¡Cuántas veces no me habré preguntado hacía dónde me dirijo!
Tantas seguramente como he flaqueado y he terminado resolviendo que debo seguir caminando.
Tal vez porque en la vida casi nunca las cosas son como planeamos o como nos gustarían, nos hacemos esa tonta pregunta. Y digo bien tonta porque aunque yo peco a menudo de esa torpeza, no dejo de reconocer que ciertas preguntas, precisamente por no tener unas respuestas contundentes, no deberíamos siquiera plantearlas.
De todas formas, aunque en realidad no sepamos hacía dónde nos dirigimos, sí que al parecer está en nuestro interior todo aquello que nos hará ir caminando a lo largo de nuestra vida.
Recordaba esto precisamente el otro día cuándo apareció en la carpeta de “mis documentos” de mi ordenador un texto de Amado Nervo que me mandó nuestro querido sacerdote D. Tomás. Acostumbra a mandarme cosas de este tipo y lo cierto es que, a veces pienso si no será algo adivino porque me las manda justamente cuándo más parece que me hacen falta. Digo yo que, en esto, algo debe intervenir La Providencia, que no la casualidad, porque de otro modo no me lo explico. Pero, a lo que iba. También providencialmente volví a leer ese texto titulado: “Dentro de ti está el secreto”, y, decía así:
Busca dentro de ti la solución
de todos los problemas
incluso de aquellos que creas
más exteriores y materiales.
Aún para abrirte camino en la selva virgen,
aún para levantar un muro,
aún para tender un puente
has de buscar antes, en ti, el secreto.
Dentro de ti están tendidos
ya todos los puentes,
todas las arquitecturas
están ya levantadas en tu interior.
Pregunta al arquitecto escondido:
Él te dará sus fórmulas
y sabrás lo esencial de todos los problemas
y se te enseñará la mejor de todas las fórmulas
y se te dará la más sólida
de todas las herramientas.
Y acertarás constantemente,
pues dentro de ti llevas la luz misteriosa
de todos los secretos.
Amado Nervo
Les confieso que, cada vez que leo esto, intento escuchar dentro de mí a ese arquitecto cuyos puentes y muros tiene ya tendidos y levantados en mí. Y créanme, soy tan sorda a veces que no consigo escucharle con claridad. Suelo caer en la confusión de no saber bien si es realmente ese “Arquitecto interior” el que me habla o bien si son mis anhelos los que me hablan.
Desde luego, sí creo que dentro de mí y dentro de cada uno está “el secreto”, que no es otro que, en definitiva, aquello que Dios tiene pensado para cada uno, pero descubrirlo a menudo se convierte en un peregrinar en ese insondable interior que cada cuál tenemos. O no escuchamos o escuchamos lo que nos conviene del modo que nos conviene también.
La más sólida herramienta que poseemos los cristianos es la fe. Y, entiendo que cada cual la siente como una Luz misteriosa en su interior; pero cuando algo no comprendemos, cuando algo se nos tuerce o se nos resiste, también nos dejamos llevar por la penumbra donde las sombras de nuestras preocupaciones e inquietudes no podemos evitar verlas demasiado alargadas.
Somos humanos y tan pronto podemos ser fuertes y valerosos como débiles y cobardes; pero quizá lo esencial que tenemos que aprender es que, aunque en un principio no encontremos el modo de solucionar nuestros problemas, aunque las cosas no nos salgan como esperamos, aunque no demos con las fórmulas, lo importante es creer y tener la certeza de que no estamos solos, que dentro de nosotros hay Alguien más que siempre nos acompaña.
Dentro del que sufre, del que ama, del que llora, del que ríe….dentro de mí y de usted está Dios. A veces podemos no escucharle, o escucharle con esas interferencias personales que de vez en cuándo se cuelan, pero Él siempre está dispuesto a hablarnos, a escucharnos y, por supuesto, a revelarnos a su debido tiempo “nuestros secretos”.
Así pues, como bien decía Santa Teresa:
“Nada de turbe, nada te espante. Todo se pasa, Dios no se muda. La paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene, nada le falta, SOLO DIOS BASTA”.