La cuaresma es un tiempo de penitencia, meditación y reflexión, es un tiempo de Oración. Es el gran tiempo penitencial de la Iglesia, los cuarenta días de conversión y purificación interior que nos preparan a la mayor fiesta cristiana del año, la Pascua.
Los cantos de la eucaristía deberían favorecer la atmósfera de recogimiento y conversión personal y comunitaria que caracterizan este tiempo litúrgico:
Al comienzo de las celebraciones podemos tomar un canto que nos introduzca en el sentido de nuestro caminar hacia la Pascua.
La Cruz es un signo central de este tiempo que se podría destacar en la procesión de entrada. Así también los cantos que durante la Adoración de la Cruz hacen referencia al misterio de la Redención, al triunfo del Crucificado, a la fuerza del amor que vence a la muerte y al pecado, y a nuestro seguimiento sincero y fiel del camino que abre la Cruz.
El acto penitencial deberá ser especialmente destacado, sobre todo con el silencio prolongado (podría ser sentados) y con un canto penitencial que sea apropiado.
Desde el miércoles de ceniza hasta la vigilia pascual no cantamos el Aleluya, porque ese canto es la expresión del gozo de la resurrección; lo reservamos para la noche de Pascua. En lugar del Aleluya se puede cantar una aclamación adecuada que nos prepare para escuchar la Buena Noticia.
El Gloria tampoco se reza ni canta en todo ese tiempo, excepto en la misa del Jueves Santo.
Los salmos tienen una importancia enorme al momento de contemplar y responder a la primera lectura.
Como elemento secundario que en alguna celebración podría ayudarnos se proponen cantos de meditación después de la homilía o de postcomunión. También el canto de presentación de dones puede ser un canto cuaresmal aunque su letra no hable explícitamente del Pan y el Vino.
El canto final podría suprimirse y dejar a la Asamblea que se retire en silencio.
Pero la Cuaresma no es un tiempo triste, sino más bien un tiempo recogido, de meditación, que es el ambiente que nos permite estar atentos a la Palabra, reflexionar sobre nuestra vida y dar pasos de conversión.
Lista sugerida:
- Canto de Entrada
- Canto de Perdón o Kyrie
- Antífona que anuncie el momento del Evangeio o bien, Silencio
- Canto para el momento de la Colecta Material
- Canto de Ofrenda
- Santo
- Padre Nuestro (puede ser rezado)
- Cordero
- Canto de Comunión
- Canto de Meditación o Acción de Gracias
- Canto de Salida
Para la celebración del Domingo de Ramos tendremos que respetar la religiosidad popular y educarla a través de las moniciones y de una apropiada catequesis.
Pueden ser antífonas cortas y aclamaciones.
El canto del Santo con las palmas levantadas puede ser un signo apropiado para ese día.
La lectura de la Pasión podría ser interrumpida con aclamaciones que ayuden a la participación atenta y solidaria.
El Jueves Santo es la celebración donde la amistad e intimidad de Jesús para con los suyos se hacen muy presentes. Nos trae a consideración la enseñanza que Jesús nos dejó: “No he venido a ser servido sino a servir”.
La adoración eucarística que se prolonga después de la Misa deberá estar siempre animada por cantos, lecturas y silencios. Los temas como la caridad, el servicio, la solidaridad y entrega generosa, la vocación y la fraternidad, el amor redentor universal de Cristo, no deben faltar en la letra de los cantos.
El Viernes Santo y el Vía Crucis necesitan de animadores que expliquen el sentido de la muerte amorosa del Señor.
Los dolores de la Virgen María y su maternidad al pie de la Cruz deben ayudarnos a una sincera y esperanzada conversión.
El Vía Crucis por las calles debe estar acompañado de cantos fáciles y sencillos; incluso se puede invitar a hacer gestos (ponerse de rodillas, darle la mano al hermano o traer la cruz desde casa para unirla a la cruz procesional).
La Vigilia Pascual es una celebración muy elaborada, pero es la más hermosa; debemos prepararla interior y exteriormente, sin omitir ningún detalle que le quite ritmo y clima festivo.
Respecto de los cantos se sugiere la proclamación cantada del “Pregón Pascual” con los cirios encendidos. No omitir los Salmos que están cuidadosamente seleccionados, aunque sea cantar las antífonas si no se puede cantar todo y recitar las estrofas.
El canto del Gloria y del Aleluya son muy importantes esa noche y todo el resto del tiempo Pascual.
La Liturgia Bautismal puede ser embellecida con el canto de las Letanías de los Santos y algún canto para la aspersión de los fieles con el agua nueva. Podría acompañarse la preparación de las ofrendas con música instrumental en vez de un canto. El canto final puede ser de felicitación a María que se alegra con el triunfo de Su Hijo Resucitado y de todos nosotros que hemos resucitado con él.
El Tiempo Pascual: después de la Semana Santa parece que a veces pusiéramos punto final. No debe ser así. La Iglesia le da una gran importancia al tiempo Pascual: son cincuenta días en los que debemos planificar bien cada domingo hasta la fiesta de Pentecostés.
Como sugerencias se propone la aspersión con el agua nueva todos los domingos al comenzar la celebración.
El canto del Gloria, Aleluya, de entrada y presentación de dones podrán tener un marcado sentido pascual.
La comunión y la despedida podría hacer alusión a la vida de hombres nuevos, que hay en nosotros, y a nuestro compromiso eclesial para con todos.
En definitiva, la música, sin la menor duda, es el camino más corto para acercarnos a la misma divinidad de nuestro Señor.