María es un resumen de belleza, de limpieza, de santidad, de perfección humana, de una vida nueva y atractiva.
En Ella se da el ideal de un ser humano, el proyecto de humanidad que Dios había soñado para los hombres.
Maria es una luz que anuncia la victoria brillante de la gracia sobre el pecado y la muerte.
Por eso, Maria es un modelo para cada persona, para cada creyente.
Cuántos artistas, a través de imágenes y pinturas, han intentado imprimir en la madera y en el lienzo la belleza de la Madre de Dios y Madre nuestra.
La imagen de nuestra Patrona, la Virgen del Carmen es una de esa imágenes que expresa: ternura, serenidad, mirada acogedora, bondad, abrazo…
Son muchas las personas creyentes que admiran las imágenes de María, la adornan y engalanan como señal de alabanza y cariño a la Madre del cielo.
Junto a todo esto, no se debería olvidar que cada uno de nosotros somos “imágenes vivas” de Dios y nuestros cuerpos son “templos vivos del Espíritu Santo”.
Con un gran esmero cada creyente, que se llame hijo de Maria, que honre-así como Almodóvar a Maria como Patrona- debe ser una imagen viva que refleje la belleza de la Madre del cielo, que es la belleza de Dios.
Enamorados de la figura bella y atractiva de María en su pensar, sentir, amar y actuar, como buenos hijos, podemos, con la gracia de Dios, hacer de nuestra persona una imagen atractiva y luminosa por nuestro modo de mirar y querer a las personas, por nuestra generosidad y servicio hacia los pobres; por nuestro modo de enfocar la propia vida desde Dios.
De esta forma, realizaremos lo que quiere el Señor de cada uno de los que creen en Él:
“Vosotros sois la luz del mundo…Brille así vuestra luz delante de los hombres para que vean vuestra buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mat. 5,14).
Y también, como dice San Pablo:
“Pues a los que de antemano conoció (Dios), también los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo” (Rom.8, 28).
¡Feliz Fiesta y felices días vividos como hijos de tal Madre celestial!