Los medios de comunicación nos están recordando la figura diminuta y gigantesca de la Madre Teresa. En todas las partes del mundo se está celebrando el Centenario de su Nacimiento.
En este tiempo está saliendo a la luz pública el amor entrañable de una mujer creyente, una santa, a los más pobres de la tierra. Pero sus herederas, las Misioneras de la Caridad, están empeñadas en señalar la fuente de donde mana el amor generoso y hasta el extremo de la Madre Teresa: la persona de Jesús.
Recuerdo hace unos años, en un periódico europeo, una entrevista que hacían a la Madre Teresa de Calcuta.
El periodista le hizo muchas y variadas preguntas, pero hay una que viene a cuento con lo que estamos hablando.
El entrevistador le dijo que cuál había sido el momento más significativo de su vida.
Le fue recordando acontecimientos como cuando fundó la congregación para dedicarse a los pobres más pobres, también le mencionó la expansión que ha adquirido su familia religiosa en muy pocos años.
No podía olvidar de mencionar cuando había recibido varios premios por la difusión de los valores religiosos y por su labor humanitaria…
Ella a cada pregunta respondía que no, que eso era importante pero que no había sido decisivo en su vida.
Al final reconoció que el evento que no podía olvidar y que había marcado su vida, había sido cuando se había encontrado a Jesucristo, cuando había descubierto su persona.
El mismo periodista señalaba que su rostro parecía que se iluminaba cuando hablaba de Él.
El P. Brian, postulador de la causa de beatificación y el mejor conocedor de la Madre Teresa, señala que Teresa fue una enamorada de Jesús y que prueba de ello era el tiempo que dedicaba a la oración.
Por eso, afirma este sacerdote: “En cada servicio que desempeñaba, ella conservaba esta verdad en su corazón (“A mí me lo hicisteis”).
Era con Jesús con quien estaba en la oración, era Jesús a quien tocaba en los pobres, era Jesús a quien encontraba en cada persona.
Llegó a ser verdaderamente una contemplativa en el corazón del mundo, alguien que percibe, reconoce y sirve a la presencia de Dios en toda persona y en toda circunstancia” (Tomado de Zenit).
Teresa armonizó de forma magistral la oración y la acción. Dedicó muchas horas a solas con su Maestro y Amigo.
Y al mismo tiempo dio su vida por los más pobres.
El Cardenal Angelo Comastri relata una conversación con Teresa de Calcuta.
El entonces joven sacerdote le contó su vida de oración: la Misa, la Liturgia de las Horas y el Rosario.
Teresa le aconsejó al menos media hora diaria de adoración ante el Santísimo, pues lo que hacía no era suficiente.
Y termina con estas palabras:
“¿Crees que si no rezara sería capaz de amar a los pobres?
Es Jesús quien pone el amor en mi corazón cuando rezo”.