En esta ocasión, voy a desarrollar uno de los tres caminos que marcan el ritmo de mi vida: la familia, la música y Dios.
Pues bien, en este periódico voy a dejar el artículo musical que escribo mensualmente y voy a narraros una historia preciosa que tuve la ocasión de escuchar al sacerdote que tenemos en nuestra parroquia de Cartagena, sacando en conclusión una de las muchas enseñanzas que recibo de Dios.
Esta noche tuve un sueño:
soñé que caminaba por la playa
en compañía del Señor.
En la pantalla de la noche se proyectaban
todos los días de mi vida.
Miré hacia atrás y vi
que por cada día de mi vida proyectada en el filme
aparecían huellas sobre la arena;
una huella mía y otra del Señor.
Seguí caminando adelante, hasta que
todos mis días se agotaron.
Me paré entonces, mirando hacia atrás,
y vi que en algunos sitios
había solo una huella…
Coincidían estos sitios con los días
más aciagos de mis días:
los de mayor angustia,
los de mayor miedo y los de mayor dolor…
Y pregunté entonces:
“Señor, tú dijiste que ibas a estar conmigo
todos los días de mi vida,
y yo acepté vivir contigo.
¿Porqué me dejaste solo,
justo en los peores momentos de mi vida?”
“Hijo mío, yo te amo. Te aseguré que estaría contigo
a lo largo de todo el camino,
y que no te dejaría solo ni un segundo…
Y lo he cumplido…
Los días en que has visto una sola huella
sobre la arena,
han sido los días en los que te he llevado
en mis brazos”
Estoy totalmente convencido que este relato os dejará una huella (como me la dejó a mi) tan profunda que cuando estemos en momentos de dificultad, recordaremos este texto y sabremos valorar la presencia de Dios en nosotros.
Os deseo que paséis unas felices fiestas.