Navidad y San Juan Bautista de la Concepción“Una de las principales obras de Dios hombre fue dejarse en manjar para el hombre.

Y así fue uno de sus particulares fines a que enderezó la admirable obra de su encarnación, dejando en el discurso de su vida algunos dibujos y pinturas de estos particulares fines.

Y así estaba prometido por muchos profetas en manjar y en comida…

Cuando a un enfermo le han dado muchos manjares y no mejora, sino que antes empeora, traen manjares exquisitos y de lejos. Estaba la naturaleza humana enferma, curábala Dios con mil remedios y hacíale platos exquisitos. No sólo no sanaba, sino que cada día iba peor. 

Alto, pues, venga otro manjar exquisito y particular de lejos: hágase Dios hombre para que el hombre sane…

Aquí notaremos qué fue la causa por qué la Virgen, luego como parió, echó a su hijo en un pesebre… Respondo que, como veía que venía a ser manjar de hombre, luego se lo quiso dar al hombre.

El hombre, por el pecado, estaba hecho bestia. Va Cristo a buscarle al pesebre, lugar donde las bestias se hallan. Y para que entienda el hombre, por enfermo que esté, que puede comerlo, que ya está sazonado y maduro el que era terrible, pues lo hallará puesto en paja y en pesebre…

De manera que se da Dios en manjar y para eso nace, y eso significa el venir de lejos y el ponerse en pesebre.

En esto se diferencia el manjar de los zapatos, del sayo, etc.: que los zapatos sirven para los pies y el sombrero para la cabeza, pero el manjar sirve para todo el hombre, principalmente para le conservar la vida, y da sustancia y fuerza a la cabeza, a los ojos, a los pies y a las manos…”

(Obras completas de San Juan Bautista de la Concepción, Tomo IV pag. 691)
 
Navidad y San Juan de Ávila
 
Navidad y San Juan de Ávila“Niño bendito, ¿no habláis? No hablaba sino como un niño de dos días.
 
¿Para qué tanto silencio? Está callando el Niño, para darte a entender, pecadorcito, que, aunque hayas hecho pecados, no te llamará como a Adam, no te espantará ni te reprehenderá en su favor.
 
Tan mudo lo hallarás para reprehender como ahora para hablarte, que esto es entender este misterio como se ha de entender, que, cual de fuera parece en la carne, tal está de dentro la santa Divinidad en blandura.
 
¿Qué cosa hay en el mundo más flaquita para hacer mal que un niño de dos días? ¿Cuándo un niño de dos días dio bofetada ni mató a nadie? No hay cosa más sin temor que un niño.
Pues éste es el misterio para que celebramos la fiesta, no como judíos carnales, sino en espíritu, como dijo El: verdaderos adoradores en espíritu y en verdad (Jn 4,23).
 
Tal habéis de pensar la Divinidad dentro como de fuera la Humanidad, hermanos, por la santa encarnación de Jesucristo y por su pasión.
 
Esta es la Divinidad sin armas que dice: No te haré mal, pecador, llégate a mí, que así como no debes huir de un niño, así no debes huir de mi santa Divinidad; y como en el cuerpo parece blandura, lo está en la santa Divinidad, que ésta es la grandeza de Dios: cual parece de fuera, tal está dentro, tan blando y tan misericordioso.
 
¡Bendito sea tal Dios y bendita sea su misericordia que a tal día nos dejó llegar, el día de la blandura de la misericordia de Dios!
 
Veía hoy San Esteban los cielos abiertos (Hech. 7,56): el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo. Aquellos cielos, ¿que a quién y a quién se abrían? Ya hoy llueven miel para quien le quisiere pedir misericordia.
 
“Infante, que no habla”, para darnos a entender que no dará bofetadas ni reprehenderá.
 
(Obras completas de San Juan de Ávila tomo III pag.73)