de su tiempo…
Así que cuando a María le llegó el tiempo del parto y dio a luz a Jesús, el ángel se las vio y se las deseó para encontrar alguna persona de buena o… incluso, de dudosa voluntad.
Al final, tuvo que conformarse con unos paparazzis que pasaban la noche velando por esa zona, por si algo interesante pudieran captar sus objetivos. El ángel se les apareció y les dijo:
Cuando el ángel desapareció, los paparazzis se frotaban las manos y hacían cábalas, mientras recogían con gran celeridad sus equipos fotográficos, pensando en qué famosa se encontraba por esos días a punto de dar a luz.
Tres horas estuvieron pateándose todos los hospitales de la ciudad… Y ya iban de regreso a sus hogares, “echando sapos y culebras” contra el dichoso ángel cuando, debajo de un puente, encontraron a una joven de apenas 15 años y a su esposo, bastante mayor que ella y al niño, envuelto en pañales.
La decepción, como os podéis imaginar, fue grande, pero tan cansados estaban que se sentaron en torno a María (así es como se llamaba la joven), a José (que no dejaba de caminar nervioso de un lado para otro) y a Jesús (el bebé miraba intrigado los objetivos de los paparazzis)…
Y así, de cháchara, se pasaron toda la noche…
Con los primeros rayos del día se despidieron de la nueva familia y regresaron, con las manos vacías, a la redacción, donde les esperaba el jefe con cara de muy pocos amigos…
Fíjense lo que son las cosas, tan cerca habían estado del Rey de reyes, del Salvador del mundo, de la persona que iba a cambiar el rumbo de la historia y… ¡ni una simple fotografía!
Pues eso no es todo, desde ese día Jesús sigue naciendo y la mayoría de la gente actúa, actuamos como los paparazzis, dejando pasar la oportunidad de filmar la única instantánea capaz de cambiar por completo la vida de un ser humano.
Os invito, amigos, a que durante estas Navidades no nos suceda lo mismo.
Preparemos bien nuestros corazones, enfoquemos correctamente el objetivo, está muy cerca: todo un Dios hecho niño se puede convertir en la mayor exclusiva de la historia, en la buena noticia, en el notición que transformará nuestras vidas y nos convertirá en las personas más felices del planeta.