Image Alguien (muy poco sospechoso de beato o clerical, y más bien tildado de laico y de liberal) como Gregorio Marañón coincide en resaltar el valor del sufrimiento, hoy tan en crisis por ser tan contrario a la búsqueda incesante de la felicidad.

    El doctor Marañón, curiosamente, alude en su comentario al mercado bursátil, cuando afirma:

   

«A los que tienen por barómetro de su felicidad el listín de cotizaciones de Bolsa, hay que dejarlos de lado porque no son dignos de la categoría humana.

    Nuestro Séneca decía que la más grave ceguera para los humanos entendimientos es la felicidad. Y lo han repetido todos los filósofos y las religiones. Pero lo olvidan los hombres.

    Desde niños, nos han enseñado que el mundo es un valle de lágrimas, pero, así como el auténtico dolor empieza a humedecer nuestros párpados, ponemos el grito en el cielo».

    A la luz de cómo quiso el Altísimo que se produjera la Redención, habría que reconocer que el sufrimiento es el valor más sublime.

    Pero sorprende  que sea una  figura  de la Medicina – y ya sabemos que para cualquier médico el dolor es un fracaso y algo a  erradicar, o  paliar  o  prevenir-  el  que  lo  considere  incluso conveniente y casi necesario.

    Marañón explica:

    «El hombre actual ha perdido no la capacidad de sufrir, que ésta es inseparable de su condición animal, sino la noble y alta voluntad de sufrir, que es típica de la jerarquía humana.

    Ha perdido la fe en todo aquello que puede convertir el sufrimiento en holocausto necesario y fecundo. El hombre actual, en su inmensa mayoría, no cree en Dios ni en sí mismo, que es otra forma de creer en Dios por carambola. Y por ello ha perdido esa aptitud maravillosa, casi divina, de convertir el sufrimiento en fuente de paz y de progreso interior y, a la larga, también de progreso material…

    En la otra, en la vida áspera y difícil, está escondido el tesoro de la felicidad».

( En “Rev. “Alfa y Omega” 4-X-07)