La Fundación Solidaridad Humana (FSH) es una ONG que nació hace casi 17 años de la mano de un matrimonio que se dieron cuenta de la necesidad de amor que tiene el mundo actual.
He tenido la suerte de trabajar con ellos durante este curso y vivir grandes momentos que quiero compartir con todos los lectores.
Si mirase hacia atrás una temporada y me proyectase en el futuro, jamás hubiese imaginado que hoy estaría escribiendo estas líneas y compartiendo mi experiencia de lo que han supuesto estos siete meses como monitora de la Fundación Solidaridad Humana.
Aterricé en este proyecto de una forma casi providencial, conocía la Fundación de oídas, pero realmente no sabía cual era exactamente la labor que realizaban y mucho menos imaginaba que una experiencia, como la que más tarde viviría, me aportaría tanto en el terreno profesional y sobre todo en el personal.
Desde el primer día que pisé la Fundación y empecé a conocer a mis compañeros me di cuenta que aquello no era un trabajo más, era un proyecto común muy pensado, con muchos años de experiencia a las espaldas y sobre todo muy necesario.
He tenido la suerte de trabajar con chicos de entre 11 y 18 años en dos proyectos diferentes, de educación afectivo-sexual y educación en valores en la Comunidad de Madrid, y ¿qué decir? Sin duda ha sido apasionante.
Es muy difícil explicar cómo cada día te expones ante una “aventura”; hemos visitado colegios e Institutos muy diferentes, nos hemos encontrado con chicos de muy diverso nivel social, con problemáticas muy distintas y viviendo sus realidades, pero con un mismo sentir, con muchas ganas de descubrir, de aprender y mucha necesidad de ser escuchados.
Es impresionante ver cómo el chico más “malote” de la clase se pasa la hora sin parpadear intentando captar al máximo el mensaje que le intentas transmitir; descubrir cómo se abren ante ti con problemas que nunca antes habían comentado a nadie; o sentir una emoción inmensa cuando, al terminar el taller, se acercan con una gran sonrisa a agradecerte toda la luz que has podido aportarles con unas solas palabras y te piden por favor que vuelvas pronto…
Es duro afrontar muchas de las situaciones que presentan los chicos, se hace difícil no conmoverse ante una lágrima de emoción, una gran sonrisa, una palabra sincera o un gesto verdadero.
Pero, es realmente un regalo poder llevar la calma, potenciar la reflexión o tener la certeza de que estás transmitiendo no solamente unas palabras sino un gran mensaje de esperanza.
Podría estar mucho tiempo contando historias o recordando anécdotas, pero, por mucho que me esforzase, no sería lo mismo, es una experiencia que hay que vivirla, sentirla y hacerla parte de ti.
Con el tiempo he comprendido cual es el secreto, lo que hace especial y diferente a trabajos como éste.
Y es que, como decía San Francisco de Sales: “Es el amor lo que da precio a todas nuestras obras”.
Sin duda este proyecto es grande porque tiene de base un gran motor que lo hace funcionar.